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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Estado Islámico y Cataluña

Durante esta semana, la actualidad está centrada, y con razón, en los acontecimientos que se están sucediendo en Cataluña. Barcelona, la que otrora fuera ciudad de referencia en España, en el Reino de España, de la que aún es y seguirá siendo parte junto con el resto de provincias que componen la Comunidad Autónoma de Cataluña, es el centro mediático provocado por el delirio secesionista de unos pocos que pretenden doblegar la voluntad de unos muchos. Las decisiones tomadas en el Parlamento de Cataluña, sin entrar en valoraciones políticas de las que siempre huyo, no tienen lugar ni en el país más desestructurado políticamente del África negra, sí esa a la que siempre miramos con cierto desprecio. Podría citar ejemplos, sin intención de ser aburrido, como Burundi, República Centroafricana, Somalia y algún otro que seguro me dejo en el tintero. Sinceramente, a mis ojos y mi entender, no precisamente entrenado en los análisis políticos, lo que estamos viviendo en España, en el Reino de España, bien podría ser parte de una de las Alertas de Inteligencia que diariamente emitimos desde AICS. Y si esa Alerta tuviera el encabezamiento de localización en Kenia, Uganda, Sudán del Sur o incluso Libia, no le extrañaría a nadie.

Pero, desgraciadamente, España tiene otros problemas. Problemas compartidos con Europa y que, de alguna manera, están influenciados por lo que ocurre en Cataluña. Lo están porque los causantes de esos problemas ven con buenos ojos lo que se vive en la conocida como Ciudad Condal.

En anteriores ocasiones, desde esta tribuna de tinta electrónica, hemos hablado de la táctica de los grupos terroristas actuales de buscar la desestabilización de Europa, romper sus instituciones democráticas, y provocar el enfrentamiento entre la población y el Gobierno. Caray, estamos haciendo su trabajo, y gratis.

Pero España, como decía antes, y me molesta no ser capaz de evitar llevar el texto a la actualidad del momento, tiene otros problemas que, de alguna manera, también son graves, peligrosos y actuales.

Hace poco más de veinte días que a las 16:30 horas de la tarde de un jueves, que debía haber sido un día cualquiera, una serie de individuos decidieron sembrar el terror en las calles de esa ciudad que ahora pretende alejarse de España. Ese mismo día, en ese mismo minuto, nos dimos cuenta que no éramos infalibles, y pudimos comprobar en nuestras carnes cómo las calles de nuestro país, de nuestra nación, eran el escenario de actuación del terrorismo islamista. Es curioso que los terroristas eligieran un escenario que pretende dejar de ser España, y que al mismo tiempo ellos, los malos, alardeen de que han golpeado a España. Curiosa dicotomía.

Volviendo a la realidad del momento, España tiene, como Europa otros problemas que se llaman terrorismo islamista.

Con la eliminación del grupo terrorista de Cataluña, no podemos pensar que el problema se ha terminado. Primero porque sería una temeridad, segundo porque estaríamos engañándonos a nosotros mismos.

Una cosa es necesario clarificar y que, para aquellos que sigan un poco el desarrollo del fenómeno del terrorismo islamista no será nada nuevo. Estado Islámico, a pesar de lo dicho por propios y extraños, expertos y aficionados, versados en terrorismo y analfabetos en la materia, no está detrás de este atentado. No a mis ojos, mis entendederas y mis conocimientos. Demasiados aspectos, propios de un atentado

sufragado o auspiciado por la organización terrorista, no han aparecido. Desde el juramento de fidelidad a al-Baghdadi, hasta el vídeo imperativo para cualquier ataque relacionado con la organización. Sin embargo, el lector podrá pensar que esto choca de frente con los comunicados que el propio Estado Islámico emitió horas y días después de los ataques. Sí, es cierto que lo hace, pero debemos puntualizar que una cosa es asumir y otra atribuirse, y como tantas otras veces, se atribuye el hecho pero no lo asume, entre otras cosas porque no sabe ni cómo ocurrió. Y solo hay que leer el comunicado para llegar a esta conclusión.

Sin embargo, y dejando de lado este aspecto puntual, que para muchos puede ser nuevo, por bendición de esas afirmaciones jurisprudentes de algunos expertos, lo que sí ha dejado bien claro lo ocurrido el pasado agosto es que algo necesita ser revisado. España, como el resto de Europa, tiene ahora un nuevo problema, y muy grave, y es que ya ha sido violada por el terrorismo islamista. La virginidad que como nación tenía, gracias en mucho a la actividad profesional, eficiente y acertada de las Fuerzas de Seguridad, ha sido profanada por unos individuos, inexpertos, neonatos en el terreno del terrorismo, mal formados y peor entrenados (básicamente porque ni lo uno ni lo otro se puede aplicar a ninguno de ellos), pero que han demostrado que es posible cometer un atentado en España.

España tiene otro problema más allá de los devaneos esquizofrénicos de unos pocos habitantes de Cataluña, y es la seguridad de la nación, también de Cataluña porque es parte contratante, inseparable y constituyente de España. Y en pos de esa seguridad es necesaria la concurrencia de todos. Cierto es que algo ha fallado, porque cuando se produce un atentado, islamista o no, es porque algo ha fallado. Cierto es que alguien no actuó con la diligencia requerida, pero eso ya es pasado, y el pasado como tal quedó atrás. Ahora, lo necesario, lo imprescindible es aprender de ese pasado. Es obligatorio sacar las lecciones aprendidas de lo ocurrido, reflexionar y analizar de manera crítica los por qué de las cosas, y buscar las soluciones a esos problemas.

Pensar que ellos han tenido suerte, pero nosotros somos mejores y esto no va a volver a ocurrir es, cuanto menos, pretencioso, por no decir imprudente. Porque ellos, los que la mayoría piensan no han tenido ni suerte ni mala suerte, simplemente no han intervenido y eso es lo que da más peligrosidad a esta acción. Si unos cuantos individuos, radicalizados por medio de la propaganda consumida durante años, con la dirección espiritual de un Imam que aprendió a fabricar explosivos antes de ayer, han podido cometer un atentado como el de Barcelona, ¿qué ocurrirá cuando sean verdaderos profesionales, gente con experiencia de combate los que intervengan?

Eso es lo que debemos pensar ahora, lo que se debe analizar y de lo que se debe aprender. Dejémonos de luchar, de lanzar pozales de reproches en uno y otro sentido, apelaciones a la profesionalidad de unos frente a otros, y creemos un frente común para que no nos vuelvan a ganar la partida.

Parece que hoy, como ayer o antes de ayer, ya nadie se acuerda de lo que ocurrió hace menos de un mes. Cierto es que la actualidad, sangrante por lo que ridícula y sin sentido es, ha desbancado a todo lo ocurrido anteriormente, pero no podemos olvidarlo. Ellos no olvidan, y les voy a decir más, a las horas de hoy, los que escribieron esos mensajes atribuyéndose algo que no han hecho están contentos de ver lo que ocurre en España. Y se retrepan en sus sillones viendo la televisión o leyendo nuestros periódicos, pensando que gracias a ellos estamos discutiendo entre nosotros.

No les demos ese placer y no olvidemos que, desgraciadamente Cataluña no es el único problema.

 

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