«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Entre el muro y el foso

1 de mayo de 2024

En los cinco días de show que nos ha impuesto Sánchez hacíamos cábalas sobre los motivos por los que el socialista se planteaba la dimisión. Todos sabíamos que no era por Begoña con independencia de que sea o no un hombre profundamente enamorado. Lectores de Tom Clancy sacaban a relucir al Mosad. Yo sólo veía en la carta claros marcadores de que quería quedarse y que llamaba a la movilización masiva para darse un baño de populismo chavista. La cuestión, entonces, era si se le sumaban las masas o no; y no lo hicieron. Tan poco lo hicieron que en mi ingenuidad acaricié la idea de que, ante tamaño fracaso de su estrategia bananera, asumiese la dimisión como una salida indeseada pero digna.

Qué ingenuidad la mía, ay. La dignidad no se interpone entre los deseos del presidente y su persona. Ha buscado la solución más directa para quedarse: creerse que la respuesta a su llamada de movilización fue masiva. Ea. Todos hemos visto que fueron un puñado de afiliados acríticos y artríticos (dicho sea con todo el respeto a la edad, que empieza a ser la mía), un puñado de artistas subvencionados y un puñado de periodistas de la casa nostra. Nada más. Ha dicho un tuitero: «Hubo más gente admirando a Calerito en Las Ventas el pasado domingo que en Ferraz arropando al Líder Supremo».

Mi ingenuidad, sin embargo, es resiliente, y me pregunto si Pedro Sánchez de verdad se cree que tuvo un apoyo masivo. Es una pregunta más seria de lo que a primera vista parece, por desgracia. Porque si nos miente, es muy malo, pero si no nos miente es mucho peor. Mi admirado Ignacio Jáuregui cree que miente: «La prueba de que lo tenía todo pensado es que ha dado como razón de quedarse las muestras de apoyo popular. Eso estaba escrito desde antes de que fueran a Ferraz cuatro viejos y una desquiciada, y no ha sido capaz de quitarlo».

Yo creo que no nos miente, o sea, que más chungo aún. Él ha alzado un muro entre españoles y pone todos los ladrillos que puede para subirlo y engrosarlo día a día. Todo lo que queda más allá del muro no le interesa en absoluto. No cuenta. Para él no existe. Lo tacha de extrema derecha y de derecha, pero lo importante no son las etiquetas, sino que «lo tacha». Las peticiones de que se quede han sido masivas en el claustrofóbico mundo encerrado en el muro que él ha levantado. Ahí, sí. (Lo que nos da una idea de lo estrecho que es el otro lado del muro).

Esto, que tiene su lado bufo, es un riesgo, porque a rebufo de la negación de cualquier crítica o resistencia a su gestión, Sánchez se corta el acceso a la verdad a través del contraste. ¿Ejemplos? ¿Son verdad o no son verdad los indicios de que su esposa ha estado haciendo más de lobista que de ovejita pastoril? Eso, que tendría que preocupar a un político responsable, ni se lo plantea. Y quien haga la pregunta se catapulta directamente a las zonas exteriores de la muralla.

Que esta actitud —tan típicamente adolescente— sea la del jefe del Gobierno del Reino de España es pasmosa. Le inhabilita para ser el presidente de todos los españoles. Para él todos los españoles son los suyos. Los otros ni entran en sus cómputos de lo que es una mayoría social. Además, es directamente peligroso, porque la tentación inherente a estos planteamientos es anular a aquellos que ya son nulos para ti. Acallarlos en la discusión pública o maniatarlos en la acción pública. Los periodistas y los jueces independientes ya han sido puestos en el disparadero, pero, por la dinámica de una lógica evidente, esto irá a más.

Entre el muro y el foso, nos encontramos, por tanto, todos los que no les hemos comprado a Pedro Sánchez su todo (yo) o nada (nada). La creación del muro nos empuja al foso. Hay que aguantar a pie firme. Para lo cual, resulta indispensable no perder la perspectiva de nuestra verdadera situación, pero tampoco la del presidente. Cada vez más encerrado entre las estrechas paredes de una muralla que ha levantado. Cada vez más abocado a empujarnos a un foso en el que no nos va meter.

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