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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La relevancia del tribalismo en el mundo árabe

Por Nora Gómez

En plena Primera Guerra Mundial, un parlamentario británico y gran conocedor de Oriente Medio, Mark Sykes, y un diplomático francés, François Georges-Picot, firmaron un acuerdo (Sykes-Picot, mayo 1916) que delimitaría las fronteras nacionales de Oriente Medio durante los siguientes años. Con este tratado, Francia e Inglaterra, en un ejercicio de prospectiva y conscientes de la venidera derrota del Imperio Otomano, dibujaron las líneas fronterizas de la región y repartieron los territorios en zonas de influencia, no atendiendo a la realidad étnica, religiosa, confesional y tribal de Oriente Medio, y es que la realidad fronteriza divergía notablemente de la realidad poblacional.

Recurrentemente se ha venido señalando que la violencia y la guerra que con asiduidad se practica en Oriente Medio es una causa directa de los límites geográficos firmados por Sykes y Picot. Las fronteras que dividían los territorios franceses e ingleses se convirtieron, más tarde, en las líneas fronterizas entre Irak, Siria y Jordania, llegando a distribuir mismas comunidades en diferentes países. La facción sunní, asentada en el centro del Medio Oriente, fue partida en dos como consecuencia de la frontera Siria-iraquí.

Mientras que a Gran Bretaña se le asignaron los territorios de Irak, Transjordania y Palestina, Siria y Líbano fueron otorgados a Francia. El acuerdo Sykes-Picot ha asentado el escenario actual de violencia y conflicto en Irak y el Levante. Las naciones siria y libanesa se establecieron sin contar con la mezcolanza de etnias y grupos religiosos, y si por un lado, los suníes se consagraron como minoría en Irak, en Siria formaron el grupo mayoritario. Los kurdos, por su parte, fueron divididos entre los territorios de Irak, Siria y Turquía, configurando el mayor pueblo del mundo carente de estado.

El mapa surgido de Sykes-Picot instituyó países que no existían con anterioridad al acuerdo, y con objeto de defender intereses e influencias, británicos y franceses desatendieron un aspecto esencial: las diferencias tribales, étnicas y religiosas. Conviene destacar a Siria y Líbano, pues son los dos países más heterogéneos de la región respecto a esta cuestión, de ahí que en esas zonas el sentimiento de pertenencia nacional o estatal carezca de trascendencia, luego no es un indicador de procedencia respecto a la lealtad y las raíces familiares o tribales.

Muchas teorías coinciden en que la crisis siria acarreará que las fronteras actuales de Oriente Medio se desfiguren e, incluso, desaparezcan. Años después del acuerdo Sykes-Picot, en Siria salió fortalecido un gobierno minoritario alauí frente a la mayoría suní, mientras que en Irak gobernó la minoría suní sobre una población mayoritariamente chií. El Estado sirio, desde las revueltas que dieron comienzo en 2011, ha visto acrecentadas las diferencias existentes entre las distintas partes en conflicto: los leales a Assad conformados principalmente por las minorías chií, alauí y cristiana; los opositores al gobierno regente, mayoritariamente suníes; y la comunidad kurda de Siria.

Basta con ojear las noticias de los países árabes, Libia, Yemen, Siria o Egipto entre otros, para ver como los gobiernos tienen que hacer frente continuamente a la fragmentación social como causa de las diferencias tribales. El sentimiento tribal en el mundo árabe es histórico y significativo, prevaleciendo notablemente sobre otras formas de organización social y marcando las relaciones, ya sea de convivencia o de conflicto, entre la sociedad. A medida que los regímenes buscan unificar de manera más determinante a la población bajo un sentimiento de pertenencia nacionalista, estos colapsan y se debilitan a la vez que el tribalismo gana relevancia. Si bien muchos dirigentes árabes han tratado de romper los lazos tribales en aras de crear un Estado sustentado en la idea de unidad y pertenencia nacional, todo intento de quebrar las organizaciones tribales ha resultado fallido, pues las tribus han mostrado continuamente una gran capacidad de resiliencia pese a todos los golpes en contra.

Lo que une sólidamente una tribu, y como resultado rechaza un poder externo, es la creencia de que sólo el grupo al que pertenecen tiene la capacidad y voluntad de proteger los intereses de la propia tribu. La prevalencia de la tribu, clan o religión y la adherencia a ésta se impone ante cualquier tipo de sentimiento de nación o Estado. La estructural tribal, en la mayoría de los países árabes, es una característica omnipresente en la vida social. Tal es así que las relaciones tribales han influenciado históricamente, y continúan haciéndolo actualmente, en la vida política.

Los diferentes regímenes árabes han puesto en marcha estrategias diferentes en la gestión de las tribus, no obstante se pueden reducir a dos tipos estrategias bien diferenciadas: por un lado, las implementadas de forma pacífica y, en contraposición, aquellas que han conllevado acciones represivas y violentas. Por su parte, Jordania y los países parte del Consejo de Cooperación del Golfo han buscado integrar a las distintas tribus de manera pacífica en el proceso de construcción nacional a través de políticas de educación o, incluso, dotando de medios y capacidades necesarias para asentar en determinado lugar a tribus semi-nómadas. Por otro lado, países como Irak, Siria, Libia o Yemen han abogado por utilizar la coacción cuando los sistemas tribales no han aceptado las condiciones impuestas.

Pese a ello, independientemente de cómo se ha gestionado el asunto de las tribus árabes y de la intención llevada a la práctica de eliminar a los líderes tribales, el tribalismo en el mundo árabe continúa siendo una fuerza socialmente relevante y con capacidad de movilización política. En ese sentido, cuentan y tienen la capacidad de jugar un papel esencial a la hora de frenar y limitar la actividad de grupos islamistas radicales, especialmente en el Norte de África y Oriente Medio.

En el ideario occidental, el tribalismo es visto como un fenómeno extraño, negativo y enormemente anacrónico. La lealtad tribal, la prevalencia del clan o la defensa del sentimiento religioso propio en contraposición al opuesto, nos resulta ajeno y característico de otro mundo. Pese a ello, solo entendiendo el valor y el poder del tribalismo como organización social se podría llegar a mejorar nuestro intento de poner solución a los conflictos que tienen lugar en el mundo árabe, y especialmente en Oriente Medio.

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