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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: Chappie, el ‘quiero y no puedo’

Lo peor que le puede suceder a una película sobre la inteligencia artificial es que acabemos odiando a su dichoso robot. En Chappie volvemos a ver lo mismo que en mil ocasiones anteriores aunque, esta vez, el aparato en cuestión sea un macarra gangsta al que un grupo de delincuentes de poca monta le enseña a robar bancos. Ni la inocencia del robot Chappie enternece, ni los derroteros de la película están claros, y ni siquiera Hugh Jackman consigue salvar un producto que vaga, perdido, entre ideas que podrían haber sido buenas y que quedan en meros bocetos sin profundidad. 

El director Neill Blomkamp plantea un escenario distópico en el que los robots sustituyen a la policía para acabar con la delincuencia. En este contexto surge una máquina tan desarrollada como el ser humano, Chappie, que cuando ve la luz por primera vez cae en las manos de un grupo de delincuentes –que se supone que deben acabar cayéndonos simpáticos– y aprende de ellos sus aires macarras o sus expresiones irreverentes con la inocencia de un bebé. Mientras el pequeño Chappie es entrenado por mamá y papá ladrones para atracar un banco, hay quien busca su destrucción, Vincent (Hugh Jackman), por los celos que le provoca que las máquinas policiales creadas por su adversario en su misma empresa, Deon (Dev Patel), sean más eficientes que las suyas.

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A uno le queda la duda de si Blomkamp quería que su película estuviera destinada a la pura diversión o si, por el contrario, iba en serio cuando quería debatir sobre la inteligencia artificial, la seguridad en las ciudades o la consciencia humana. La atmósfera macarra de Chappie pedía a gritos un tono irreverente y un humor acorde a su naturaleza, pero Blomkamp optó por tomarse a Chappie demasiado en serio sin tener demasiado claro cómo hacerlo. Por supuesto que Chappie tiene sus momentos cómicos, pero la historia en sí tiende al concepto filosófico sin lograrlo. 

Si se trataba sólo de una película de acción sin más pretensiones que la diversión, la película cumple su propósito. Si se rasca en los conceptos que quiere plantear el director, la banda sonora -que es lo mejor de la película- acaba retumbando en nuestros oídos, las escenas de acción solo tapan los huecos en el desarrollo psicológico de los personajes -y, con ello, sus motivaciones-, y sólo al final la película da muestras de haber querido hacer un planteamiento interesante sobre la consciencia humana que, lamentablemente, sabe a poco. Siempre será un misterio por qué los personajes y los actores que los encarnan en Chappie tienen menos carisma que nunca y por qué Hugh Jackman y Sigourney Weaver aceptaron dos papeles que quieren tener relevancia y acaban cayendo en lo anecdótico.

Es cierto que, en su ejecución, Chappie tiene momentos entretenidos y que conceptos como el de familia acaban resultando efectivos. Sin embargo, las graves irregularidades en su guión hacen el resto. 

Valoración: 2,3/5

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