«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Estado Islámico desarticula a Europa

En la noche de ayer sábado, cuando media Europa festejaba la victoria de un equipo de fútbol español en la Final de la Copa de la Champions, tres individuos en una furgoneta sembraban el caos en Londres. Con una frialdad calculada y unos movimientos precisos, el vehículo irrumpió en el London Bridge a cerca de ochenta kilómetros por hora, arremetiendo contra los transeúntes que encontraba a su paso, y si no los buscaba, para luego descargar a sus pasajeros en el mercado de Borough y acabar su acción a pie cuchillo en mano. La reacción de las Fuerzas de Seguridad londinenses fue lo único que evitó una tragedia aún mayor. Sin embargo, y sin desmerecer la profesionalidad de la Policía de la “city”, este nuevo ataque a la libertad y a la democracia, dos factores básicos en el sistema social occidental y dos elementos de choque frontal con el islamismo radical de los seguidores de Abu Bakr al-Baghdadi, pone encima de la mesa, por enésima vez, que ellos, los que empuñan los cuchillos, los fusiles de asalto o las bombas caseras van muchos pasos por delante de los demás.

Mirando los detalles del ataque de anoche en Londres, podemos concluir, sin miedo a equivocarnos, que los ejecutores no son miembros operativos (de número) de Estado Islámico. Sus formas de actuación, con armas básicas cuando el fusil hubiese sido más letal en el entorno elegido, son uno de los indicadores que llevan a esta conclusión. Otro es el hecho de que portaban chalecos con simulados explosivos, una forma de amedrentar a la población y a las Fuerzas de Seguridad que, a buen seguro, si se hubiesen dado cuenta de estas vestimentas se lo hubiesen pensado dos veces antes de disparar (cuántas veces hemos explicado esto en los Seminarios para FCSE, y cuánto ojos se abrían como platos ante el desconocimiento de lo que se ponía en la pantalla, y no es culpa de ellos que se juegan la vida por los demás). Un operativo real de Estado Islámico lleva el chaleco preparado para activar. Sin embargo, y tampoco tenemos miedo a equivocarnos porque así nos lo demuestran nuestros Análisis de Inteligencia, sí es cierto la existencia de una célula muy activa de planeamiento y monitorización de estas acciones, que aprovecha la existencia de elementos susceptibles de ser radicalizados como carne de cañón. Porque eso es lo que eran los individuos de anoche. Ni una operación “inghimashi”, ni un comando “intimashi”, ni “soldados el califato”, por usar la narrativa retórica y repetitiva de los islamistas. Elementos radicalizados que no representan a la religión que profesan, que realmente no saben por qué hacen lo que hacen, pero que han sufrido tal proceso de programación psicológica, que no ven más allá de lo que sus mentores ideológicos les han puesto delante de los ojos. Y aquí está uno de los problemas. Europa no ha sabido, por ver el lado medio lleno, acometer el problema de esta programación con medidas activas, esas conocidas como “contra-narrativa”, para evitar que el refrán de los polvos y los lodos se hiciese realidad. En segundo lugar, este nuevo ataque tan cercano en tiempo del penúltimo cometido en Gran Bretaña, también demuestra de manera trágica pero irrefutable que algo falla en la arquitectura de Inteligencia, y no solo del Reino Unido. Cuántas veces hemos dicho, de nuevo en los Seminarios para FCSE, que se tiene identificada la “amenaza” pero que no la conocemos. Pero luego hablaremos de eso.

Si algo nos diferencia de aquellos que escondidos en la excusa de la religión pretenden acabar con nuestra forma de vida, por cierto y también con la de aquellos que siguen a Mahoma desde el respeto a los demás, es nuestro seguimiento escrupuloso de las más básicas normas de convivencia. La historia de Europa, por trágica y devastadora en muchos momentos, nos ha dado una duras pero efectivas lecciones que todos hemos sabido aprender. Eso se llama evolución, desarrollo y miras de futuro. Esa es la diferencia básica y eso es lo que estos individuos no pueden entender. Ellos no saben de aprender de los errores, no buscan analizar las situaciones, adivinar los por qué de las cosas. Su reducción del arco visual junto con su limitado entender, les hacen buscar la figura de alguien, presuntamente más inteligente (y en esto no se equivocan), que les ayude a ver la “verdad”. Y esa persona la encuentran en aquellos que usan de esa verdad para sus fines particulares. Cuando una persona es víctima de un proceso de radicalización, lo que debemos analizar es cómo es ese proceso, qué le ha llevado a caer en las manos de esos falsos “profetas”, no solo reducir su existencia a la posibilidad de que pueda realizar alguna acción hostil. Y eso no se está haciendo, en ningún sitio, no nos equivoquemos.

