«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las claves para superar con éxito una cata de vinos

La cata de vinos es algo de lo que mucha gente (afortunadamente, cada vez más) disfruta, aunque para otros es algo realmente complicado y casi misterioso.

La distancia entre el consumidor medio y el sommelier profesional parece demasiado amplia, y son muchas las personas que se aproximan a una copa de vino con cierto temor. Dicha sensación puede reducirse exponencialmente conociendo las claves de la cata, la esencia de cómo catar un vino.
Toda cata de vino (¡no confundir con beber vino!) tiene tres fases: visual, olfativa y gustativa, o dicho de otro modo: vista, nariz y boca.

Fase visual

Visualmente, el color, el tono y el brillo de un vino pueden darnos mucha información. Fijémonos en la densidad del vino, en cómo las lágrimas resbalan por la copa, para anticipar su volumen en boca; en el tamaño de las burbujas de los espumosos, mayores cuanto menor su crianza o en el brillo de los colores, más intenso cuanto más ácido y vivo el vino.
Tras estas primeras impresiones, inclinad la copa sobre un fondo blanco hasta que el vino quede en paralelo con la mesa y buscad en él un primer color y, si queréis, un tono secundario. Recordad que los tintos empiezan su vida en colores violáceos que van palideciendo con la edad, mientras que un vino blanco se oscurece a medida que acumula años.
Otro detalle vital es la capa del vino; con la copa en la misma posición poned el dedo debajo e intentad valorar la transparencia del vino, su capa. Cuanto menos podáis ver vuestro dedo más peso tendrá el vino en boca.

Fase olfativa

Llegado el turno de la nariz aparecen los verdaderos problemas. Nosotros los humanos, a diferencia de la mayoría de mamíferos, hemos olvidado prácticamente nuestro olfato, y de su falta de uso se derivan las dificultades para identificar aromas.
Intentad identificar en el vino algún aroma que os resulte familiar, quizás una cereza o una manzana y, a partir de ahí, relajaos y seguir profundizando en el aroma en busca de nuevos recuerdos. Es muy recomendable oler primero sin mover la copa y después agitarla para percibir los aromas de manera gradual. Intentad agrupar las sensaciones de manera global (frutal, floral, láctica) para después profundizar en el detalle (fresas, violetas, yogur) y fijaos en posibles aromas terciarios que descubran el paso del vino por barricas, tales como las especias, el humo o el café.

Fase gustativa

En boca debemos centrarnos en el tacto y en los gustos, así descubriremos si un vino es cremoso o esbelto, ácido o dulce. Fijaos especialmente en la intensidad y la duración de las sensaciones; los grandes vinos permanecen en el recuerdo aromático y táctil minutos después de haber sido bebidos. Si además conseguís expirar por la nariz al tiempo que mantenéis una pequeña cantidad de vino en el interior de la boca, los mensajes aromáticos se multiplicarán y podréis gozar del vino en plenitud.
Superada la cata ya es momento de beber pausadamente y deleitarse con la parte más hedonista del vino.
Por el Equipo de someliers de Vinissimus

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