«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Varón flagelado, coronado de espinas, crucificado y alanceado

Imagen del Cristo Sindónico de Juna Manuel Miñarro | YOUTUBE

Jerusalén, año 33. José de Arimatea y Nicodemo envuelven el cuerpo de Jesús, antes de enterrarlo en el sepulcro. Casi dos mil años después, la ciencia analiza un paño de lino, viejo, amarillento, con marcas que señalan que pudo envolver a un hombre crucificado y alanceado. Es la Síndone, o Sábana Santa. ¿Testigo de la Pasión?


«Varón flagelado, coronado de espinas, crucificado y alanceado. Postura del cuerpo coincidente con la de un hombre clavado en la cruz al que le han bajado los brazos pero no estirado las piernas, que permanecen flexionadas. Rigidez cadavérica fuerte, que determina que la imagen analizada se ha producido pocas horas después de la muerte y en un cuerpo sin corrupción».
El análisis lo firma José Villalaín, doctor en Medicina, especialista en medicina legal y forense y expresidente de la Asociación de Forenses de España. Maneja datos médicos y separa fe y ciencia con tanto rigor que no duda en hablar de una impronta procedente de un cadáver muerto hace “horas”. Si Jesús hubiera resucitado horas después de su muerte, ¿qué hay de aquel “al tercer día resucitó” proclamado en el credo católico? “No son incompatibles, es un dato científico totalmente independiente del concepto teológico de Resurrección”, aclara Jorge Manuel Rodríguez, presidente del Centro Español de Sindonología (CES) y organizador del I Congreso Internacional sobre la Sábana Santa celebrado en Valencia, en 2012.

Ni con decolorante

Entre los ponentes había católicos, judíos, ateos y hasta monjes budistas. ¿Qué tiene esta tela de casi cuatro metros y medio de largo y poco más de uno de ancho que provoca filias y fobias? ¿Qué hace a ocho científicos del laboratorio estadounidense de Los Álamos -donde se creó la bomba atómica- dedicar 150.000 horas de estudio -dentro del grupo de análisis STURP- a un pedazo de lino amarillento, sucio y quemado?
Entre otras cosas, que en ese lino sucio hay una imagen -la parte frontal y posterior de un cuerpo masculino- con nueve características concretas que escapan a la capacidad humana. O lo que es lo mismo: según los científicos es imposible reproducir con medios humanos -es infalsificable- una imagen como la que dejó el hombre de la sábana.
En primer lugar, la imagen posee las características de negatividad -es en el negativo fotográfico donde se entiende- y tridimensionalidad -mantiene relación matemática entre la distancia de la tela al cuerpo y la intensidad de la huella en cada punto-. Así, los puntos más próximos a la tela se han grabado con más intensidad y los más alejados con menor fuerza, pero nunca con intensidad cero. “Si fuera una imagen de contacto, habría zonas en las que no habría impronta porque la tela no ha tocado el cuerpo” #-explica el CES a ALBA-, la Síndone, en cambio, refleja una imagen más parecida a una proyección sobre el lienzo -“y no se ha encontrado forma de hacer lo mismo”-.
Más singularidades: Lejos de ser una mancha burda, como las de los restos de sangre o la que dejaría una mancha de aceite en un mantel, la impronta de la sábana es de detalle fino, permitiendo apreciar rasgos muy concretos. Además, la huella resiste al agua -estabilidad hidrológica-, por lo que no se vio afectada ni se borró tras ser empapada durante el incendio del siglo XVI y posee también estabilidad química -no se puede eliminar con ningún tipo de decolorante- y estabilidad térmica -mientras que una pintura sometida al calor del fuego cambia de color, los dos incendios que ha superado la Síndone no han producido variación alguna en el tono de la imagen-.

Examen forense

Sin saber su procedencia, lo que tienen claro los científicos es que la imagen no es una pintura, puesto que hay ausencia de pigmentación -séptima característica- y que, además, presenta superficialidad -octava característica-, ya que la impronta no ocupa más que las fibras superiores de los hilos -“no cala los tejidos, al contrario que las manchas de sangre, que los empapan completamente”. Y, por fin, el trazado de la sábana no tiene direccionalidad alguna -novena característica-, sino que es como una proyección hacia arriba y hacia abajo del cadáver. “Al contrario que cualquier dibujante, que pinta dando al color una dirección, la imagen de la sábana se habría proyectado de forma perpendicular al plano de la tela”.
Aclarada la imagen, o más bien determinado su origen desconocido, los estudiosos centran el interés en quien allí se representa. ¿Es Jesucristo? Parece imposible saberlo; lo que sí es cierto es que el hombre de la Síndone sufrió un calvario como el que describe el Evangelio -corona de espinas incluida- y que los documentos históricos enseñan que flagelación y crucifixión no eran castigos conjuntos. O se flagelaba al reo, que luego quedaba libre, o se le condenaba a morir crucificado. Según los Evangelios, Jesús fue flagelado y, como el pueblo pidió su muerte, luego fue crucificado.
Junto a las manchas de sangre -derramada antes de la muerte y también post mortem-, la imagen de la sábana ofrece una descripción detalladísima y que coincide plenamente con la que tendría un cadáver muerto por crucifixión: rodillas encogidas, hombro desencajado, manchas de sangre que brota al apoyarse el agonizante sobre los pies para incorporarse y poder coger aire…
Nunca hasta el análisis de la Síndone se había representado un Cristo crucificado de forma acertada. “Ninguno”, explican los responsables del congreso, “pasaría un examen forense”. Ninguno salvo los Cristos sindónicos del escultor e imaginero Juan Manuel Miñarro, que muestran con todo detalle -y fieles al hombre de la sábana- cómo debió de ser el rostro del crucificado y cómo quedó su cuerpo tras el calvario.

