āEl artĆculo 155 es tan constitucional como las autonomĆas, dice Felipe GonzĆ”lezā. Es verdad. Pero es una verdad blasfema, pecaminosa. Porque la verdadera Constitución de la democracia espaƱola no es el texto de 1978, sino la densa red de pactos āexplĆcitos e implĆcitos- tejida desde 1977 y que, entre otras cosas, otorgó a los nacionalistas el monopolio del poder en sus regiones. Fue una fórmula de pasteleo ātĆpicamente borbónica- para tener a todo el mundo contento por el habitual mĆ©todo de repartir los trozos de la tarta nacional. Por eso nunca nadie -tampoco GonzĆ”lez- ha molestado a los separatistas cuando hacĆan mangas y capirotes de la ley. Por eso, hoy, a la mayorĆa del coro le parece horrible aplicar el artĆculo 155, es decir, utilizar la Constitución escrita para rectificar los dislates de la constitución verdadera, que es el pasteleo pactado. Por eso, tambiĆ©n, la democracia espaƱola no es cabalmente tal, sino mĆ”s bien una partitocracia donde los pactos entre los distintos cacicatos polĆticos, territoriales, económicos, mediĆ”ticos y demĆ”s pesan mucho mĆ”s que cualquier ley escrita. Nuestra Constitución sólo es un catecismo concebido para ser violado por los mismos sacerdotes que le rinden culto. Y nuestra democracia, una especie de rutinario sacrilegio institucional.
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