No una, ni dos. Sino hasta tres veces son vilipendiados los hombres maltratados en nuestra sociedad. Por el maltratador, por la justicia y por la sociedad.
El abuso, el maltrato, es deleznable. Se de en la sociedad que sea, sea al gĆ©nero que sea, afecta a cualesquiera que sean las circunstancias personales de la persona. Pero, siendo despreciable, es en el como lidia una sociedad con ello donde podemos establecer su estĆ”ndar jurĆdico. El caso espaƱol es palmario, similar a otros muchos. Existe en nuestro sistema una triple victimización.
Primero, la mĆ”s clara: la que el propio maltratador, o maltratadora, hace a la vĆctima. Es
curioso la concepción social de esto, si bien es cierto que la mayor parte de abusos son de
hombres a mujeres no deja de ser tambiĆ©n cierto que se produce, en menor nĆŗmero pero sucede, de mujer a hombre. La primera victimización, la que define a la vĆctima como tal; no se produce por una cuestión de gĆ©nero, sino de poder dentro de la relación. La misma cultura que establece a la mujer como el sexo dĆ©bil impide por corolario que el hombre pueda ser vĆctima.
Y como es imposible, se abre la puerta a una indeseable protección cuando la malsana balanza de poder en la relación se inclina del lado de una maltratadora y no de un maltratador. Es mĆ”s gravoso se una vĆctima masculina, no solo porque el manto cultural da indirectamente una impunidad mayor sino porque nuestro propio sistema la refuerza.
La segunda victimización es la jurĆdica, la mĆ”s sangrante. Una esfera de objetividad, juzga con diferente vara a una vĆctima y a otra, afectados por el mismo fenómeno. Un tĆ©rmino biológico, establece un tipo de maltrato como violencia de gĆ©nero y otro como domĆ©stica.
Porque culturalmente es imposible que un hombre sea maltratado al ser parte del sexo fuerte, por lo tanto, es imposible que sea vĆctima; entonces debe ser, con perversa lógica, una simple riƱa domĆ©stica, un crimen sin vĆctimas, ni castigo, ni investigación. Puntual. Sin venir de ningĆŗn lado y que seguro que no va a tener consecuencias a futuro.
Realmente, es deleznable que un juez (o jueza) pregunte a las mujeres si cerraron con suficiente fuerza las piernas o si provocaron de alguna manera a sus parejas masculinas. Pero es todavĆa peor, que la justicia cierre directamente los ojos, considerando a los hombres maltratados como una vĆctima de segunda clase.
Finalmente, la cultural. Un resultado de las anteriores. Mientras que las mujeres que sufren el calvario del maltrato tienen toda una red social e institucionalmente (casi) aceptada, el hombre se encuentra solo. El gobierno impide la existencia de un telƩfono de ayuda al hombre maltratado, parte de la sociedad impide que existan plataformas por el maltrato masculino, mƔs por interƩs partidistas que humanitarios, y la otra parte mira para otro lado.
Es el apoyo social, la recriminación del entorno, la que mĆ”s puede hacer por erradicar el maltrato. Pero, por desgracia y en el caso del masculino, es la esfera que mĆ”s hace por daƱar las posibilidades de la vĆctima. EnĀ Patón & Asociados nos negamos a sumarnos a ese paradigma; la excelencia en la defensa jurĆdica no debe ser un privilegio sino un derecho de todos. Y peleamos caso a caso por convertirnos en la norma y no en la excepción.
Por Juan Rivera Crespo, de Patón & Asociados