Hace apenas un mes se cumplieron 85 aƱos del comienzo de la quema de iglesias y conventos de 1931. La II RepĆŗblica EspaƱola no tenĆa ni un mes de vida. Los presagios del 14 de abril de aquel aƱo no podĆan ser peores para los católicos espaƱoles. La pretendida inspiración laica del orden republicano encubrĆa, en realidad, una ideologĆa laicista que intentó erradicar de la vida pĆŗblica todo rastro de la Iglesia. Desde el sistema educativo hasta la secularización de los cementerios, todo parecĆa augurar apertura y libertad para todos, pero era un espejismo: habrĆa libertad y apertura, sĆ, pero no para los católicos. La abierta hostilidad hacia las órdenes religiosas y las organizaciones laicas fue creciendo. Se trataba de asfixiar social y económicamente a los católicos espaƱoles al tiempo que se los sumĆa en el silencio y se los tornaba invisibles. Los intentos de conciliación que tanto la Nunciatura Apostólica como el episcopado espaƱol lanzaron hacia las autoridades republicanas fueron desoĆdos. El mismo destino sufrieron los mensajes que llamaban a acatar el nuevo orden republicano como el que lanzó El Debate, el buque insignia de la prensa católica en EspaƱa.
La quema comenzó la maƱana del domingo 10 de mayo de 1931. Dicen que el detonante fue una pelea a la entrada del CĆrculo MonĆ”rquico Independiente, en la calle AlcalĆ”, entre un taxista republicano y unos pasajeros monĆ”rquicos. Hubo una riƱa tumultuaria. Alguien quemó tres coches que estaban aparcados frente al CĆrculo. Una multitud intentó asaltar la histórica sede del ABC en Serrano. Otra turba quemó un quiosco de El Debate, cuya sede tambiĆ©n fue allanada. Se apedreó el Casino Militar. Algunos rompieron los escaparates de la librerĆa católica Voluntad.
La maƱana del lunes 11 de mayo comenzó con el incendio de la Casa Profesa de los Jesuitas de la calle de la Flor, cuyos habitantes tuvieron que huir por los tejados para que no los matasen. Su biblioteca atesoraba 80.000 libros. DespuĆ©s quemaron el centro de enseƱanza de artes y oficios de la calle Areneros, donde estudiaban decenas de jóvenes pobres. Ardieron el Colegio de los Padres de la Doctrina Cristiana de Cuatro Caminos, un colegio para hijos de obreros, varias escuelas de los Salesianos, el convento de las Bernardas de Vallecas, la iglesia de Santa Teresa y San JosĆ©, el Instituto Católico de Artes e industrias, cuya biblioteca contenĆa veinte mil volĆŗmenes. A las tres de la tarde del dĆa 11 quemaron el Colegio de las Maravillas. Esa misma tarde las llamas destruyeron el convento de las Mercedarias de San Fernando, el de las Salesianas y el de las Religiosas del Sagrado Corazón. La turba profanó la tumba de una hermana mercedaria muerta en 1864 y pasearon su cadĆ”ver momificado por las calles. Intentaron quemar otros doce edificios.
Para que cesasen los incendios, el Gobierno declaró el estado de guerra y desplegó al ejĆ©rcito. Al dĆa siguiente, 12 de mayo, hubo quemas por toda EspaƱa: MĆ”laga, Valencia, Sevilla, Granada, Córdoba, CĆ”diz, Murcia, Alicante⦠En total, ardieron unos cien edificios en todo el paĆs. ValiosĆsimas obras de arte āpor ejemplo, cuadros de Rubens o de Van Dyck- por no hablar de los tesoros bibliogrĆ”ficos fueron destruidas. Los católicos vivieron dĆas de terror. La propaganda de las izquierdas acusó a los religiosos de disparar desde el interior de los conventos, de tener arsenales y polvorines, de almacenar fusiles, bombas de mano y ametralladoras. La ārevoluciónā pasaba por la destrucción de las iglesias y las organizaciones religiosas. Se suspendió la publicación de ABC y El Debate. Notables monĆ”rquicos fueron detenidos y, con posterioridad, absueltos.
Esto ocurrió en Madrid y en el resto de España hace ahora 85 años.
Es inevitable recordarlo cuando el anticlericalismo, y, en general, el odio a la religión, inspiran discursos y acciones de polĆticos espaƱoles. Viene ocurriendo desde hace tiempo. El acoso a los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 ārecordarĆ”n los insultos y las agresiones a las personas que oraban en la Puerta del Sol- no han sido un hecho aislado. Cada vez son mĆ”s frecuentes, por ejemplo, la ofensa a los católicos, la burla de los dogmas y el culto, la demonización de los sacerdotes y la ridiculización de las personas religiosas. Parece que, en EspaƱa, los Ćŗnicos que no tienen libertad para dar su opinión en pĆŗblico son los católicos. No creo necesario recordar el asalto a la capilla universitaria en el que participó Rita Maestre o el acoso a la abadĆa del Valle de los CaĆdos y su conjunto monumental.
Nada puede justificar quemar un templo, ni profanar tumbas, ni incendiar colegios⦠Parece mentira que haya que decir estas cosas en EspaƱa hoy pero, por desgracia, vivimos en tiempos tan confusos que hasta lo evidente parece necesitar de cierta explicación. No se puede presumir de libertades y derechos cuando la libertad religiosa āque comprende el derecho a no ser humillado ni a sufrir burlas por causa de la fe- sufre agresiones como la padecida por aquellos peregrinos o por los que ven cómo sus creencias son ridiculizadas en pĆŗblico.
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En la tradición bĆblica, la memoria es como una brĆŗjula que nos orienta para el futuro. OjalĆ” nos sirva en esta campaƱa electoral que hoy comienza.