«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Algunas razones para vivir mejor

No hay mensaje médico más baldío que el que se da a un fumador empedernido invitándole a dejar un hábito que, demostrado está, le acorta muy seriamente la vida y se la complica con una calidad francamente indeseable. Quizá los médicos no sepamos transmitir adecuadamente el mensaje.

A lo largo de mi carrera profesional he tratado de inculcar en mis pacientes la conveniencia de abandonar el tabaco, incluso cuando yo, a hurtadillas, era también uno de ellos.

Y, desafortunadamente, no hay mensaje médico más baldío que el que se da a un fumador empedernido invitándole a dejar un hábito que, demostrado está, le acorta muy seriamente la vida y se la complica con una calidad francamente indeseable. Quizá los médicos no sepamos transmitir adecuadamente el mensaje.

Hace pocos días, en la Fundación Española del Corazón, hablando de este tema con un viejo y brillante colega me aconsejó que siguiera su táctica con la que, según me decía, obtenía muy buenos resultados: “No les cuentes lo negativo, háblale a tus pacientes de las ventajas que van obtener abandonando los malos humos”. Y así me lo expuso:

– Diles que a los 20 minutos de la última calada la presión arterial les bajará hasta normalizarse.

– Cuéntales que después de 8 horas el monóxido de carbono, un veneno gaseoso extremadamente dañino, habrá reducido su tasa sanguínea a la mitad con lo que sus glóbulos rojos transportarán mucho mejor el oxígeno y su metabolismo celular ganará en eficacia y rendimiento.

– Anímales, porque pasados 2 días, la disminución del riesgo para padecer un infarto agudo de miocardio por arterioespasmo ya será evidente.

– A los tres días de abstinencia no quedarán restos de nicotina en su cuerpo lo que les hará recuperar el olfato y el gusto que quedaron crónicamente enmascarados por el veneno. Saborearán mejor los alimentos sólidos y líquidos.

– Al cabo de una semana, los bronquios volverán a recuperar el tono y su función haciéndose más elásticos y menos sensibles a la acción de virus y bacterias con lo que no sólo respirarán mucho mejor sino que las posibilidades de infecciones broncopulmonares disminuirán hasta casi desaparecer. Simultáneamente la capacidad para el ejercicio físico aumentará de un modo que el propio paciente empezará a constatar que, efectivamente, el tabaco en lo que a vigor para el ejercicio se refiere era una auténtica rémora.

– Paralelamente los varones notarán una evidente mejoría en su función eréctil, lo que invalidará aquel dicho popular sobre “los tres grandes placeres de la vida: el whisky de antes y el cigarrillo de después”. Gozarán mucho más de su vida sexual.

– A los 3 meses las capacidades cardiopulmonares habrán mejorado al extremo que, probablemente, si el fumador seguía un tratamiento broncodilatador o antihipertensivo su médico podrá autorizarle una interrupción temporal para observar resultados.

– A los 6 meses, las toses, los estornudos, los sofocos y el cansancio crónico habrán pasado a formar parte de los desagradables recuerdos de su pasada “mala vida”. El exfumador habrá recuperado entre un 15% y un 20% de su capacidad cardiopulmonar.

– A los 5 años de abstinencia el riesgo del exfumador para sufrir un ictus será idéntico al del que nunca fumó.

– A los 10 años el riesgo para algunos tumores broncopulmonares, de laringe, de lengua, de vejiga o de mama habrá desaparecido como consecuencia del tabaco.

– Y a los 15 años las probabilidades de sufrir un infarto de miocardio se habrá igualado a las de los no fumadores.

Además, me decía mi ilustre colega, diles que bastantes impuestos ya pagan al Estado (que es quien controla el monopolio de los malos humos y favorece su consumo) para que encima, y a costa de su salud, engorden unas arcas cuyos manejos siempre resultan opacos.

Alértales de que el Estado, para compensar la reducción de ingresos por tasas derivadas del consumo de tabaco y tratando de lavar su mala imagen, dice ahora que para “regular los altos índices de tabaquismo y proteger la salud de los ciudadanos” aumentará los impuestos sobre las labores de tabaco para disuadir el consumo cuando, en realidad, lo que están haciendo es buscar recursos a la desesperada para no perder su insaciable flujo de caja.

Diles, insistía mi colega, que los fumadores gastan anualmente más de 1.200 euros en quemar tontamente su salud, una suma de dinero equivalente a la mayoría de los salarios mensuales, lo que les permitiría, por ejemplo, disfrutar de unas magníficas vacaciones en un buen hotel de playa o montaña, o abonar por mucho menos que eso la cuota de un buen gimnasio, acudir a buenos teatros o excelentes conciertos y sobre todo tener la certeza de estar consiguiendo una “paga extra” adicional.

Diles que dejen de fumar, me decía, porque cuando abandonen ese mal hábito no sólo van a vivir más sino que sus vidas volverán a tener aquella calidad de las que un mal día les privó uno de los tóxicos de adicción más poderosa y de consecuencias demostradamente más funestas para la buena salud y la calidad de vida. ¡Ah!, concluyó, y sin un alto representante del Gobierno quiere seguir fumando puros, allá él.

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