Es imperativo que Europa actúe en este campo. Es imperativo que se plantee una eficaz campaña de contra-narrativa, sutil en sus formas pero agresiva en sus fondos. No podemos, no debemos, pensar como occidentales, porque así vamos a perder este conflicto que, poco a poco, más se parece a una guerra encubierta que a otra cosa. Para desarrollar esa campaña debemos convertirnos virtualmente en islamistas, saber qué les gusta a ellos, qué necesitan, y aplicarlo en nuestro beneficio. En repetidas ocasiones a aquellos que asisten a nuestras conferencias les decimos “para combatir el terrorismo islamista no se puede pensar como un policía”, lo cual hace que la audiencia reaccione de inmediato. Sin embargo, cuando este razonamiento es aclarado, la situación se revierte al momento. Y es que no, no se puede pensar como policía sino como un operador de Inteligencia. Es necesario poner en funcionamiento reales operaciones de obtención de información, hacer análisis de Inteligencia reales, que permitan establecer patrones de conducta. Es necesario conocer los putos débiles del contrario, que en este caso es más enemigo que otra cosa más diplomática, y actuar sobre ellos. No podemos plantear campañas diseñadas para evitar la radicalización con dibujos que más parecen de “quiero y no puedo” que otra cosa. Competir contra publicaciones como Rumiyah, con fotografías en alta definición, llamativas y que atraen al ojo humano, no se hace con dibujos en blanco y negro que, además, cualquier psicólogo sabe que dan un mensaje contrario al buscado. No podemos ante los vídeos más propios de una productora norteamericana que de una organización terrorista, enfrentar anuncios en televisión que, sinceramente, no llaman a nadie.

Hay que ganarse a la audiencia, como lo hace un fabricante de coches, un vendedor de cremas de belleza o la tienda de la esquina. Para ello hay que luchar con sus mismas armas, dentro de la legalidad eso sí, pero con sus mismas armas. Esos que planifican, diseñan, maquetan y emiten la propaganda islamista, no nos equivoquemos, son occidentales. Son personas como los que ahora leen este artículo que ayer eran nuestros vecinos y ahora nos quieren destruir. Porque solo ellos pueden saber cómo actuar en los puntos débiles de la sociedad occidental. En definitiva, los islamistas están desarticulando a Europa.

Pero, como decía anteriormente, no se trata solo de actuar en el aspecto de la propaganda y sus consecuencias. Este nuevo atentado en Londres lo que también está marcando es la necesidad de remodelar las formas de lucha contra el terrorismo islamista. Algo no funciona, algo no se está haciendo bien, y las pruebas yacen sobre el suelo del London Bridge.

Se ha identificado la amenaza, sabemos quién es el malo, pero no lo se le conoce, porque en la lucha contra el terrorismo identificar no es igual a conocer. En general, y me refiero a Europa y sus países contratantes, no se conocen las formas de actuar del terrorista islamista. No se sabe la motivación que le lleva a cometer atentados. Se desconocen las formas operativas de preparar sus acciones. Y no hablo de los profesionales como los que actuaron en París en 2015. Esto que puede parecer extraño es una realidad patente, palpable y de la que doy fe porque la vivo cada vez que en AICS damos una charla a los que tienen que proteger a los demás. Para un miembro de las FCSE, de las policías autonómicas, de las locales, incluso para los vigilantes de seguridad, saber la historia de Estado Islámico es una anécdota. Conocer los pormenores del conflicto en Siria es cultura colateral para su trabajo, y en eso parece que estamos centrados. Lo importante es saber algo tan sencillo como la forma de aproximarse a un individuo sospechoso, cómo hacer una entada y registro y no tocar los cargadores de AK-47 porque pueden ser trampas explosivas, cómo distinguir cuando alguien está jugando con los funcionarios policiales o dice la verdad. Pero para eso hay que meterse en la piel del terrorista. Hay que conocer la amenaza, cómo piensa. Hay que actuar como un operador de Inteligencia.

Mientras no nos demos cuenta que la solución pasa por atacar el problema con medios de obtención eficientes, con personal que realmente sepa qué tiene entre manos (y hasta ahora este personal escasea y mucho), con profesionales que, lejos de vestir de marca, se integren en el entorno potencialmente hostil, ellos van a ir muchos pasos por delante. Mientras no aceptemos que no somos los mejores y que hay terceros que nos pueden ayudar, ellos siempre nos van a tomar la delantera. Y esto, tristemente cierto, no tiene visos de mejorar. Es el momento de dejar de lado narcisismos improcedentes en tiempo y forma, y de buscar la unión de esfuerzos, de todos los esfuerzos posibles, para luchar contra esta guerra encubierta que amenaza con aumentar en violencia y efectividad. No es momento de jugar a espías, a acumular información y utilizarla de manera unilateral, es momento de actuar con Inteligencia, con mayúsculas,y que nada tiene que ver con la masa gris. Si la ayuda viene de fuera del entorno, que sea bienvenida. Si alguien puede aportar algo positivo, profesional, coherente y sustanciado en conocimientos reales, que sea utilizado.

Ellos nos conocen muy bien y nosotros, a pesar de que los tenemos en casa, no sabemos ni lo que les gusta comer.

Estado Islámico está desarticulando a Europa y Europa se está dejando desarticular. Y si el lector de este periódico se pregunta por qué en España no, pues le diré que por ahora hay motivos para que sea así, pero que “las cosas no son lo que parecen, se muestran o se venden”.

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