Polen y ungüentos

Desde que comenzó su estudio, muchos han asegurado haber hecho una copia exacta de la Síndone, pero ninguno ha querido someterla al análisis -clave- de las características singulares -negatividad, no direccionalidad…- de la imagen. “El que diga que lo puede hacer, que puede copiar la sábana con las mismas nueve características, que lo haga y si no, que calle para siempre”. Ese es el reto que han lanzado los expertos del congreso, hartos de ver cómo -sin pruebas que refuten sus afirmaciones- se les tacha de fanáticos y de personas poco formadas con ansia evangelizadora.
Lo que sí hay, sin embargo, son pruebas nuevas y orientadas hacia la autenticidad de la tela. Por ejemplo, la presentada por la botánica Marzia Boi, que señala que el polen encontrado en la tela, identificado por el palinólogo suizo Max Frei como exclusivo de plantas de Oriente, pertenece en realidad a otra especie vegetal muy utilizada en ungüentos funerarios antiguos. Su investigación no solo hace compatible la sábana -en tiempo y forma- con el enterramiento de Jesús, sino que explica uno de los enigmas de la tela: ¿cómo es posible que se encontrara tal cantidad de polen?
Venerada por Juan Pablo II y por Benedicto XVI -sin entrar en cuestiones científicas, los dos se refirieron a la tela como el rostro de Cristo-, la Sábana Santa no es el pilar de la fe católica -“¿qué pasaría si se demostrara que es falsa? A nuestra fe, nada en absoluto”, afirma el presidente del CES-, pero sí es un espejo en el que mirar el evangelio.
Lo resume uno de los mayores investigadores de la Síndone, judío de religión: “Estoy convencido de que el hombre de la sábana es Jesús de Nazaret. ¿Si Jesús es el mesías? Pienso que no, pero denme tiempo…”.

Réplica y contrarréplica

A continuación, los argumentos más empleados por quienes quieren desposeer a la Síndone de su condición y las respuestas ofrecidas por los defensores de la autenticidad de la reliquia.
-La prueba del carbono 14 situó a la tela -por edad- en el siglo XIV (hacia el 1390), un escenario muy alejado de la crucifixión de Jesucristo.
La muestra analizada -una tira de ocho centímetros de largo por uno de alto para tres laboratorios- se cortó de la esquina más sucia de la tela, que además había sufrido un incendio -lo que podría haber aumentado sus niveles de carbono- y había estado expuesta a la contaminación de microorganismos en la celulosa del lienzo. No es, por tanto, un resultado que pueda calificarse como definitivo y debe seguir investigándose. Además, quienes sitúan a la tela en el siglo XIV no aciertan a responder cómo podría haberse fabricado ni de dónde provienen las características de la imagen, cuando en ese tiempo se representaba la crucifixión de una forma muy diferente.
-La primera referencia histórica de la tela es de 1380 y habla de fraude.
Ya en el año 525 se encuentran referencias escritas a una tela conocida como “Mandylion de Edessa” que algunos relatos describen como una “sindon” o como un “tetradiplon” (doblado en cuatro) y a cuya imagen denominan “no hecha por manos humanas”.
-El investigador Walter McCrone -miembro del STURP, de donde fue expulsado- descubrió rastros de pintura en la sábana.
Walter McCrone nunca perteneció al STRUP, tan solo participó en un congreso junto a algunos miembros del grupo. La detección de rastros de pintura es posible, dado que muchas de las más de 170 reproducciones de la Síndone se frotaban, según pruebas textuales, con la sábana verdadera, que podría haber recibido restos de pintura, del mismo modo que se han encontrado ácaros y otros organismos o sustancias que no explican la naturaleza de la imagen, que no permea los hilos de lino más que en la superficie. Como apunte, los estudiosos de la Síndone destacan que McCrone también decretó la falsedad del mapa de Vinland, que luego resultó ser auténtico.

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