La ley del aborto se aprobó el pasado jueves ante el desconcertante silencio del Papa Francisco, anterior arzobispo de Buenos Aires, que sí ha enviado un «cordial» saludo a los jugadores que se encuentran en el Mundial de fútbol.
Argentina, que consideraba el aborto un delito, aunque contemplaba que «no era punible» en caso de peligro para la salud de la mujer o de una violación, se sumará, salvo milagro, al Nuevo Orden Mundial, a la Cultura de la Muerte, a los postulados de la ideología de género, convertida ya en doctrina oficial casi universalmente impuesta, y que llama a aceptar que las madres puedan deshacerse de sus hijos antes de su nacimiento.
Lo hará después de que la Cámara de los Diputados de Argentina haya aprobado una ley que busca despenalizar el crimen del aborto hasta la semana 14 de gestación y que ahora pasará al Senado para una sanción definitiva. La iniciativa salió adelante el pasado jueves con 129 votos a favor, 125 en contra y una abstención, y tuvo hasta el último momento un final incierto por la libertad de voto en el oficialismo y la oposición.
A pesar de que el proyecto se presentó hasta en siete ocasiones, en las que ni siquiera se llegó a debatir, el pasado 1 de marzo el presidente Mauricio Macri optó por facilitar que se diera. La Conferencia Episcopal Argentina (CEA), que ha reiterado la «necesidad» de un diálogo a partir de ahora y ha pedido que «el dolor por el olvido y la exclusión de los inocentes se transforme en fuerza y esperanza para seguir luchando por la dignidad de toda vida humana», recordó que el aborto instauraba el principio de que «los más débiles pueden ser eliminados».
Además, el arzobispo emérito de la Arquidiócesis de La Plata, Héctor Aguer, sugirió que Macri no sabía hacer bien la señal de la cruz a pesar de su formación religiosa y dijo que el suyo era un gobierno «sin principios de orden moral y natural».
Los 125 diputados provida, alentados por la marea humana contra el aborto, defendieron el derecho más básico desde posiciones ideológicas muchas veces antagónicas, esgrimieron que el «aborto es un fracaso» y llamaron a la defensa del nascitutus y a la salvación de las dos vidas. En este sentido, recordaron, por ejemplo, que la Academia Nacional de Medicina Argentina (ANM), en su declaración del 23 de septiembre de 1995, afirmó que desde la concepción comienzan instantáneamente el proceso de «organización celular» y el desarrollo de este ser humano, y que la carga genética del ser humano no nacido es nueva, única y diferente.
«Han jugado a la política tomando como rehén la vida humana», dijo en Twitter tras la votación la Fundación Libre, un think tank contra el marxismo cultural y la hegemonía del progresismo que cuenta entre sus miembros con un politólogo, Agustín Laje, que se ha convertido en el azote de la izquierda en hispanoamérica y que puso en valor la existencia de «otra juventud con valores y principios, que elige pensar al margen de las modas ideológicas y la cultura de la muerte». «Hagamos que todo esto valga la pena y redoblemos la lucha», añadió.
Se ha aprobado ante el desconcertante silencio del Papa Francisco, anterior arzobispo de Buenos Aires, que no ha tenido una palabra de aliento para los católicos, aunque sí ha enviado un «cordial» saludo a los jugadores que se encuentran en Rusia en el Mundial de fútbol.
Envío un cordial saludo a los jugadores y a cuantos seguirán el Campeonato Mundial de Fútbol que comienza hoy en Rusia. Espero que este evento deportivo constituya una auténtica ocasión de encuentro y de fraternidad.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) 14 de junio de 2018
Es preciso señalar que Francisco tampoco dijo nada hacia los irlandeses en la campaña previa al referéndum por el aborto, un hecho que ha sido lamentado por el cardenal Raymond Leo Burke, según recoge Infovaticana, que ha dicho que «es difícil que los fieles puedan sostenerse en la batalla cuando sus propios pastores arrojan dudas sobre la doctrina perenne de la Iglesia».
El Papa viajará a Irlanda el 25 y 26 de agosto para celebrar el Encuentro Mundial de las Familias de Dublín, una cita en la que no hay prevista un solo acto donde se combata el cambio legislativo en el último bastión provida que tenía Europa.