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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El innecesario juramento de los políticos

13 de enero de 2016

El nuevo presidente de Cataluña ha evitado en su toma de posesión jurar el cumplimiento de la Constitución y las Leyes. Hay discusión sobre si su toma de posesión es válida o no. Parece que, a diferencia de los diputados autonómicos, que están claramente obligados a hacerlo, el presidente de la Generalidad no está expresamente obligado. No entraré en la discusión jurídica. Sólo diré, que no me sorprende.

Hace unos años recuerdo como el alcalde de Marinaleda, el inigualable Sánchez Gordillo, diputado electo del parlamento andaluz, con su pañuelo palestino a la cabeza, pronunció en su toma de posesión las siguientes palabras.

“Me comprometo a luchar con todas mis fuerzas por subvertir el sistema que produce paro y corrupción, el sistema capitalista. Me declaro insumiso y me comprometo a dar voz a los que no tienen voz. Por esta nación sin soberanía que es Andalucía ¡Viva Andalucía Libre!” 

Todo ello, ante el descojone generalizado de los diputados de la izquierda y la cobardía infinita de los diputados de la derecha. Unos pusilánimes que fueron incapaces de impugnar una toma de posesión manifiestamente nula.

Por eso no me voy a escandalizar ahora de que un político como Puigdemont que ha votado en el parlamento de Cataluña una declaración de independencia (lo de desconexión me van a permitir que no me lo trague), evite jurar la Constitución. Es más, lo agradezco, porque a los que todavía tenemos sentido del decoro nos molesta ver a sinvergüenzas como éste jurar en vano.

En mi opinión habría que eliminar los juramentos y las promesas de los actos de toma de posesión de los políticos. Al no existir ya ni el temor de Dios ni el delito de perjurio, un acto de juramento no es otra cosa que un acto moral, un compromiso con el propio honor y la conciencia.

Por eso es absurdo que se exija un colectivo que, salvo honrosas y contadas excepciones, ha demostrado que no tiene ni una cosa, ni otra.

Reservemos el juramento para profesionales que han demostrado, con su dedicación y compromiso por nuestro país, que son personas rectas y en cuya palabra podemos confiar. Mantengamos el juramento para la toma de posesión de militares, policías y otros servidores públicos que con su callada labor trabajan honradamente por nuestro país.

 

Y los políticos, que no juren. No hace falta. Pero si la incumplen, que vayan a la cárcel en virtud del delito de prevaricación que cometan.

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