«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Justicia para Alfie

La Justicia británica se mantiene firme en su intención de evitar por todos los medios que el pequeño salve su vida.

Nunca nos hubiera gustado escribir estas líneas. Ojalá todo esto fuera una pesadilla de la que al día siguiente sólo queda el mal recuerdo, pero desgraciadamente se trata de la realidad a la que nos enfrentamos. Y esta realidad es, perdonen la expresión, repugnante. Reino Unido no sólo está dejando morir a Alfie Evans en la cama de un hospital, sino que la Justicia británica se mantiene firme en su empeño de evitar por todos los medios que el pequeño salve su vida. La Corte de Apelaciones ha respaldado la prohibición para trasladar al bebé a Italia, donde las autoridades y el Vaticano tienen todo preparado para tratar su caso en el hospital pediátrico Bambino Gesù.

La Justicia británica mantiene la prohibición de trasladar a Alfie a Italia

El pasado lunes por la noche los médicos desconectaron a Alfie de las máquinas que le mantenían con vida. A pesar de que los especialistas sólo le daban unas horas de vida, el pequeño ha continuado respirando, aferrándose a la vida con la misma fuerza que aquellos que buscan arrebatársela. Sus padres, dos jóvenes de poco más de 20 años, han reclamado a las autoridades un cambio de criterio que parece improbable que se vaya a producir: “Alfie todavía se encuentra tan bien como puede. Está luchando. Todavía no está sufriendo y no ha tenido ninguna apnea ni signos de dolor”, aseguraron.

El caso de Alfie se ha visto rodeado de un silencio mediático insólito. Los principales dirigentes han guardado un comprometedor silencio ante el atropello de sus homólogos británicos y sus terminales mediáticas, tan dispuestas a elevar cualquier nimiedad a las primeras planas, han pasado por alto un hecho que sienta un peligroso precedente para el futuro: un Estado decidiendo cómo y cuándo deben morir nuestros hijos.

Uno recuerda con estupor el torrente mediático que siguió al sacrificio de Excalibur, el perro de la enfermera española que contrajo ébola en 2014, las protestas frente al hospital por la muerte del can y las quejas de la clase política elevando la voz y pidiendo «más consideración con los animales». Hoy todos ellos permanecen callados, esperando a que la enfermedad acabe con Alfie para pasar página sin tener el valor de señalar el deshumanizado mundo en el que nos ha tocado vivir.

El hospital que retiene a Alfie almacenó durante años cadáveres de niños

La Gaceta ha sido especialmente crítica con las políticas de Mariano Rajoy en materia social. Hoy el presidente del Gobierno se vuelve a equivocar. España debería haber seguido el camino de Italia, que concedió la nacionalidad al pequeño para que fuera tratado en el Bambino Gesù, pero Rajoy ha preferido agazaparse una vez más bajo el paraguas comunitario de Bruselas para justificar un silencio que buena parte de sus votantes censura. El PP ganó unas elecciones en 2011 defendiendo el derecho a la vida. ¿Nadie lo recuerda en Génova, 13? No, por supuesto que no.

El presidente de Polonia alza la voz: '¡Alfie Evans debe ser salvado!'

La esperanza viene del Este, como casi siempre en los últimos tiempos. El presidente polaco, Andrzej Duda, denunció el atropello británico: “¡Alfie Evans debe ser salvado! Su pequeño y valiente cuerpo ha demostrado de nuevo que el milagro de la vida puede ser más fuerte que la muerte. Tal vez todo lo que se necesita es buena voluntad por parte de los responsables que toman las decisiones. ¡Alfie, oramos por ti y por tu recuperación!”.

La sociedad civil también se ha movilizado para tratar de salvar a Alfie. Tras las palabras del Papa Francisco, que reclamó que se permitiera a los padres intentar nuevas posibilidades de tratamiento, las redes sociales se han unido bajo el hashtag #AlfieArmy para defender la vida del pequeño ante el enésimo caso de ingeniería social al que se enfrenta esta sociedad.

Decía el recordado Juan Pablo II que «una nación que mata a sus propios hijos es una nación sin futuro». Permítanme la licencia de añadir que si este es el futuro que nos tienen preparado las élites, yo no lo quiero.

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