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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Crítica: Invencible, oda a la supervivencia (7/10)

Hay historias tan increíbles que parecen irreales. En Invencible (Unbroken), Angelina Jolie se pone tras las cámaras para saldar la deuda de Hollywood con Louis Zamperini, el mítico atleta de los Juegos Olímpicos de 1936 y soldado durante los horrores de la Segunda Guerra Mundial. No es bélica ni de acción; Invencible es la historia de supervivencia y de aguante de un solo hombre capaz de vencer a la adversidad a través de la fortaleza de aferrarse a la vida hasta el final.

Para su segunda película como directora, Angelina Jolie sacó del cajón un proyecto sobre la vida de Zamperini que llevaba abandonado cincuenta años. Basándose en la novela periodística de 2010 de Laura Hillenbrand -que llevó a su autora ocho años de escritura-, Jolie tenía en mente una película que destacara los valores universales del coraje, la valentía, el compañerismo y la supervivencia sin el revanchismo. «Sobrevive, aguanta. Esa es tu venganza. Así les derrotarás», dice un soldado a Zamperini en los campos de prisioneros del Japón de la Segunda Guerra Mundial. Y, sin embargo, aunque el protagonista aguante la furia del mar durante más de 40 días, sostenga vigas a hombros, consienta ser abofeteado o consiga levantarse cada mañana, la crudeza de Invencible desvía en ocasiones la intención y deja al espectador abrumado, y no conmovido, ante el ensañamiento continuo y el sufrimiento.

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La película es pura pasión por hacer justicia a Louis Zamperini, fallecido el pasado julio a los 97 años. Invencible recorre la infancia del atleta, descendiente de italianos y rebelde sin causa que habría acabado en el reformatorio si no hubiera sido por su hermano, que vio en él el talento de correr más rápido que los demás. Venciendo primero su propio cansancio, Zamperini acaba llegando a los Juegos Olímpicos de 1936, en Alemania, donde además Hitler se llegó a fijar en él, pero poco tiempo después le vemos siendo un soldado que sobrevuela aguas asiáticas en plena Segunda Guerra Mundial. La carrera de su vida comienza en ese momento: la lucha por sobrevivir en un bote salvavidas en el mar y la violencia japonesa en los campos de prisioneros donde esconden a centenares de soldados norteamericanos.

Invencible discurre con confianza por la apasionante historia de Louis Zamperini pero, en el ambicioso intento de tirar a lo alto, Jolie busca abarcarlo todo y contarlo todo sin dejar apenas un resquicio para el aire fresco. Las interpretaciones son, en este sentido, reales, descarnadas, y sorprenden gratamente Jack O’Connell, magnífico en su reflejo de los cambios físicos y psicológicos de Zamperini, y Miyavi, estrella de rock que encarna al japonés Watanabe. “Tú y yo nos parecemos, pero eres enemigo de Japón”, le dice siseante, con los ojos inyectados en odio y burla, protagonista de un amor-odio obsesivo hacia el atleta que sostiene la segunda mitad de la película.

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A pesar de estar narrada con un estilo convencional sin correr ningún riesgo, Invencible (Unbroken) se desborda en su propia grandeza y brilla en el plano técnico con orgullo, aunque su guión -firmado por los hermanos Coen- caiga en la repetición y pida a gritos un toque más ligero que sane las heridas. Aunque no sea la primera vez que el cine norteamericano trata la cuestión de los campos de prisioneros japoneses, el mérito de Angelina Jolie está en su pasión para relatar con crudeza una historia real de sufrimiento y, sobre todo, del valor de esforzarse en las condiciones más adversas.

Puntuación: 7/10

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