El Congreso socialista de Sevilla tuvo una estética de plató. Un búnker protegido de la realidad donde se proyectaba otra alternativa en la que Sánchez no se rinde sino que aprieta el acelerador en dirección al antisanchismo, la fuerza contraria que también acelera.
Se apuntala la narrativa victimista frente al «odio», a los profesionales del odio, algo que ya es mucho más que la vieja ultraderecha. Esto parece desesperado, pero en una parte del país ha de funcionar porque no hacen nada por disimular. Por ejemplo, Sánchez tuvo de lugartenientes en el Congreso a Santos Cerdán y a María Jesús Montero, tocados del ala respectivamente por el caso Koldo-Aldama y por los ERE. Pero sus reputaciones son de kevlar, acorazadas para muchos españoles o quizás no muchos pero sí los suficientes.
Otro ejemplo. La federación más fuerte del PSOE actual es la catalana: Salvador Illa, Molt Honorable President; y en el Congreso fue reforzada la figura de Pilar Bernabé, delegada del gobierno en Valencia. O sea, Mister Covid y Miss Dana; el Señor Covid y la señorita Dana no ven afectado su futuro político, muy al contrario. Algo pasa en la máquina de hacer realidad de unos y otros.
El PSOE no necesita convencer. Eso es un esfuerzo retórico del paleolítico liberal. Necesita mantener su clientela y a sus fieles. De ahí el esfuerzo por broncanizarlo todo. Por oponer, en cada franja, en cada lugar, un relato rival, distinto, alternativo.
¿No parecía un show de Broncano el momento en el que cantaban la Internacional? ¿No era la cara de Sánchez un gran descojone?
En la España sanchista, más aun quizás que en la felipista y la zapateril, se puede ir de medio de comunicación en medio de comunicación, de la mañana a la noche, sin hacer pie en la realidad. Y acabar el día con la risa floja, bobalicona y poscínica (estamos de vuelta de estar de vuelta porque estar de vuelta es machirulo) de Broncano y el humor gangoso de Raúl Cimas, a la vez escapista y antirretórico, contra toda aproximación seria, contra cualquier formalidad, como si el chiste de Aznar se hiciera subatómico.
El Congreso del PSOE, que emite imágenes para esos receptores, contó de nuevo con el marco político-epocal de Zapatero. Guste o no, su marco es el marco. Es el gran moldeador de nuestro mundo. También el del PP. Especialmente el del PP. Habla un lenguaje de 2ª Transición frente al de la primera.
Del PSOE anterior, el PSOE bueno, ya no quieren saber nada. Sale Felipe González de fondo, una imagen en blanco y negro con el puño en alto, como para incriminarlo. Han hecho la regeneración búmer y estas figuras se las dejan a la derecha, experta en caspa. Zapatero hizo uno de esos monólogos en los que presume de haber liberado a la mujer española después de seis siglos y, como si se hubiera comido a la vez la hipérbole de Felipe (que nos trajo el orgasmo y la salud) y el sarcasmo de Guerra, ridiculiza como en un largo roast a la derechona, que siempre se adentra en el futuro con cucharitas y luego da lecciones. Es asombroso pensar (resulta a la vez temible y cómico) que sea Zapatero quien confiera a los socialistas el enraizamiento, la seguridad, la confianza y el sentido de realidad.
Del Congreso sale el PSOE con un feminismo corregido. Al LGTBIQ+ se le cae, como a los paquetes de fútbol de Movistar, el Q+, lo queer, la fluidez, el hoy soy Pepe, mañana Maribel y el sexo sentido frente al biológico. Se traducirá en algo de muy poca importancia práctica, pero mucha simbólica: el deporte femenino. El PSOE lo protegerá ahora de los deportistas hombres que se dicen mujer. Esto hasta ayer era fascismo trumpista, pero a partir de mañana se integra en la religión de Estado, que es, fundamentalmente, la mujer. El PSOE le come así el espacio feminista al PP, que recién sumado a estas cosas hacía algo de guerra con su ejército de intelectuales excentristas incidiendo ahí. Se les acabó el chollo. El PSOE define un feminismo muy cercano al PP, pero, a su manera, más moral con su rechazo de la prostitución y los liberales vientres de alquiler.
Solo con esto, el PSOE podría evitar algo de lo que le pasó a Kamala. La mujer no es unidimensional, vota por más cosas, pero así blindan el llamado charismo.
