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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La llamada de Dios

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27

Acaba un mes de despedidas. Un rey ha dado paso a su hijo. Varios políticos dejan la vida pública. Han sido treinta días de movilidad y cambios. Muchos de estos vaivenes nacieron con los resultados de las elecciones europeas. La vida continúa.

Ayer fueron ordenados sacerdotes dos jóvenes de la provincia, uno nacido en Torredelcampo, el otro en Villacarrillo, ambos engrosan el número de presbíteros, que estamos en la diócesis de Jaén. Es una feliz noticia para todos los católicos con domicilio en las tierras del Santo Reino.

La interrogación que planea en todas las cabezas es la misma: ¿Cómo aumentar el número de vocaciones a cura en Jaén?. Con ese motivo se ha cambiado toda la cúpula del equipo educativo del Seminario Diocesano.

Aún la misión para preparar los futuros sacerdotes de la diócesis tiene dos ángulos esenciales que nunca deben faltar: la familia y la comunidad parroquial. Cuando una feligresía vive compactada junto a la pastoral familiar, y en el interior de los hogares católicos se vive el evangelio del Señor, la semilla vocacional puede crecer y debe ser así, siempre que el joven llamado no necesite un audífono de última generación, sino que tenga los oídos prestos como los buenos canes en cuanto oyen un ruido en la casa que custodian. Dios siempre nos llama, lo hace habitualmente de modo sencillo, buscando sorprendernos cada día con su presencia.

Es lo que falta en muchos jóvenes de hoy: vivir en la presencia del Señor, estar abiertos a la llamada a seguirle sin frenos de ningún tipo. A veces es la propia familia la que pone cortapisas a algún hijo que afirma sentirse llamado por Dios en la vida sacerdotal. Suelen decirle: “¿Te vas a perder una vida de éxito y victorias para irte a vivir a un Seminario y ser algún día  cura? No hagas eso, hombre, que hoy los curas no tienen un cartel bueno ante la sociedad; hoy no mola ser sacerdote, debes luchar contra esa llamada de Dios”. Más de un joven sucumbe ante semejante razonamiento, lleno de tópicos y de falta de sentido evangélico.

Si ser cura es el don más grande que un hombre puede recibir de Dios en la vida, hoy, cuando los vientos y las corrientes marinas no son favorables a una navegación serena, es cuando más se demuestra que ser sacerdote actualmente es para gentes valientes, esforzadas, capaces de entregar su vida por Dios y la Iglesia Católica, a beneficio de toda persona de buena voluntad mirando siempre a los más pobres y necesitados de comida material y espiritual, porque el animador de las Cáritas parroquiales siempre somos los sacerdotes, tanto en tiempos de crisis económica, como en tiempos de ignorancia espiritual como la actual, donde Dios ha sido mandado de vacaciones.

 

 

 

 

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