«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Anábasis sin Jenofonte

1 de septiembre de 2021

Hace más de 2400 años, se produjo el magno acontecimiento de “la retirada de los diez mil”. (Para los griegos, “diez mil” equivalía a muchos, una multitud). El caudillo persa Ciro, el Joven, se enfrentó al sátrapa de su hermano en una guerra dinástica por el dominio del imperio persa. El cual abarcaba un amplísimo territorio, desde los actuales Afganistán hasta Turquía. Ciro reunió un imponente ejército, en el que incluyó a diez mil mercenarios griegos, y fue derrotado en la batalla de Conaxa (cerca de la actual Bagdad). Ciro pereció en el combate. Uno de los mercenarios griegos, Jenofonte, discípulo de Sócrates, consiguió reagrupar a los mercenarios griegos sobrevivientes y logró conducirlos hasta las costas de Asia Menor, que eran parte de la Hélade. Fue una correría de más de cuatro mil kilómetros, por un territorio hostil. Por tanto, fue una retirada en toda regla, una “anábasis”. La portentosa hazaña de “la retirada de los diez mil” ocultó, para la historia, el desastre de Ciro, el Joven.

Más de veinticuatro siglos después, se produce la retirada, o mejor, la cobarde desbandada, de las tropas de los Estados Unidos, que había ocupado Afganistán durante veinte años. Con ellos, se pliegan, también, los hodiernos “mercenarios” de la OTAN, entre ellos, una honrosa hueste española. La derrota ha sido espectacular, comparable a la de Ciro, el Joven. La diferencia es que, ahora, los caudillos no van a la guerra, al frente de sus tropas; se quedan en casa o de vacaciones. Pero, simbólicamente, la derrota del presidente Biden (una voz que, en inglés antiguo, significa algo así como “el que espera”) va a ser, también, histórica. La espantada de su ejército y de sus aliados significa el final de la hegemonía estadounidense en el mundo. Ha sido vencido y humillado por una mesnada de desarrapados talibán, esto es, fanáticos novicios del islamismo radical. No se sabe qué va a ser de la desmesurada máquina militar de la OTAN. Me sumo a la propuesta de Alfonso Rojo para que se transforme en una división de la Cruz Roja.

Los atrabiliarios y crueles talibán encerrarán a su país con un muro de adobe, de espeso silencio. Solo, abrirán un portillo para los chinos y sus negocios mineros

Es un lugar común de las crónicas decir que, con los talibán, se regresa a la Edad Media. El enunciado se hace con un tono despreciativo. Alto ahí. La Edad Media europea (no la hay de otros continentes) representó un gran progreso en todos los órdenes, después de la inmensa decadencia del imperio romano. Anoten los logros: los gremios, los Parlamentos, las Universidades, las bases filosóficas del conocimiento científico, la imprenta, la idea de nación, el renacer de las ciudades, las catedrales y monasterios. No, los talibán equivalen a un enorme retroceso en la marcha de la civilización, más cerca del Paleolítico que de otra cosa. Bueno, en lugar de las lascas de pedernal, portan kalashnikovs. Calzan chanclas, que, quizá, haga más humillante la derrota de los occidentales.

Es lástima, en esta nueva versión de “la retirada de los diez mil” de Afganistán, no contamos con ningún Jenofonte. Por una razón, porque los talibán no, solo, expulsan a las tropas invasoras, sino a los periodistas. Es algo que no se dice para ocultar tal extremo de miseria, pero, así, es. Los atrabiliarios y crueles talibán encerrarán a su país con un muro de adobe, de espeso silencio. Solo, abrirán un portillo para los chinos y sus negocios mineros de litio y cobalto y, acaso, la comercialización del opio.

.
Fondo newsletter