«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El linchamiento de los prisioneros en el Cuartel de la Montaña

El general Fanjul protagonizó el único foco del alzamiento que tuvo cierta importancia en Madrid en las primeras horas de la Guerra Civil. Atrincherado en el Cuartel de la Montaña junto a unos 1.500 hombres aguantó unas horas hasta que se produjo la toma de la instalación militar.

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Desde la mañana del 19 de julio el cuartel empezó a ser rodeado por fuerzas regulares leales al Frente Popular y milicianos de los diversos partidos de izquierdas que habían sido armados por sus organizaciones y por el Gobierno presidido por José Giral, que sustituye a Diego Martínez Barrio que se negó a armar a partidos y sindicatos. Durante el primer día de asedio se produjeron varios intercambios de disparos de fusilería entre los sitiados en el cuartel y quienes mantenían el cerco.

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Durante la noche del 19 al 20 de julio, los militares fieles al Gobierno del Frente Popular emplazaron tres piezas de artillería en la Plaza de España. Dos de ellas eran del 105 y la tercera del 155. Entre las siete de la mañana y las nueve se produjo un intenso bombardeo contra los sitiados, lo que provocó que varias compañías de la Guardia Civil que sitiaban el edifico entrasen al complejo desde el Parque del Oeste y lograsen que se abrieran las puertas que dan a la Plaza de España con el asalto masivo por parte de las milicias de los partidos políticos, mientras que las unidades militares frentepopulistas se quedaban en el exterior.

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La masacre se inició en el patio central del cuartel, donde los defensores, que ya se habían rendido, empezaron a ser asesinado cuando se entregaban a los sitiadores. Entre las decenas de cadáveres que se recogieron dentro del recinto, muchos fueron asesinados con disparos a quemarropa. Otros no tuvieron tanta suerte y murieron a manos de una parte de la turba que, no habiendo llegado a tiempo al reparto de armas, entraron con hachas, cuchillos y mazos.

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Se vivieron escenas de especial crueldad, como cuando varios de los oficiales que se habían rendido fueron arrojados desde las ventanas del tercer piso al patio y luego rematados a patadas por la turba. O la subasta de algunos prisioneros para decidir que asaltante le rajaba el vientre con una bayoneta.

Tras el primer momento de asesinatos, la matanza se detiene y los prisioneros fueron divididos en dos grupos. Uno de ellos era sacado y fusilados inmediatamente junto al muro del cuartel donde eran rematados a bayoneta. Otros fueron enviados a la Cárcel Modelo, de donde fueron sacados y asesinados en Paracuellos pocos meses después.

Al acabar el día 20 de julio, más de 200 cuerpos se encontraban tendidos sin vida en el patio, mientras que varias docenas fueron abandonadas junto a los muros del edificio.

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Desde la historiografía marxista se han consolidado dos mitos para justificar la barbarie de la turba. La primera es que se ametralló a la masa cuando se acercaban al recinto mientras se sacaba una bandera blanca. La segunda que la autoridad no pudo hacer nada para evitar los linchamientos.

Es cierto que se produjeron ametrallamientos mientras desde una de las ventanas se mostraba una bandera blanca. Pero quienes sacaron las banderas de rendición eran oficiales partidarios del Frente Popular que se encontraban desarmados y prisioneros en una de los despachos de la segunda planta y que pretendían ponerse a salvo y que no hicieran fuego con las piezas de artillería a esa zona, no representaban a los sublevados ni fue orden del general Fanjul.

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Respecto a lo de los linchamientos incontrolados que no pudieron ser sofocados por las fuerzas del orden frenepopulistas, contrasta con su eficacia a la hora de sacar sin agresiones al propio Fanjul para poder llevarlo ante la Justicia para ser juzgado.

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