«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cada vez que alguien dice jolín mueren varios unicornios

18 de mayo de 2015

Un jolín puede arruinarte la vida. Un jolín puede desenamorar al cordero degollado más entregado.  De nada sirven los bolsos de Prada, los Loubutin o los conocimientos sobre la última subasta de Cy Twombly si nos encontramos ante una de las palabras prohibidas. Unos vocablos que como  en un código secreto sólo conocen unos pocos elegidos y que nunca, JAMÁS, se pueden utilizar, ni siquiera en la más estricta intimidad del hogar. Esas palabras la colocan a una en la escala del karma social exactamente 10 escalones por debajo de lo que la madre del candidato considera mínimamente aceptable. ¡Rasca mamá!

Y eso es precisamente lo que le ocurrió a una amiga, que pasó de ser considerada como un ángel con alas de Victoria’s Secret a ser tratada como la repartidora de Bo Frost en menos de lo que tarda la bolsa griega en desplomarse. De recibir mensajes ininterrumpidamente al ostracismo universal. La crónica de una desaparición anunciada. 

– Cri cri, cri cri, cri cri…

Es el silencio atronador que arroja la pantalla retina de un Iphone 6 tras la duodécima tentativa de contactar con él. Un check, doble check, doble check azul. No hay nadie ahí. ¿Cucú? 

Nada habrá que conmueva al ex candidato. No hay muchos pigmaliones dispuestos a limar a su damisela. Lo mismo da si se trata de una copia genéticamente exacta de Gisele Bündchen con título en Harvard y voluntaria en la India, que de una bohemia parecida a Vanessa Paradis que derroche ingenio y muestre las aptitudes de Kim Kardashian en la cama. Cuanto más perfecta, más fuerte será la caída. A ojos del estirado ya nada podrá borrar el error cometido. 

La persona ajena a este código pensará que se trata de una exageración, pero nada más lejos de la realidad. Cada vez que alguien en el mundo dice jolín mueren varios unicornios. Para los elegidos es motivo justificado de nulidad matrimonial. La joven que se atreva a utilizar interjecciones como jolín -o aún peor,jolines- y a la que sus amigos le parecerán muy majos, será la misma que en un futuro torture a su pretendiente con tardes interminables de Sálvame, la misma a la que se le hinchen los pies en verano y tenga que usar plantillas Devorolor y a la que le picarán los mosquitos y secará con toallitas higiénicas los cercos de sudor de sus sobacos. 

La mujer que diga jolín será su pareja en lugar de su novia y tendrá una madre- y por lo tanto futura suegra del pretendiente- que irá vestida a la boda con un traje visillo de ganchillo y preguntará dónde está el servicio.  Tendrá críos en lugar de niños, un caniche con lazos llamado Fifí que asomará de su Vuitton de charol rosa, botas blancas, extensiones, manicura francesa… y así una lista interminable de ordinarieces insoportables que harán la convivencia imposible. 

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