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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La cuestión de Escocia se complica ¿Y Cataluña?

 

Parece que según los sondeos la cuestión escocesa se complica, para los unionistas, se entiende, porque los nacionalistas o independentistas no pueden estar mas contentos a la vista de que la progresión constante del voto “si” en las encuestas de opinión, ha conducido a que, por primera vez el voto favorable a una Escocia independiente sea mayoritario. Por escaso margen todavía, pero mayoritario.

¿Qué esta pasando? Pues muchas cosas a la vez. La primera, nada despreciable, consiste en que Escocia fue un Estado independiente que se unió en el Tratado de la Unión para formar el Reino que, precisamente por ello, lleva el nombre de Reino Unido. Por eso, insisto una vez más, la cuestión escocesa, en el plano jurídico, tiene nada que ver con la catalana, dado que en esta parte de España jamás existió un Estado independiente propiamente dicho. Sí que, como ha reconocido el catedrático Bruno Aguilera, dispuso de una suerte de Derecho Público propio, pero nada más, porque, al margen de su primera pertenencia al reino Franco, Cataluña formó parte integrante de la Corona de Aragón. La cuestión escocesa es diferente: El Reino Unido nace, en lo que a Escocia se refiere, de un pacto, y como tal puede romperse si la voluntad de los contratantes así lo decide. Una cosa es que tenga lógica o sentido político, económico, social o financiero, y otra bien distinta es la naturaleza jurídica subyacente.

La reacción de la Reina de Inglaterra ha sido oportuna. Bueno, no se si oportuna u oportunista, porque asegura que la Corona permanece “neutral”. ¿Cabe la neutralidad ante la hipótesis de desmembramiento del Reino sobre el que teóricamente reina la Corona? Pues me suena un poco artificial, pero es lo que ha dicho Isabel II, seguramente bajo presión de sus asesores de imagen que se han dado cuenta de un hecho muy importante: las versiones apocalípticas de los unionistas, asegurando todos los males del averno para una Escocia independiente, han tenido, están teniendo, un resultado contraproducente.

Y es lógico. Vamos a ver: a los políticos convencionales, a los de siempre, no les creen, digan lo que digan, salvo, claro, que los intereses económicos o de otro tipo anden por en medio, en cuyo caso no se trata de creencias sino de conveniencias. Por eso, si pronostican esos males del averno, la gente razona de este modo: miren, ustedes sí que nos ha traído esos desastres. Ustedes son los responsables del caos en el que vivimos, así que déjense de cuentos chinos y permítanos probar algo nuevo, diferente, distinto, porque lo que ustedes hacen lo conocemos y tenemos experiencia sobrada para saber que no nos gusta nada. En el fondo, y salvando las distancias y problemas, este es el clima que se respira cuando se pregunta a ciertas gentes en España el por qué de su voto a la formación radical Podemos.

¿Qué han hecho los políticos ingleses de siempre? Pues a mi juicio lo peor que podían hacer. Primero, ponerse nerviosos y ofrecer mas autonomía a cambio del voto “no”. Error. Cualquiera puede pensar: pero, vamos a ver, ¿no era tan malo eso de la autonomía?. Entonces, ¿por qué nos ofrece usted mas poderes? ¿No es  un contrasentido? Da toda la sensación de que están dispuestos a ceder lo que sea con tal de que Escocia no se vaya, y en ese caso la pregunta sería ¿cual es el interés oculto en que permanezca? ¿El petróleo del Mar del Norte?

Otro error es acudir precipitadamente a la campaña. Si su imagen es mala y sus palabras no son creídas, asistir de manera personal y directa es abundar en el error y potenciará el voto “si”.

Si Escocia se declara independiente, aunque permanezca dentro de la disciplina de la libra, Europa evidenciará las contradicciones en la que vive sumida. Desde que el proyecto europeo se formalizó como Unión Política, además de un caos nada despreciable en su funcionamiento, lo cierto es que han crecido de modo casi imparable los nacionalismos y los secesionismos. Exactamente lo contrario de lo que, al menos sobre el papel, se trataba de evitar. Y es que, siento decirlo, no entienden nada. Cuando al ser humano se le ofrecen referentes virtuales, no los acepta, y en el fondo busca los que de verdad tienen sustancia. Es algo que aprendí en 1992 en la URSS y desde entonces tengo muy claro en mi interior.

Me parece muy evidente que, salvando como antes decía las cuestiones jurídico-públicas, un voto Si en Escocia afectará a Cataluña y potenciará a los independentistas. Otra cosa es que el referéndum que pretenden los separatistas catalanes sea ilegal. Otra cosa es que se prohiba y suspenda su convocatoria por el Tribunal Constitucional. Otra cosa es que estamos, por dejadez y otras lindezas, ante un asunto muy grave. Pero cuidado con las emociones que se instalan en la masa. Cuidado porque son peligrosas. Y el voto escocés es sobre todo emocional. No se trata de ponderar los riesgos de ser independientes, si no al contrario, de vivir la “emoción de la aventura de ser escoceses”. Ya se que este tipo de emociones construidas en el vacío puede acabar mal, pero es lo que hay e ignorarlas no conduce a nada bueno 

 

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