He permanecido estos últimos días perplejo frente a la pantalla de TV. Un hombre con barba desde una atalaya de privilegio vendía un producto de pésima calidad con el desenfado propio de un tratante de crecepelos.
Esa era la imagen que podíamos ver con los ojos. La otra imagen, la otra cara de la misma moneda, no podíamos contemplarla a la vista pero estaba allí, en Soto del Real. Dos hombres con un pasado común, que han disfrutado de las regalías y privilegios de asentarse durante décadas en las cercanías del poder o en el poder mismo. Uno con cuentas en Suiza, el otro con sobresueldos mensuales en cajas de puros procedentes del mismo dinero turbio.
Dos hombres responsables de las mismas prácticas indeseables, uno subido allí en el púlpito del sistema, el otro entre barrotes. Rajoy y Bárcenas, dos caras de una misma moneda. Rajoy bendecido y tutelado por los dioses. Bárcenas aherrojado en una prisión de la que sólo su compañero presidente podría sacarle.
Rajoy y Bárcenas son ya el espejo cruel de nuestra decadencia y nuestra inacción. Los mismos actos han recibido pagos contrapuestos. El primero detenta el poder, el segundo la vergüenza, pero al final la historia pondrá todo de nuevo en su lugar.
Bueno, o no…