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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Esculpiendo la magia de El Hobbit

«El mundo no está en tus libros y mapas. Está ahí fuera”, decía el mago Gandalf a Bilbo Bolsón al inicio de la película El Hobbit: Un viaje inesperado. Y, así, alejado de la lumbre de su hogar, el hobbit se enfrentó a peligros inimaginables en un mundo poblado por enanos, elfos u orcos, en busca del tesoro custodiado por el dragón Smaug. El autor del libro, J.R.R. Tolkien, inmortalizó en el papel las grandes aventuras de Bilbo por la Tierra Media. Y, tras el arrollador éxito de la adaptación cinematográfica de ‘El Señor de los Anillos’, Peter Jackson fue el encargado de llevar ‘El Hobbit’ a la gran pantalla junto a cientos de profesionales que trabajaron con él los 266 días que duró el rodaje de la nueva trilogía. Entre ellos, un escultor español que puede presumir de ser uno de los padres de Azog, el jefe de los orcos que persigue a Bilbo y su compañía de enanos por toda la Tierra Media.

El nombre de Rafael Zabala aparece en los créditos de El Hobbit, Iron Man 3, El Hombre de Acero y la segunda parte de El Planeta de los Simios. Para dar vida al personaje de Azog, trabajó durante meses en las oficinas de Weta Digital en Nueva Zelanda y, a las órdenes de Peter Jackson, su equipo modeló en 3D lo que después se vería en las pantallas de todo el mundo. “Azog iba a ser un actor maquillado con prostéticos”, confiesa Zabala en una entrevista con GACETA.ES. “Sin embargo, se tomó la decisión de hacerlo digitalmente para enfatizar los rasgos de un orco y exagerar aquello que no se podían hacer con maquillaje”, puntualiza, defendiendo el uso de la tecnología para hacer más creíbles las escenas de acción que, en El Hobbit, no escasean.

La magia originada en las oficinas de Weta, líder en el sector del diseño y efectos digitales ubicado en Wellington (Nueva Zelanda), ha acompañado a Peter Jackson en El Hobbit, El Señor de los Anillos o King Kong, a Andrew Adamson en Las Crónicas de NarniaJames Cameron en Avatar o Steven Spielberg y su largometraje Las aventuras de Tintín. Fundada por Peter Jackson, Richard Taylor y Jamie Selkirk en 1993, ha ganado en total cinco Óscar de la Academia en la categoría de mejores efectos especiales y, según explica Zabala, cuenta con un equipo total de más de mil personas en sus distintas especialidades.

El departamento de diseño, texturas y modelado de Weta Digital, donde trabajó el escultor valenciano, se encarga de extraer de la cabeza del director todas las ideas para plasmarlas en el ordenador. Es, según comenta, un proceso complejo que pasa por decenas de filtros hasta la versión final. “Cuando se aprueban los bocetos, se convierten entonces en personajes en tres dimensiones”, explica Zabala, que destaca la gran cantidad de personas “de gran renombre” dentro de las esferas del diseño que cuidan hasta el último detalle de la Tierra Media. “Incluso cuando los bocetos han pasado todos los filtros, se realizan retoques para hacer las orejas más puntiagudas, hacer las cicatrices más reales o mejorar los ojos”, afirma.

Tras el arrollador éxito de la trilogía de El Señor de los Anillos, la adaptación cinematográfica de El Hobbit fue acogida con entusiasmo y críticas a partes iguales. El principal reproche: que la obra de Tolkien, de alrededor de 300 páginas, se convirtiera en tres películas con nuevas tramas y personajes no concebidos por su autor. Al respecto, Zabala asegura que comprende las críticas, aunque no las comparte. “Las películas son una interpretación del libro y, aunque esté mal que lo diga, todo esto es un negocio”, dice. Sobre Azog, comenta que aporta “mucho más interés” y le da una continuidad a la historia. “El ojo del espectador está educado a los efectos especiales hoy en día y, por tanto, el público de este tipo de películas espera mucha acción y efectos”, continúa. “Con el libro ya teníamos una historia, pero había que ampliarla para que todo tuviera cabida”, zanja.

Rafael Zabala comenzó esculpiendo con barro en su taller de Valencia hasta que recibió un día una visita que le introdujo en el mundo del 3D. Y, aunque el cambio parezca radical, admite que no

volvería a la escultura tradicional. “Son dos formas distintas de expresarse”, dice, “y el 3D no deja de ser una herramienta como otra cualquiera para modelar”. Tras dar el salto a la industria digital en la empresa de publicidad The Mill, en Londres, su fichaje por Weta le abrió las puertas del cine. “Cuando te ofrecen una plaza para trabajar en una empresa así [Weta], puntúa mucho tener un bagaje tradicional, ya sea dibujando o esculpiendo”, explica y, tras una pausa, continúa: “Te da un punto de vista que no tienen todas las personas que trabajan con efectos especiales”.

La crisis ha sacudido la industria de la escultura tradicional y, por ello, son muchos los españoles que han optado por una formación en el mundo digital. Muchos de ellos trabajan en el extranjero porque, según su experiencia, España aún está «varios escalones por debajo» de otras empresas digitales localizadas en Inglaterra o Estados Unidos. “Es posible quedarse”, dice, aunque después cuenta que, mientras que en España no obtuvo respuesta de ninguna compañía, en el extranjero recibió varias llamadas de trabajo. “La industria cinematográfica es hollywoodiense”, considera. “Aún así, no son capaces de producir películas ellos solos y se tienen que repartir el trabajo entre empresas de otros países”, concluye, aunque puntualiza que España está ascendiendo y ya puede empezar a competir dentro de la industria.

En su paso por Nueva Zelanda, Zabala coincidió con un grupo de españoles que también trabajaba en las películas de El Hobbit. Y es que, afirma, “nada es tan difícil como parece”. “Siempre lo digo, los ingredientes para triunfar son el trabajo y el entusiasmo”, continúa. “Muchos de nosotros no nos podemos creer que esto sea un trabajo y nos paguen por ello, y que además formemos parte de un producto que se está convirtiendo en un clásico”, admite. Aunque recuerda con gusto su visita a las localizaciones donde se rodaron algunas de las escenas más famosas, como Hobbiton en la región de Matamata, asegura que no fue Nueva Zelanda lo que le sumergió en el espíritu de Tolkien. “Lo que de verdad me sumergió fue la pasión por hacer un trabajo que me gusta y me divierte”, concluye. 

Su nuevo destino se encuentra en Los Ángeles, donde se centrará en el diseño de personajes para una empresa del ámbito publicitario. Y, aunque por el momento pone en pausa su paso por el cine, se muestra igualmente ilusionado porque vive de lo que le ilusiona, «poner a trabajar la imaginación».

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