Vayamos sumando: clientela+ charismo +…
Todos estos meses se habló (aunque no nos acordamos) de cuál sería la reacción de las baronías a los pactos para una nueva financiación catalana. Esto iba a traer cola, decían. Mucha cola. Pues del Congreso sale un acuerdo que prolonga la Declaración de Granada y que aviene a todos con lo pactado con ERC mediante la habitual estrategia socialista de ir más allá de la lógica y las palabras con una bilateralidad dentro de la multilateralidad. El PSOE inventa una multibilateralidad que contente a todos y al PSC y a seguir… Este es el curso fundamental de la legislatura y se habla muy poco de ello, como si el PP también esperara heredarlo, como si algo por encima tampoco lo viera mal del todo… Si Sánchez se come este marrón por El Estado, ¿no es hasta cierto punto esperable que se lo vaya a cobrar?
Avances en el feminismo y lo (con)federal. Y Sánchez, con las filas prietas, sopranizadas, acepta personalizar la batalla: sanchismo vs antisanchismo y aprovecha ese problema personal, esa crisis de corrupción, para lubricar su máquina o para engrasarla con el unto de la corrupción transformado, al más puro estilo PSOE, en otra cosa: lawfare y odio, expresiones purulentas de la derecha mundial contra él, convertido en estandarte planetario de la socialdemocracia. Con Trump en la Casa Blanca y el avance de la derecha patriótica en Europa, ¿no es verdad que Sánchez queda como puntal del globalismo de izquierdas?
Todo lo que ha sucedido y todo lo que pueda hacer el juez Peinado será usado para aglutinar, cohesionar y polarizar su nueva alianza confederal.
Hace unos días, Fernando Paz advertía en uno de sus vídeos que Sánchez podría no estar nada incómodo con lo que sucede. ¿Y si no tuviera problema alguno en que lo suyo llegara al Tribunal Supremo? Para el antisanchismo, llegados a este punto, el suelo del Estado de Derecho se abriría y Sánchez caería al centro de la tierra entre lava ardiente, pero… ¿y si no fuera necesariamente así?
El caso pasaría a un juez menos audaz y todo podría acabar ahí; el ruido y su daño reputacional, amortizada incluso la idea de reputación (Zapatero demuestra que se puede vivir con un pie fuera odiado por media España y Felipe González es dominicano) se transformarían en energía para su proyecto político. Habría en esto incluso algo de sacrificio. Su figura personal, entrando en la atmósfera electoral, se destruiría a ojos de una derecha que lo ha convertido en demonio, y ese desgaste alimentaría su nueva alianza. Sánchez: materia prima, combustible. En su carne se daría un golpismo de odio y bulos, y él se llevaría los defensas como un delantero muy marcado…
El endurecimiento y polarización de la convivencia (por quienes solo hablan de moderación) le facultaría para seguir vulnerando límites. Si los jueces imputan a su mujer, ¿por qué no endurecer las cosas contra ellos? Si parte del Estado se revuelve, ¿por qué no terminar de controlarlo?
El antisanchismo, que se apodera de la derecha, quizás no sea tan buena idea. Parte de premisas que pueden discutirse.
La fuerza de ese discurso que todo lo personaliza en Sánchez parece ignorar su capacidad para absorber su descrédito y convertirlo en otra cosa, como una rara alquimia política. En combustible para una alianza con algo de ruptura. El ruido con el que camuflar o distraer un giro federal, por ejemplo.
Hablar mucho de Lobato y olvidar Paiporta, ¿a quién le interesa? Convertir la crisis del Estado en la crisis puntual de un Nerón llamado Pedro, ¿a qué estrategia sirve? ¿A qué cortoplacismo?
A veces parece que el énfasis en Sánchez, la fijación personalista, es tanto mayor cuanto menor parece el espacio político del PP o más difícil resulta localizarlo. Realmente, sin el antisanchismo, ¿qué tienen que ofrecer que sea tan distinto, que movilice, que conmueva a los votantes? ¿Qué energiza a la bumerada pepera sino un revival del antifelipismo y el antizapaterismo? Ese tócala otra vez ya sabemos cómo acaba…
Las dos experiencias nos enseñan algo. Un escarmiento. Para heredar al PSOE más que derrotarlo hay que descabezarlo, lo que pasa es que Sánchez tiene mayor holgura para responder, tiene la capacidad (¿concedida por quién?) para vincular la crisis a una ruptura, a un demarraje.
Abandonar Paiporta, apaciguado narrativamente por aquella visita real, y centrarse en Lobato, Aldama y compañía puede ser un error del que no se reponga ya esta generación.