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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: Boyhood, esas maravillosas pequeñas historias (4,5/5)

Hay algo tremendamente melancólico en Boyhood. En ella no existen grandes historias, ni héroes, ni villanos; es mucho más que eso. Es un largometraje íntimo sobre la vida, en sus alegrías y sus tristezas, el paso del tiempo y las expectativas de que el mundo guardaba un destino maravilloso para todos nosotros. Boyhood es ese momento en el que echamos la vista atrás y nos vemos a nosotros mismos creciendo, dejando atrás nuestra inocencia.

Boyhood (Momentos de una vida) es un ambicioso proyecto que requirió un compromiso faraónico por parte de todo su equipo. Dirigida por Richard Linklater, la película se rodó en una semana al año durante doce años, un aspecto que además de dotarla de un elemento puramente experimental es, también, la razón por la que esta película es mágica en su mensaje. Los intérpretes crecen -y no sólo físicamente-, el equipo madura con la propia historia que tiene entre manos y, sobre todo, el resultado final es un largometraje que guarda total coherencia en sí mismo. Un compromiso y esfuerzo titánicos de más de una década que han culminado con éxito.

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La película de Linklater no gira en torno a biografías destacables ni busca presentar una historia memorable. A través de un relato de una familia y el devenir de los años, de sus amores y sus engaños, sus frustraciones y sus aspiraciones, Boyhood condensa en sus dos horas y media la transición desde la niñez hasta la adolescencia del menor de una familia y todo lo que la vida les arroja en esos años. Y, a pesar de su título, es un espejo de la vida adulta a través de los ojos de un niño que crece, desde que no puede comprender su realidad hasta que sabe reconocerla cuando la tiene delante.

Las interpretaciones son sólidas en el tiempo transcurrido fuera de las pantallas, con especial relevancia las de Ethan Hawke y Patricia Arquette, y, en cualquier caso, siempre van a mejor. Sin embargo, la forma tranquila y triste de presentarse hace de Boyhood una película que, a pesar de lo simple de su planteamiento, corra el riesgo de volverse densa. Precisamente su metraje excesivo -junto a su temática pausada- puede que llegue a hacerse demasiado extenso en la segunda mitad de la película y, en una visión global, acabe impidiendo a algunos espectadores apreciar el mensaje vital de su conjunto.

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Sin embargo, estamos ante una película especial. Sin estridencias ni grandes diálogos, Boyhood es una muestra de tenacidad por hacer algo maravilloso de las historias más pequeñas y un ejercicio de cine en el que es más evidente que nunca que la implicación de todo el equipo es fundamental para unir las piezas del rompecabezas. Es la valentía de saber mirar atrás y aceptar la vida tal cual llega.

Puntuación: 4,5/5 

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