Es difícil entender el nacionalismo catalán de nuestro tiempo sin que la figura de Jordi Pujol sea el centro de la exposición: el nacionalismo catalán moderno es Jordi Pujol. Toda su biografía política, resumida por él mismo, solo tiene una explicación: el amor a Catalunya. A este supuesto sacrificó todo y casi consiguió elevar a fenómeno religioso el nacionalismo; para ello creó un partido, un movimiento más bien, llamado a ser junto a él el ‘pal de paller’ –la piedra angular- de la nueva y próspera Catalunya.
Pues bien: ‘corruptio optima, pessima’. El personaje, óptimo para el nacionalismo catalán, una vez autoinculpado de delitos se convierte en la peste y con él su Convergencia, su nacionalismo, su todo… Ha caído una estrella y el agujero negro que la engulle se tragará toda su obra. Será Esquerra ahora la que heredará la exclusividad nacionalista y, la que bajo la bandera de la moral -manda ‘Trillos’-, castigará, condenará y ejecutará a Pujol y a Convergencia.