La victoria conservadora de las legislativas americanas debe sentar las bases para la próxima gran batalla electoral dentro de 2 años. Los analistas políticos podrán tener sus propias opiniones y valoraciones sobre la ola republicana que hace una semana conquistó Washington. En general, todos coinciden en que tanto la victoria conservadora como la derrota de los demócratas debe medirse por criterios estrictamente electoralistas.Sin embargo, los protagonistas del nuevo golpe de efecto conservador parecen haber llegado a una conclusión diferente. “Esto es sólo el principio”, y no de una nueva estrategia con fines meramente electoralistas, sino que es el principio de una nueva oportunidad para empezar a cambiar las cosas, y ya se han puesto manos a la obra.
Los conservadores saben que su victoria no habrá servido para nada si dejan transcurrir dos años y no consiguen que su victoria electoral se traduzca en una sucesión de victorias legislativas.
Para eso, es preciso no dejarse engañar por metas grandilocuentes. Tiene mayores garantías de éxito aspirar a pequeñas victorias. Por eso ya han registrado en el Congreso dos nuevos proyectos de ley: la No Taxpayer Funding for Abortion Act que vetaría de manera permanente la financiación de abortos con dinero público; y la Title X Abortion Provider Prohibition Act, cuyo efecto aseguraría que ninguna organización que participe en la promoción del aborto pueda recibir fondos públicos.
Estas iniciativas habrían permitido evitar que el contribuyente norteamericano haya destinado, en los últimos 7 años, más de 2 billones de dólares a la organización abortista internacional Planned Parenthood, y 50 millones de dólares, sólo en 2009, al Fondo para la Población de la ONU, la agencia de Naciones Unidas que se dedica a financiar y promover el aborto en todo el mundo.
Una iniciativa legislativa de estas características es una opción, no sólo para aquellos que consideran que la vida humana debe ser protegida desde el momento de la concepción, también para aquellos que consideran que no debe financiarse con el dinero que pagamos todos un drama que, cada vez más, los dirigentes políticos pretenden que concibamos como un método anticonceptivo más.
En España, donde tantos políticos utilizan el poder para perpetuarse en él, nos cuesta entender que en Estados Unidos gobernar no sea un fin en sí mismo. Los norteamericanos se han dotado de un sistema político que les permite exigir a sus representantes el cumplimiento de aquello para lo que han sido elegidos, y dentro de 2 años les pedirán cuentas.