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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Infectados

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27

La semana termina con un tema nuevo: la llegada a España de los misioneros infectados de ébola. Es el tema estrella en todas las tertulias, en las cabeceras de prensa, radio y televisión. Para la mayoría de los medios informativos todo se ha hecho bien por parte de quienes han decidido montar tal operación de alto riesgo. Otros han demostrado una cicatería, un alarmismo y un manejo de la opinión pública, dignos de las dictaduras más negras que han llenado la historia de los últimos doscientos años en el mundo.

Desde la altura de este campanario he observado como esta sociedad está infectada, no de ébola, pero sí de hipocresía social y moral indignas de una cultura civilizada. Unos soltaron que el costo de la aventura aérea la iba a pagar los hermanos de San Juan de Dios, institución donde canónicamente pertenecen los afectados. Otros usaron las redes sociales para sembrar el miedo al contagio de una enfermedad que ha matado, en un año, a menos gente que la gripe en ese mismo espacio de tiempo. Unos opositores políticos desearon sacar tajada preelectoral aduciendo que eran un cura y una monja y por lo tanto, no estaban encuadrados en el moderno ejército de cooperantes de organizaciones no gubernamentales, quienes sí se merecían que los trajeran para acá volando como ha ocurrido cuando los han secuestrado en selvas africanas por gentuza de oscuros intereses.

Ciertos sindicatos de médicos, de enfermería o de auxiliares de clínica han tocado a rebato mezclando el dineral del gasto de esta misión humanitaria con los recortessanitarios madrileños y con el sensible aspecto del contagio de los profesionales que están tratando al misionero y a la religiosa que han sido trasladados a España.

Estamos infectados sí, pero de una doble cara y rasero a la hora de tratar con un asunto como éste, donde al ser misioneros, lo que late en el fondo es un rechazo a la vocación religiosa de entrega a Dios y a los demás, como hacen los casi veinte mil misioneros españoles repartidos por el mundo, frente al ridículo número de cooperantes laicistas que marchan con papeles de seguros a todo riesgo y si ocurre cualquier eventualidad, el secuestro por ejemplo, siempre aparecen unas manos desconocidas que pagan unos millones de euros para salvar la vida de los raptados, pero nunca se informa de donde sale el dinero entregado. En esta ocasión ha sido el propio presidente del gobierno quien ha afirmado que el coste lo asumirá el gobierno de España.

Debajo de toda esta situación se juega la pelea secular del catolicismo y el laicismo. El primero tiene un montón de misioneros que dan su vida por los más pobres del mundo. El laicismo tiene unos cooperantes que a plazos de tiempo van y pretenden arreglarlo todo. Los primeros van en nombre de Dios. Los otros lo hacen en nombre propio.

 

 

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