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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cuando los homosexuales se hacen de derechas

19 de octubre de 2016

 

Qué peligrosas son las encuestas. Dos tercios de las parejas francesas homosexuales y casadas han votado a partidos contrarios a los llamados “derechos LGBT”. Y el más beneficiado del fenómeno, que no deja de crecer, es el Frente Nacional de Marine Le Pen. Lo ha descubierto, escandalizado pero no sorprendido, el Instituto de Estudios Políticos de París. Entre los políticos del sistema, múltiples respuestas: unos niegan que eso esté pasando; otros festejan la “normalización” del FN; y casi todos se preguntan por las razones de una deriva a derecha de los gays, un proceso que ni cabe ya negar ni ha empezado ahora. Ya lo denunció y sigue haciéndolo, aunque sin demasiado éxito como se ve, el militante “de género” Didier Lestrade.

 

Es curioso que, tras la aprobación del matrimonio homosexual en Francia, los que lo han usado han resultado ser, o hacerse, votantes de Le Pen. Lo que tampoco es una excepción mundial, pues no faltan en Estados unidos parejas casadas de gays y lesbianas que votan a Donald Trump o votaron al Tea Party. Y es que el error de base de los teóricos y prácticos de las “políticas de género” es que éstas generarían para las fuerzas de extrema izquierda y para los centroderechas sumisos un coto cerrado. Como si los homosexuales, por serlo, no viviesen los mismos problemas del resto de la nación.

 

Si los franceses se preocupan masivamente por la crisis económica, la corrupción, el fracaso de la política, la inseguridad y la avalancha inmigratoria; si el debate sobre la identidad nacional está en todas las bocas, mentes y debates; es evidente que los mismos temas preocuparán a los homosexuales franceses. Un país golpeado por atentados, con un proceso de sustitución de poblaciones, con el Ejército en las calles, con campos de inmigrantes y refugiados ilegales, es evidentemente un país que votará a quien ofrezca soluciones. ¿Por qué los homosexuales no iban a votar a Le Pen? Ya en otras crisis, como en las crisis de 1940, de 1958 o de 1968, la opinión homosexual fue conservadora o aún más derechista, por más que los gays más visibles en los medios fuesen de izquierda o de extrema izquierda. Pero así ha sido desde Dreyfuss, o antes.

 

Hace ya mucho que, sin pudores, personajes “LGBT” como Caroline Fourrest han señalado en la inmigración musulmana desbocada el primer enemigo de Europa. La orientación sexual no tiene nada que ver con la fe política, ya que una es para muchos una condición innata y la otra es para todos una decisión personal, racional en unos o sometida a los medios y circunstancias en otros. ¿Hay una incompatibilidad? Los hechos demuestran que no: pensar que uno por tener relaciones con gentes de su mismo sexo o formar así una familia ha de ser izquierdista y sumiso a la corrección política progre o ni siquiera a la del sistema es una necedad.

 

¿O si no cómo clasificamos a Jörg Haider, muerto en 2008? ¿Era un homófobo, automáticamente, por oponerse a la inmigración y al comunismo? ¿Y qué hacemos de la memoria de Pim Fortuyn, que antes de su asesinato era a la vez un homosexual enteramente fuera de cualquier armario y el líder de la derecha nacional holandesa? Y por ir más lejos, en el espacio, en el tiempo y en las profundidades de lo incorrecto, ¿alguien cree que Michael Kühnen, muerto de Sida, era defensor de la inmigración? ¿Michel Caignetfue defensor de la izquierda y de Israel? ¿Yukio Mishima era contrario a las tradiciones nacionales y religiosas de Japón?

 

Hay una clave en esta situación que tanto molesta a las izquierdas y a quienes en el centroderecha han unidos su acción política a bajarse los pantalones (no sólo metafóricamente): la derecha nacional, empezando por el FN, no habla de derechos genéricos LGBT, sino que habla directamente a las personas homosexuales. Y así puede hacer lo que el PP no se atrevió a hacer en España: a la vez oponerse a la figura jurídica del matrimonio gay y ser el mejor defensor de los derechos y preocupaciones de las personas gays. Esas personas quieren seguridad, orden, justicia y que las cosas funcionen. Y perciben, cada vez más nítidamente, la mayor amenaza a sus vidas y dignidades en el islamismo radical y en la izquierda claudicante ante él, no en la derecha nacional ni en las grandes corrientes cristianas, pero respetuosas con las personas, dentro de ella.

 

Marine Le Pen ha jugado muy bien sus cartas en esto, como ya lo hizo antes su padre. A su alrededor no hay puestos ni roles reservados sólo para homosexuales; ni tampoco ningún papel está cerrado a ellos. Que son por cierto abundantes, pero con posición y estilo bien distintos que en el PP por ejemplo. Quizá porque allí, a base de claridad, no hay complejos ni tabúes en ninguna dirección, ni hay nada que demostrar a nadie.

 

Por supuesto, había una izquierda que quería quedarse para siempre con el apoyo de todos los gays, convirtiendo en una herida permanentemente abierta los derechos o no derechos de un difuso e indefinible “colectivo LGBT”. Que es la misma jugada que en España está en marcha con una infinita ideología de género, insaciable. Pero es que no quería la libertad de derechos, sino el establecimiento de unos privilegios (sobre todo para los líderes), una desigualdad de hecho basada en la discriminación (sea o no positiva) y, en realidad, ninguna atención a las preocupaciones e intereses reales de las personas concretas. Y les está saliendo mal. Quieren ser franceses y sentirse seguros, no convertirse en eternos militantes de todas las causas que la progresía quiera colgarles.

 

De todos modos, ¿alguno de estos izquierdistas indignados recuerda quienes fueron Stefan George o Gottfried Benn, tanto en gustos afectivos como en orientación política? Porque igual se llevaban un susto, y con tantas cosas si pensaban que iban a poder monopolizar a los homófilos como si no hubiesen existido, por ejemplo, los Wandervogel ni tantos notables de los Freikorps. ¿Van a ir los Ernst Rohm y los Giovanni Comisso de hoy al Orgullo Gay manipulado por la ultraizquierda neomarxista? Sólo con una manipulación de la realidad el sistema consiguió identificar progres y homosexuales, algo realmente muy complicado si pensamos en una larga tradición de románticos, conservadores, tradicionalistas y revolucionarios en todos los países.

 

Al fin y al cabo, la Francia de Marine le Pen es también la Patria de Henry de Montherlant, de Marcel Bucard, que fue ejecutado por colaboracionista, no por homosexual, de Pierre Drieu La Rochelle que consideraba a Robert Brasillach un pederasta -y a su vez el aún intocable Jean Paul Sartreconsideraba homosexual a Drieu-, de Maurice Sachs no menos que de Jean Genetde Guillaume Faye y de Philippe Randa. La ecuación dogmática de género LGBT = antinacional muestra su inconsistencia. Y hete aquí que el FPÖ de Norbert Hofer es el primer partido de Austria y el primer partido entre los gays de Austria mientras sin tapujos pide la expulsión de refugiados y abolir el derecho de adopción de las parejas homosexuales. Se muestra como defensor a ultranza del concepto de familia tradicional, y a la vez es de fiar para los que no forman una. Un modelo exitoso para Le Pen; algo que debería hacer pensar a los acomplejados de España.

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