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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La vuelta de la inflación

10 de enero de 2017

La vieja conocida, no tanto amiga, de las economías modernas ha hecho su reaparición a largo de 2016, especialmente al final, en los principales países desarrollados. Este resurgimiento de los precios al consumo está muy ligado a la recuperación de los precios de la energía, cuyo desplome hace dos años supuso la puntilla para una débil inflación consecuencia de la crisis del 2008. Es más, ha sido el miedo a una deflación a las japonesa, veinte años de precios al consumo cero o negativos, lo que justificó las extraordinariamente intervencionistas políticas monetarias llamadas QE. Dicho de otra manera la represión financiera aplicada a los ahorradores a través de los tipos de interés intento aliviar el peso de la deuda, consecuencia de la gran depresión del 2008. Deudas privadas que acabaron siendo deudas públicas.

La vuelta a precios al consumo por encima del 1% en las economías desarrolladas es pues un éxito y una justificación de lo hecho por los principales bancos centrales. El timing es de lo más conveniente, ya que la eficacia de los QE se estaba mostrando decreciente en el mejor de los casos, los intentos de adentrarse en tipos de intereses negativos daba más miedo que otra cosa al conjunto del sistema financiero y alteraba la confianza de los ahorradores. Por otro lado, la vuelta a niveles positivos de los precios al consumo está todavía por debajo de los objetivos a medio plazo de los bancos centrales (2%) y muy lejos de niveles que pudieran poner en riesgo las expectativas de la inflación a medio plazo de la población.

Las fuerzas deflacionistas, el envejecimiento de la población y el estancamiento del conjunto de los salarios, no han desaparecido ni siquiera disminuido

Inflaciones en el entorno del 3%, es decir un tercio por encima de los objetivos oficiales, es considerada hoy por muchos autores (Kenneth Rogoff y otros) como necesaria para que las economías desarrolladas recuperen tasas de crecimiento similares a las medias históricas, de las que están hoy por debajo. Las fuerzas deflacionistas, el envejecimiento de la población y el estancamiento delconjunto de los salarios, no han desaparecido ni siquiera disminuido. El exceso de oferta energética está por ver que efectivamente se reduzca, por lo que alzas del precio del petróleo peligrosas para los precios no son hoy previstas.

En todo caso el efecto sobre los tipos de interés a largo se esta sintiendo, con la excepción de Japón donde el banco central tiene como objetivo mantener el bono japones a diez años a cero interés. Subida de tipos a largo más pronunciada en EE.UU, en niveles récord en su diferencial con Alemania lo que sustenta un dolar fuerte. Pero incluso en Alemania los tipos a largo han subido y desde luego lo han hecho en el resto de los países euro. Mas coste para financiar las deudas, privadas y publicas, que como nos recordaba esta semana el Instituto de Finanzas internacionales; el lobby bancario, están en los países desarrollados a 275% y 115% delPIB respectivamente .

 

La inflación traerá debates sociales y políticos que desde la crisis no se habían producido. Poder adquisitivo de pensiones y salarios volverán a estar sobre la mesa. Aquí es bueno recordar en la zona euro que la subida de los precios al consumo en cada país no es lo único relevante. Una vez mas la situación de Alemania (1.7) y con casi pleno empleo (4% de desempleo en 2016 frente a 10% en Francia, 20% enEspaña y 11% en Italia) es muy importante para las economías menos potentes pero unidas por las mismas moneda y política monetaria. Esta ultima ha sido desde 2012 un gran alivio para los demás países, especialmente a partir del 2014 cuando el BCEempezó a comprar bonos, primero públicos y después también privados reduciendo de manera significativa los costes de las deudas.

El ordoliberalismo alemán se ha negado siempre a aceptar que pertenecer al euro no significa que haya desparecido para cada país el prestamista publico de ultima instancia, el banco central

A través de su tipo de intervención, próximo a cero, el BCE ha bajado también tipos de hipotecas y todo tipo de financiaciones. Como todos somos conscientes, estas políticas se han llevado a cabo contra la opinión de Alemania, más de una vez en solitario. Pero no ha hecho mas que reaparecer la inflación, desde luego a tasas moderadas, para que la opinión profesional y política alemana insista en el fin de estas políticas. El BCE anunció el pasado diciembre que seguirá hasta diciembre del 2017 comprando bonos. Así que hay tiempo, pero hay plazo lo que es muy importante para las expectativas. Además las inflaciones nacionales son bastantes divergentes: 1,7 y 1,5 en Alemania y España, pero negativa en Italia y 0,5 en Francia, lo que augura tensiones dentro y fuera del BCE.

Desde la crisis del 2008 los flujos de capital dentro de la euro zona se han reducido y han sido las políticas del BCE las que han substituido al capital privado: Pero uno u otro son imprescindibles para que los países endeudados, todos los llamados periféricos, puedan tener intereses inferiores a su crecimiento nominal, sin lo que no podrán reducir sus deudas en relación al PIB. El ordoliberalismo alemán se ha negado siempre a aceptar que pertenecer al euro no significa que haya desparecido para cada país el prestamista publico de ultima instancia, el banco central. Estamos pues ante un tema capital para el futuro del euro. La esperanza de que una revaluación interna en Alemania relanzase su inflación muy por encima de la media de la zona euro se ha quedado a medias. Con 1,7 frente a un 1,1 Alemania no acaba de jugar un papel de locomotora, manteniendo un superavit exterior del 8%, el mayor del mundo.

Las elecciones previstas en Alemania, Francia y Holanda en 2017 hoy por hoy parecen dominadas por otros temas, el Consejo Europeo y el Ecofin cada día mas burocráticos aportan poco por su lado, pero es bueno que nos fijemos en donde estará al final el quid de la cuestión.

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