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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 35
El pulso entre la Asociación editora de diarios españoles y el gigante buscador Google en el asunto de agregar noticias existentes en los periódicos sin criterio ni respeto alguno a editores y autores de reportajes, relatos y demás artículos es un atraco económico e intelectual. Con razón la nueva ley española sobre la propiedad intelectual obliga a que los millonarios del buscador americano pasen por taquilla y no tengan barra libre como hasta ahora han hecho.
Este litigio se parece al que está ocurriendo en copiar y plagiar novelas, cuentos y otras publicaciones digitales, colgadas en la Red, que está llenando los bolsillos de gentes sin escrúpulos y con desganas absolutas de trabajar lo más mínimo.
Hace semana y media un correo electrónico recibido me confirmaba lo acontecido con un artículo publicado el 28 de septiembre, en este campanario de papel, que tenía por título Engañados. Un individuo sin moral ni ética profesional había copiado el contenido entero, colocó una entradilla de dos líneas y una coletilla de tres renglones, y se lo había merendado en su blog personal, alojado en la plataforma de un diario digital ubicado en un país de Hispanoamérica, demostrando que el latrocinio intelectual en la Red es a cara descubierta, sin ponerse por lo menos el antifaz del Zorro en sus películas.
Quien me enviaba la noticia echaba sapos y culebras salidas de sus dedos sobre el teclado. Contesté con calma a sus llamadas a defenderme ante algún tribunal, indicando que si en un país hermano americano hacen eso con mis artículos es que leen más allá del charco, y eso, mirado con egoísmo sano, es un acicate para mejorar mis contenidos y el ropaje castellano que los envuelve.
Hoy, desde aquí, perdono al plagiador a quien no conozco, y le sugiero que no haga más esa acción de copista barato, ya que sin acudir a ninguna instancia judicial, él mismo ha sido descubierto por un buen lector amigo, y yo mismo le estoy poniendo en solfa en este campanario tocando el badajo más gordo de la campana más grande para que el sonido le llegue hasta su tierra colocada en aquella América hermana al otro lado del Atlántico. Le informo que es una mala acción. Si pone mis artículos citando la fuente y al autor será un benefactor de la ética profesional y un caballero respetuoso de lo colgado en la Red lo firme quien sea.
Tras esta peripecia, coincido con el reto que los editores de periódicos le hacen a Google, porque si un singular personaje americano copia un campanario, ¿qué demonios no se esconderán debajode una millonaria empresa afincada en el estado de California, miembro de los Estados Unidos de América del Norte, en la cual beben tantos lectores y usuarios de Internet para no se sabe qué intereses.?
Tomás de la Torre Lendínez