Ayer estuvo el Rey Felipe VI en Girona, ciudad de la que ostentó el título de Príncipe. Un título heredero del Reino de Aragón desde Fernando el Católico, (¡con perdón!), unido al de Príncipe de Asturias. Estuve con el entonces Príncipe heredero en Girona, en uno de sus primeros viajes comprometidos. No es que el de ayer no lo fuera, pero aquellos tiempos de la primera visita fueron más tensos. En 1990, el jovencísimo Felipe hizo un cortés saludo en catalán al poco de pisar tierras catalanas y sus discursos tuvieron una deferencia con el idioma catalán. Un gesto hacia el plurilingüismo, que las autoridades catalanas ya traicionaban con «inmersiones lingüísticas» forzosas, o «muerte civil» para el castellano-hablante.
Ser generoso con la lengua de los catalanes ya lo había hecho su padre Juan Carlos, en 1977, precisamente en el salón gótico del Tinell, el marco en el que Colón mostró los loros, las frutas y a los indígenas que traía de América (First time in Europe!). Fíjense si es viejo lo de la vinculación de Cataluña con España. De hecho, en 1982, los Reyes Juan Carlos y Sofía anularon un viaje previsto a Girona –con su hijo Felipe- para investir al heredero con el título de Príncipe de Girona. La ceremonia se abortó porque en Zarzuela no la veían oportuna. El horno no estaba para bollos. Así que nunca se proclamó. En su lugar, vino el viaje en solitario de 1990.
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Esquerra Republicana y las Juventudes del partido de Pujol (que ya era Virrey catalán) se encargaron de hacer ruido en las calles del fabuloso centro de Girona, para demostrar que no querían ser sus «vasallos». Naturalmente hubo quemas del retrato del entonces Rey Juan Carlos, naturalmente quedaron impunes, a pesar de desórdenes y detenciones. Hubo incluso eslóganes infelices que mostraban falta de educación, como: «Mori el Borbó!» (¡Muera el Borbón!), que a aquel espigado joven no debieron sentarle ni medio bien.
Entonces, como ahora, la contención y el sentido de Estado limitó a don Felipe. Pero aunque fuera en catalán no hubiera venido mal que el Monarca recordase –aunque fuera en catalán- aquello de Prat de la Riba de que «el aislamiento es la muerte». Pero ¿eso sería hacer política? No hubiera sido mejor cambiar de técnica y recordar en Cataluña que las sentencias de la Justicia deben ser cumplidas… Y Mas le tira de la manga para ir a explicarle lo de la consulta. En fin, ¡menudo viaje!
Valga decir que en 1981 el Ayuntamiento de la Ciudad del Ter ofreció el título al heredero de la Corona por unanimidad, hasta los comunistas del PSUC lo veían estupendamente. Ahora el alcalde de la ciudad afirma que «no hay voluntad mayoritaria» para ratificar la decisión de 1981, por lo que Girona no ofrecerá el título a la Infanta Leonor, la heredera al trono. De no ser que la niña Leonor se muestre abiertamente pro-secesión… entonces sería «pubilla» de Girona y Reina por lo menos de las fiestas de Banyoles.
Aún peor en Montblanc, donde el consistorio le pidió al Príncipe Felipe que dejara de usar el título de Duque y que ya de paso «se hiciera republicano» que tiene lo suyo. En la ciudad carlista o carlina de Cervera no protestas por su título de Conde y, creo que tampoco en Balaguer por lo de «Señor», aunque ahora corresponda a la damita Leonor.
En fin, que esta manera de hacer nos ha llevado a donde estamos. Si no, fíjense, el nuevo Rey distingue a Cataluña con su primer viaje como tal y allí el Parlament vota y aprueba el mismo día un referéndum sobre la monarquía.