«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cuando el colegio enseña que el hombre no puede ser víctima de maltrato

El sistema educativo separa culturalmente a los hombres y a las mujeres, no solo ayudando a reafirmar las posiciones de dominación del hombre sobre la mujer; sino también volviendo conceptualmente imposible que el hombre pueda ser víctima de maltrato.

En un patio de colegio, se inicia una trifulca por un juego que se va de las manos entre varios compañeros. Al llegar el profesor, les reprende por haberse peleado. Todo parece acabar ahí cuando se da cuenta de que una niña se encuentra entre ellos. El castigo se recrudece, no porque se hayan peleado sino porque “han pegado a una chica”. Sin ánimo de ser polémico, la chica se encontraba en la pelea, seguramente peleó tanto o más que algunos de sus compañeros. Los niños, pequeños, en sus peleas infantiles no discriminaron sexos. Es difícil que un niño, sea chico o chica, discrime por alguna razón. Alguien debe enseñarle a hacerlo.
Al bucear en los libros de texto es difícil encontrar mención al maltrato. Quitando los vagos mensajes de “está mal pegarse”. Pero si que se pueden encontrar otras cosas. En primer lugar, y hasta hace pocos años, no eran pocos los libros de primaria o infantil que establecían diferencias entre los chicos y las chicas. Los chicos aparecen como fuertes, tendentes a la acción, explosivos, deportistas. Las chicas como sensibles, tranquilas, prefiriendo la contemplación de la vida. Esto es obviamente horrible por muchas razones, la principal es que separa culturalmente dos grupos que, hasta ese momento, no habían tenido necesidad de ser separados por ellos mismos.
La construcción cultural de la masculinidad como sinónimo de fortaleza, potencia o solidez frente a lo femenino como sensible, espiritual y contemplativo refuerza las tendencias naturales de algunos hombres por la dominación. A la vez, sirve como soga al cuello para todo aquel hombre que no cumple los estándares; porque no es normal.
El hombre maltratado, tiene que convivir con un doble infierno. Por un lado, debe soportar la dura carga del maltratado, ya sea físico y psicológico. Por otro, debe cargar con el estigma de no estar cumpliendo el estándar de masculinidad que le impone la sociedad. Muchos hombres maltratados no cuentan su situación no por miedo a sus parejas, que también; sino por la pura vergüenza de tener que admitir que lo que el resto de la sociedad entiende como normal, el hombre fuerte y en posición de poder, no se está cumpliendo en su caso.
Aunque menores en comparación, existen los hombres que pierden la vida por culpa del maltrato. El silencio que se autoimponen incluso es más hermético que el de las víctimas femeninas. Hace una década, era muy difícil imaginar como problema social el maltrato femenino. Actualmente, el número de denuncias en este sentido no ha parado de aumentar, no porque ahora se maltrate más, sino porque se tolera menos.
En Patón & Asociados, nos hemos dado cuenta de que debemos acelerar ese mismo cambio para los hombres, no solo dando una defensa eficaz y una protección especial a la víctima de maltrato masculino. Si no también, usando todos los medios a nuestro alcance para concienciar a la sociedad. Luchando por evitar el silencio mortal que muchas veces se origina en nuestros propios libros de texto y en nuestros patios de colegio para aparecer años después.
Por Juan Rivera Crespo, de Patón & Asociados

El abuso emocional, la prueba invisible de los hombres maltratados

TEMAS |
.
Fondo newsletter