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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: Ant-Man, el antihéroe de las malas compañías (3,5/5)

La escasa promoción de Ant-Man por parte de Marvel hacía presagiar que quizás estaríamos ante la primera película en mucho tiempo en la que la compañía no depositaba su total confianza. No era para menos, teniendo en cuenta que se trataba de un proyecto atascado desde 2003 y que, para su estreno, iba a tomar el relevo de las grandes aventuras épicas a las que la Marvel nos ha acostumbrado. Sin embargo, Ant-Man supera con nota las expectativas presentándose a sí misma sin demasiados artificios, ridícula y divertida, queriendo marcar quizás un pequeño cambio de rumbo en el universo de los superhéroes.

Ant-Man no es un multimillonario con armadura inteligente, ni un dios de otro planeta, ni mucho menos un héroe de la Segunda Guerra Mundial. El hombre hormiga es Scott Lang (Paul Rudd), un ladrón de poca monta sin realmente malas intenciones cuyo único objetivo es lograr que su exmujer le permita ver a la hija que tienen en común. El personaje cumple a rajatabla los clichés del género: un inadaptado social con vis cómica que es elegido para hacer grandes cosas por el mundo. La novedad está en que el nuevo superhéroe se reduce hasta el tamaño de una hormiga gracias a un traje que roba de la casa del que será su mentor, Henry Pym (Michael Douglas), y que con la ayuda de Hope Pym (Evangeline Lilly) necesitará para frenar un plan científico que pondrá a la humanidad en peligro.

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Con este nuevo producto, Marvel concluye la llamada ‘Fase 2’ de su Universo Cinematográfico, que estos años ha desarrollado las secuelas del equipo de los Vengadores y la sobresaliente y divertidísima Guardianes de la Galaxia. Ant-Man, dirigida por Peyton Reed, aporta así un toque más ligero a una saga de películas interrelacionadas entre sí con los efectos visuales por bandera, pero este aspecto se convierte también en un arma de doble filo. Si bien es de agradecer que Marvel traiga historias nuevas a su universo, Ant-Man da la sensación de ser introductoria y quedar fuera de lugar al no contar con la espectacularidad de sus predecesoras -hubiera sido buena idea incluirla, como parecía en un principio, en la ‘Fase 1’- y peca de repetir un esquema calculado y repleto de clichés que, si no se reinventa, corre el riesgo de quemarse.

No obstante, Ant-Man cumple con creces en diversión y comicidad tal y como se espera de la película y es curioso que cuanto más avanza el metraje, menos ridícula parece la premisa de un superhéroe capaz de reducirse al tamaño de una hormiga y guiar a las de su especie. Roban planos los tres acompañantes de Scott Lang, que en sus papeles de ladrones de poca monta regalan los mejores momentos de la película y completan un reparto que parece estar jugando, pasándolo bien y creyéndose su propia historia.

Marvel vuelve a ofrecer un producto emocionante, claramente inclinado a la diversión, que aunque no llega al nivel de los últimos estrenos de la compañía ni en guión ni en espectacularidad, se defiende en la gran pantalla dispuesto a dar mucha guerra a pesar de su pequeño tamaño. Y quédense en su asiento hasta el mismísimo final, porque como viene siendo tradición, hay dos escenas postcréditos.

Puntuación: 3,5/5

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