«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Bombardeos: Europa bajo los escombros

La segunda guerra mundial trajo consigo una innovación bélica escalofriante: el bombardeo masivo y deliberado de núcleos de población civil. Ciertamente, el caballo apocalíptico de la guerra nunca ha ahorrado a los no combatientes, pero nunca como en la segunda guerra mundial se usó el bombardeo sobre áreas civiles como arma de terror. Así los hicieron los alemanes al bombardear Londres y, sobre todo, los aliados al soltar miles de toneladas de bombas sobre las ciudades germanas, en una carrera que terminó con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.

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¿Por qué comenzó el bombardeo sistemático de ciudades? ¿Y por qué lo practicaron más los aliados? En realidad la respuesta está en la doctrina militar de los contendientes. Para los alemanes la Luftwaffe debía servir para destruir la fuerza aérea enemiga y como apoyo a las tropas de tierra para favorecer la ruptura del frente. Por eso Alemania no desarrolló bombarderos de largo alcance. Era la misma táctica, inicialmente, de los norteamericanos. Los británicos, por el contrario, abogaban por la utilización de los bombardeos como arma estratégica, y estaban convencidos de que una fuerza aérea poderosa podría llevar a una victoria total frente al enemigo.

Cuando Alemania decidió atacar por aire Inglaterra, a pesar de sus carencias en material, cometió además el error de bombardear áreas civiles en vez de objetivos estratégicos. Eso lo aprovechó Inglaterra para lanzar una durísima ofensiva sobre poblaciones civiles alemanas con episodios tan terribles como los bombardeos de Dresde y Hamburgo, ciudades sin relieve estratégico, pero cuya destrucción se empleó como arma política. Por ejemplo, sólo en Hamburgo, las bombas inglesas causaron cerca de 50.000 muertos, más de 100.000 heridos y casi un millón de desplazados. También los Estados Unidos recurrieron a ese sistema: el bombardeo americano sobre Tokio se cobró 100.000 muertos. Las bombas atómicas posteriores causaron alrededor de 250.000 muertos.

El horror de una guerra que se cobró más de 36 millones de civiles muertos dejó huella, sin duda. Con posterioridad, sin embargo, los bombardeos masivos sobre población civil han vuelto a repetirse en otros escenarios. Una página nueva, y muy negra, se abría en la historia de la humanidad.

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