«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Rafael y la filosofía en Cataluña

@RRDELASERNA

A Rafael Sanzio (Urbino, 1483-Roma, 1520) le cupo el misterioso destino de nacer y morir en Viernes Santo y en la misma fecha: un 6 de abril. Ya ven: dejó este mundo el día de su cumpleaños. Arquitecto y pintor, Sanzio ha pasado a la historia del arte como “Rafael” por antonomasia. Al igual que a Miguel Ángel, se lo conoce solo por el nombre de pila, sin necesidad de añadido alguno. A lo largo de sus 37 años de vida, conoció la Italia del Renacimiento, una de las cumbres de la civilización occidental, y su pintura dejó un testimonio vivo de esa visión del mundo que impulsó las navegaciones oceánicas, la cartografía, la imprenta, la ingeniería… La relectura del pasado griego y romano, que jamás había desaparecido de la tradición europea, alumbró unos tres siglos (XIII-XVI) de creaciones admirables en música, literatura, escultura, etc. Fue el tiempo de Dante, Petrarca, Garcilaso, Chaucer, Marsilio Ficino, François Villon y Aldo Manuzio, inventor de la coma, el punto final, la tilde y el apóstrofe. Casi nada.

Debemos al genio de este artista de Urbino las pinturas de las cuatro estancias llamadas Rafaelitas. Vayan al Vaticano. Solo por verlas vale la pena desafiar las colas interminables, el sol inmisericorde, la lluvia despiadada y las turbas de vendedores y pícaros. Así es Roma desde que la fundaron Rómulo y Remo el 21 de abril del año 753 antes de Cristo. Tendrán que ir poco a poco. La delicada magnificencia y el esplendor equilibrado de estas salas son deslumbrantes. Una de ellas me gusta especialmente: la Escuela de Atenas.

Si dos mil quinientos años de Filosofía se pueden resumir en una pintura, aquí la tienen. La escena es una conversación entre los filósofos clásicos. Platón (que tiene la cara de Leonardo da Vinci en su famoso autorretrato) y Aristóteles, más joven, dialogan sobre la Verdad. Aquél sostiene el Timeo y éste la Ética. Los dos lucen las barbas de los amantes de la sabiduría. A diferencia de los romanos, que se afeitaban hasta que el emperador Adriano puso la barba de moda, los griegos la lucían a menudo como atributo de masculinidad y madurez. Véanlos ahí sosteniendo sus libros mientras charlan. Los rodean otros que alimentaron siglos de preguntas. Está el lloroso Heráclito entristecido porque todo pasa y nada queda. Rafael le puso el rostro de su rival Miguel Ángel. Allí están Epicuro y Pitágoras, Parménides, Hipatia y Averroes, entre otros. Como si hubiese querido seleccionar a la aristocracia del pensamiento, Rafael pintó un catálogo de aquellos que buscaban el conocimiento por encima del color de la piel o la religión que profesaban. Recuerden: lo pintó para el Vaticano y por encargo del Papa. El humanismo es inconcebible sin los príncipes florentinos ni los papas romanos.

Esta estancia es fabulosa. Hay que verla con el respeto que uno siente ante un misterio o un prodigio. Intenten hacer silencio interior ya que el exterior será imposible. Aquí late el pulso de Occidente. En la comprensión profunda de esta pintura, nos jugamos el futuro de dos mil quinientos años de legado. Hay que tomarse muy en serio la Filosofía, la Historia, la Literatura, el Arte… En España, estamos pagando las consecuencias de décadas de desprecio, olvido y burla de las humanidades. En el intento de que los jóvenes aprendieran a hacer cosas -que es muy importante- se ha ido olvidando la importancia de saber por qué (o por qué no) deben hacerlas.

