Hoy es Viernes de Dolores y casi olemos desde la meseta el incienso mezclado con azahar que los naranjos sevillanos derraman los días de la Pasión con las imágenes procesionando en la calle si, Dios mediante, el cielo no vuelve a caer sobre la Jerusalén de Occidente. No es exageración ni hipérbole hispalense, nada de eso.
Lo saben el nazareno y el costalero, lo sabe quien la descubre por vez primera y, sobre todo, el niño asombrado ante el misterio, como Germán, que acompañó al Cristo de las Tres Caídas de Triana durante toda una madrugá con sólo ocho años. Doce horas de recorrido agarrado al patero derecho del paso sin marcharse a beber ni comer. Por lo visto, el bueno de Germán sólo se sobresaltó cuando el capataz pidió a sus costaleros una levantá en honor del chaval, que rompió a llorar a escasos metros de la capilla de los marineros.
Aquello ocurrió en 2003, según relató entonces Herrera, y dos décadas después el misterio de ese niño sigue intacto. Germán nunca volvió a dejarse ver y si repitió la estación de penitencia lo hizo cubierto con la túnica y el capirote de su hermandad, en completo anonimato, invisible a los ojos de la prensa.
Volvemos a la infancia, miramos atrás y han pasado 25 años desde el estreno nazareno en Santa Cruz. Ruán de Martes Santo, escribió el maestro Burgos. Una fila de nazarenos de negro riguroso sale del templo detrás de la cruz de guía. La bajada por Mateos Gago es inolvidable. El diputado de tramo enciende los primeros cirios cuando la tarde aún no muere y el silencio sólo lo rompen los vencejos que revolotean alrededor de la cercana Giralda. Después sale el Cristo de las Misericordias, al que bajan la cruz para no rozar con el travesaño el dintel de la puerta de la iglesia. El paso, de estilo neogótico, destaca por sus relucientes candelabros de forja y va acompañado de música de capilla, que es siempre la más solemne. Al pie de la cruz está la Virgen de la Antigua, stabat mater. La hilera de hermanos atraviesa el barrio y la cercana judería. Después aparece la Virgen de los Dolores, mecida con sobriedad al compás de la banda del maestro Tejera, la misma que toca los pasodobles en la Maestranza.
Estos días, los últimos de la Cuaresma, las imágenes de santos y crucifijos son cubiertas con telas moradas en algunas iglesias, tradición menguante que nos recuerda los rigores de la penitencia y el luto. Y la cruz que, queramos o no, todos cargamos porque cada generación —antes del mundo moderno había estirpes— porta la suya. La nuestra viene de antiguo: los enemigos de la cruz intramuros se han aliado con los bárbaros de la media luna que ya tenemos entre nosotros.
Por eso hoy media Europa, la que va del laicismo oficial al pujante islam, vive ajena a la Pasión de Cristo. Quienes mandan hacen como si en los próximos días no ocurriera nada y la cruz no fuera el cimiento de nuestra civilización. Todos los esfuerzos van al Ramadan Mubarak y a seguir financiando la invasión. Los británicos ya son minoría en las principales ciudades de su país: 37% en Londres, 43% en Birmingham y 49% en Manchester. En la capital, la city que aquí también han importado como modelo para Madrid, los ingleses autóctonos son minoría en 25 de los 32 distritos. Londinenses de Pakistán y madrileños de Marrakech, en lógica ayusil.
Este reemplazo poblacional debe ser una teoría disparatada de cuatro majaderos de las redes sociales, así que también es casualidad que el arzobispo de Madrid diga que los inmigrantes —él pronunció migrantes— no son un problema, sino una oportunidad, algo que uno esperaría más bien del presidente de la patronal. Lo confesó en una charla en el periódico de Atresmedia que, al día siguiente cuando se debatía en el Congreso el decreto del reparto de menas, llevó en su portada esa frase, que más que un titular es una gigantesca operación de blanqueo del PSOE y la carta que jugará el PP para sumarse a la regularización de medio millón de inmigrantes. El maridaje entre empresarios, conferencia episcopal, Ferraz y Génova es total.
De momento no nos han robado la Semana Santa, aunque cada vez es más peligroso celebrarla, como ocurrió en la misma Sevilla de 1932, cuando la virgen de la Estrella, recibida con disparos a la salida de la catedral, fue la única que se atrevió a salir sin miedo (la valiente) al ambiente anticlerical. Hoy la amenaza es yihadista y aunque los cristianos constituyen la religión más perseguida del mundo, las preocupaciones episcopales no tienen que ver con las cruces que derriban, sino con las que se tachan en la declaración de la renta.
Es Viernes de Dolores, así que volvamos a nuestra infancia y dejemos a un lado tanta miseria, volvamos a casa, a la añorada patria chica, a la habitación de cuyas paredes aún cuelgan nuestras primeras estampitas y medallas. Lo más relevante es que Jesucristo está a punto de entrar en Jerusalén y muy pronto vivirá la Pasión, aunque ahora me pregunto qué habrá sido de Germán, aquel niño que acompañó al Señor en su camino al Calvario durante toda una noche.