«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La vida sigue

27 de agosto de 2014

Andan perplejos aquellos que creían ganados todos los debates, convencidos de que sus principios se convertirían en inspiradores eternos del orden democrático, a la vez que ellos mismos se perpetuaban en la moqueta ministerial, se repartían el pastel de los medios de comunicación y se turnaban en los premios literarios. Pues no, ya lo sabemos, Fukuyama patinó y la historia continúa, la vida sigue. Ahora se tambalean los gigantes políticos y mediáticos. Unos y otros le han hecho la guerra con tanto ahínco a lo inmutable, que resulta agradable verles tan perecederos. Como decía don Colacho -más o menos- el revolucionario de hoy nos venga del revolucionario de ayer.

Hablando de hacer la guerra y de que la vida sigue, a mediados de los años cuarenta -después de pasar por la División Azul y mucho antes de su conocido y destacado papel en el 23-F– el general Aramburu Topete estaba destinado en la frontera pirenaica. Como oficial de Ingenieros tenía el encargo de levantar una valla que nos separara de la Francia recién liberada por De Gaulle. Durante el trabajo, de vez en cuando, se veía con un militar francés, que desde el otro lado de la frontera -todavía con la embriaguez de la victoria- se permitía hacer bromas sobre la humilde valla española. «¿No pensarás -decía el gabacho- que esa alambrada nos va a detener si decidimos invadir la península?» «No, si no es para vosotros -respondió Aramburu-, es para que no pasen los alemanes cuando vuelvan a llegar hasta aquí.” Ahí estuvo magnífico el general. En otros momentos no tanto.

Hasta hoy los panzer no han vuelto a los Pirineos. Rajoy y Merkel han cambiado Hendaya por Santiago de Compostela, -llamado, antes del multiculturalismo, Santiago Matamoros-, y es bueno que Europa se encomiende mucho a este apóstol. En cualquier caso los panzer tampoco hacen mucha falta, porque el IV Reich trata de fundarse a golpe de euro, dejando que la guerra en Europa sea cuestión exclusivamente de los libros de historia, de las fronteras internas con el islam y del cine americano. Pero sucede que con la crisis hemos visto tambalearse este proyecto de la Unión Política -quizá porque se parece demasiado a la URRS, como dice madame Le Pen– y como la historia continúa, y empiezan a reabrirse todos los debates, quizá es el momento de plantearse este europeísmo nuestro, tan incondicional, inyectado por esa generación que se nutría de eurosubvenciones, la que creía ganados todos los debates, y pensaba que nunca abandonaría la moqueta ministerial.

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