En Cataluña, la Consejería de Enseñanza ha decidido hacer obligatoria la Filosofía también en el segundo curso de Bachillerato y no solo en el primero como prevé la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Cuando lo leí, estuve a punto de romper a bailar sobre la mesa. No podía creer que alguien hubiese decidido ampliar las horas dedicadas a las Humanidades en lugar de reducirlas. Menos mal que me contuve. Al final, este tema siempre le deja a uno un fondo de tristeza inabarcable.

Sí, Filosofía será obligatoria en segundo, pero, según la descripción de la consejera, se parece más a un curso de autoayuda -que me merece todo el respeto, por cierto- que a los contenidos completos de la reflexión filosófica. La consejera de Enseñanza Meritxell Ruiz subrayó la necesidad de impulsar materias que ayuden a formular preguntas como éstas: «¿Cuál debe ser tu actitud delante de la vida? ¿Qué debes aportar tú a la sociedad? ¿Cuál es el sentido de la existencia?». La consejera añadió que «vivimos en una sociedad que durante años ha pasado a ser muy individualista, consumista, lo quiero lo tengo, necesitamos ir a los clásicos y a los pensadores de la historia de la filosofía para hacernos preguntas». Me temía lo peor y va camino de confirmarse: «el hecho de preguntarse sobre el sentido de las cosas es muy importante, más en un mundo donde es muy importante el sentido crítico y de la creatividad». Echo en falta muchas cosas en estas afirmaciones.

Sí, sin duda es fundamental preguntarse por el sentido de las cosas, pero esto, en sí mismo, no concluye la reflexión. Al contrario, puede terminar alimentando este círculo relativista: nadie afirma nada ni lo da por cierto ni verdadero. Me hubiese gustado escuchar o leer, en algún sitio, que esta asignatura de Filosofía va a tratar sobre Metafísica o Epistemología y no solo sobre Ética, que es importantísima, pero insuficiente por sí sola. Me hubiese encantado ver que este segundo curso de estudios filosóficos persigue adiestrar la razón y el entendimiento, dotándolo de las herramientas de la Lógica. Me hubiese hecho feliz -no imaginan cuánto- encontrar en algún sitio la palabra “Verdad”. Al final, con el culto a la pregunta, nos estamos olvidando de la importancia de las respuestas.

No ataco las preguntas. Al contrario, creo que son el primer paso hacia el conocimiento. Ahora bien, se vuelven redundantes y circulares si no se alcanza una respuesta. Junto a la pregunta, hay que dotar de importancia a la respuesta. Lejos de la modestia de quien contempla la filosofía con la humildad de un ser falible, el relativismo se ha convertido en una consigna que descarta toda referencia a la Verdad y toda certeza. Así nos va.

Mi desazón se acrecentó cuando descubrí que el tiempo que se le da a la Filosofía se le hurta a la Historia de España y a las lenguas catalana y castellana. Esto tampoco es mucha solución. Desvistiendo a un santo para vestir otro, acabaremos con el santoral desnudo e igualmente ignorantes. Las humanidades no pueden segmentarse. Lo mismo sucede con la ciencia. El énfasis en la tecnología está soslayando la importancia de los aspectos teóricos de la física o la matemática. Dante es incomprensible sin el pensamiento medieval. Garcilaso solo cobra pleno sentido a la vista del arte renacentista de España e Italia. Colón jamás hubiese descubierto nada sin la cartografía, la geografía, la náutica y, en suma, el espíritu del Renacimiento. Quizás aprendan algo de Filosofía, pero será a costa de dedicarle tiempo a la Historia de España y a las lenguas. Alguien dirá que de algún lugar hay que sacar el tiempo (fabulosa paradoja) pero esto nos conduciría a otro asunto: qué hacen y cómo emplean su tiempo los alumnos. Dejémoslo aquí por ahora.

 

Me queda el consuelo de recordar la obra de Rafael, que nos dejó tal día como ayer en el año del Señor de 1520 en la Ciudad Eterna. A él, hijo de un tiempo de preguntas y pintor de filósofos, quizás se le hayan brindado ya todas las respuestas.

TEMAS |
.
Fondo newsletter