«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

ZP y las fatiguitas democráticas

29 de abril de 2024

Cuando esta columna vea la luz, todavía no conoceremos el color de la fumata sanchista, elevada a los cielos tras cinco jornadas de sentida reflexión. Durante el periodo de tiempo abierto por Sánchez en su “Carta a la ciudadanía”, imaginamos que española, hemos podido asistir a un verdadero espectáculo henchido de emotividad. Junto a las previsibles muestras de apoyo de los que deben su puesto al rostro que aparecía en la cubierta de Manual de resistencia, libro en el que, como es habitual en el ex alumno del Ramiro de Maeztu, otra pluma tenía más peso que la propia, por las telepantallas han desfilado caras anónimas que han repetido, con mayor o menor literalidad, las consignas distribuidas como un pasto espiritual contrapuesto al que consumen quienes todavía desgranan en Ferraz las cuentas de un rosario. Gracias a una televisión amiga, hemos podido ver cómo miles de socialistas de carné se han concentrado ante la sede del PSOE en Madrid, bajo algunas de las mismas cancionescontraria sunt circa eadem— que suenan en los actos organizados por la derecha y la ultraderecha, esas contra las que combaten algunas de las luminarias —López, Montero, Puente— del partido que dice continuar la tarea emprendida por Pablo Iglesias. El tipógrafo, no el propietario de la Taberna Garibaldi, se entiende. Agrupados sobre el asfalto, socialistas del Foro y foráneos que, probablemente, tras combatir un rato al fascismo, aprovecharán el viaje para darse un garbeo por la Villa y Corte, corearon el guerracivilista «¡No pasarán!» y hasta cantaron La Internacional. Al cabo, ciertos heroísmos resultan tan accesibles como vacuos.

El día anterior a que todo esto ocurriera, José Luis Rodríguez Zapatero participaba en Barcelona en un acto del PSC, partido imprescindible para que el PSOE pueda mantener su papel de coordinador de secesionismos y cacicazgos, que fue clave para su acceso a una presidencia del Gobierno tras la cual nada continuó siendo igual. Durante una intervención de afectado sentimentalismo, el otrora Bambi, interpretó el papel mesiánico que le caracteriza desde su paso por esas bolivarianas tierras en las que, dicen, tiene un pequeño El Dorado. Ante los simpatizantes del partido que se vuelca en la erradicación de la lengua española del espacio público catalán, ZP se dirigió «a todos los progresistas de este país, a todos los demócratas» antes de lanzar —«¡no!, ¡así, no!»— una regañina y confesar que, en realidad, además de sentirlo por Sánchez y su familia, esos demócratas, esos progresistas lo sienten… «por la democracia, porque cada vez que la democracia sufre, nosotros sufrimos, más que nadie». «¿Sabéis por qué?», preguntó al público. Él mismo se respondió: «porque a nosotros nos costó mucho ver la democracia».

Con Zapatero, por decirlo en términos piquetianos, empezó todo. Él, que confesó a Gabilondo que le convenía que hubiera un poco de tensión, fue quien terminó por tensionarlo todo gracias a una ley fraccionadora de la sociedad, la Ley de Memoria Histórica, hoy reeditada y ajustada a los actuales intereses de Ferraz. Él es el máximo responsable del regreso de un anacrónico «¡No pasarán!» que no deja de ser una fantasía y, en algunos casos, una impostura, pues algunos de los que el sábado combatieron al «fascismo», se habrán sentado el domingo en la misma mesa que un buen chico, hoy abuelo, criado en ese franquismo del que procede la democracia que hoy sufre. 

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