Fuimos muchos los que nos alegramos cuando aparecieron partidos políticos con implantación nacional y representación parlamentaria, pues podían llegar a ser las nuevas bisagras que sustituyeran a las de siempre, los partidos nacionalistas, y negociaran su apoyo a las distintas leyes no con exigencias solo territoriales, sino más bien con cuestiones partidistas que no afectaran a la igualdad de todos los españoles. Desgraciadamente, la aritmética electoral no ha hecho posible una completa sustitución de unos por otros, y aprobar leyes en España seguirá costándonos a todos mejoras en el bienestar solo de algunos.
El 3 y 4 de mayo tendrá lugar en el Congreso, el primer asalto en la aprobación de los presupuestos. Se votarán las siete enmiendas a la totalidad presentadas por PSOE, Unidos Podemos, Esquerra, la nueva Convergencia, Compromís, Bildu y Nueva Canarias. En este primer acto, el gobierno solo necesita que no se apruebe ninguna y por tanto que no gocen de mayoría; el apoyo de PP y su entorno, Coalición Canaria, Ciudadanos y el PNV garantizan, por número de diputados, que estas enmiendas decaigan. La siguiente fase ya es otra historia; hay que aprobar, por partidas y en su totalidad, los presupuestos y eso solo es posible con mayoría. Vienen dos meses de aúpa, dónde habrá que jugar a lo que se entiende por geometría política variable para, al final, necesitar, además de los apoyos ahora negociados, un diputado que difícilmente pueda ser otro que Pedro Quevedo de Nueva Canarias.
No entiendo nada. Parece que el PNV, a cambio de su voto, conseguirá cobrar deudas, mejorar el cupo, blindarlo unos años y mantener su Kutxa una larga temporada. ¿Contribuye a dignificar la política esta subasta del voto tan descarada? ¿Alguien me lo explica?