«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

Sánchez y su pareja

30 de abril de 2024

Éric Zemmour inventó en 2006 el concepto de «parejización» de la vida política, entendiéndolo como una consecuencia más del proceso de feminización que ha ido transformando paulatinamente nuestras sociedades. Dicha «parejización» no nace exclusivamente de otorgar una relevancia excesiva a las consortes de nuestros representantes. Está también íntimamente relacionada con lo que supone la introducción del ser amado en la vida pública. Estrategia que, mal llevada, trae consigo la famosa «vulnerabilidad» de la que tanto se ha hablado (y poco se ha visto) en el caso de Sánchez.

Diríase que en nuestras «democracias», sin apercibirse, el ciudadano de infantería acaba votando binomios políticos, power couples, en vez de simples candidatos: Pedro se ocupa de avanzar en los derechos sociales y la «regeneración democrática» y Begoña es la embajadora de la moda española al mismo tiempo que mujer de negocios comprometida con políticas anti-greenwashing de impacto. La parejización corrige los fallos de la paridad, suaviza las ideas al dar más importancia a la personalidad. La pareja es el valor femenino por excelencia y convence a las electoras que, siendo menos dogmáticas que los hombres, ven dulcificada así la imagen del líder. Sin embargo, también fragiliza al tándem; la debilidad de una perjudica la imagen política del otro. La Carta a la Ciudadanía, esa maniobra de distracción masiva para acabar subiendo la apuesta autócrata, se sirvió, por tanto, del lenguaje de una época (feminizada).

La prensa del colorín, la de moda y ciertas secciones de los diarios nacionales llevan décadas construyendo una superwoman que, en España y circunscrita a las oportunidades de negocio que surgen gracias a la política, es especialmente terrible por ser el PSOE el partido del Régimen. Ocurra lo que ocurra, la mujer del César Sánchez siempre será honesta. Una chica Telva de kevlar. Blindada contra la constelación reaccionaria de los Sith.

Hay vida para la mujer del prócer más allá de la decoración de la residencia presidencial. Nadie lo duda. Pero incluso lo más frívolo puede jugar en favor de la imagen que proyecta la pareja que vive en su interior. No fue el caso de Nancy Reagan (de cuyo discutible gusto se hizo eco incluso la película Mars Attacks!). Por no hablar de Ana Botella y el estilo pequeño-burgués del caserón monclovita. Sin embargo, más de cincuenta años después, se sigue alabando a Claude Pompidou por haberse ocupado con dedicación y conocimiento del arte moderno del Elíseo, amén de inspirar el proyecto del Centro Nacional de Arte y Cultura de París. Quizá, una forma más tranquila que la elegida por Begoña Gómez para pasar a la posteridad.

No necesitábamos la clarividencia de Estefanía Molina para intuir que Sánchez no iba a irse. Después de chalanizar el Falcón y haberlo transformado en el Air Force Rincón del Gourmet, hubiese sido raro que abandonara por el amor de una mujer. Pero poco importa. Con o sin él, el Régimen que nos dieron, como el dinosaurio de Monterroso, todavía está ahí. Ése, y sus excrecencias políticas mayoritarias, son el gran problema. El inmediato, reaccionar a las amenazas de un presidente contra su país.

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