«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.
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El gran desconstructor

30 de mayo de 2023

Lo peor del periodo Sánchez es que, en realidad, da igual que Sánchez se vaya, porque cualquier otro podría hacer lo que él ha venido haciendo (y deshaciendo). Sánchez transporta un proyecto personal de poder que se agota en el propio Sánchez, pero, además, es el vehículo de otro proyecto, mucho más amplio, en el que convergen otras gentes, otras fuerzas, y eso es precisamente lo que hace tan peligroso al personaje. Ese proyecto es lo que en un viejo artículo denominé «desconstrucción de España«, transponiendo a lo político el concepto «deconstrucción» de Jacques Derrida. Y la pregunta es si eso que se llama «oposición» ha tomado realmente conciencia del alcance de lo que nos estamos jugando.

Vale la pena explicarlo un poco. Desconstrucción no es destrucción. La destrucción es derribar lo que está construido, al estilo de las revoluciones clásicas. La desconstrucción es otra cosa: es desmantelar una construcción, separar sus partes, atribuirle a cada una un significado diferente y volver a montar el edificio con esas piezas a las que se ha dado una significación distinta. Así, en España, se ha desconstruido la unidad nacional, las familias, el mundo laboral, el rol de los sexos, la historia del país, etc. Las leyes sanchianas han ido unánimemente orientadas a esa tarea desconstructiva, desde la «memoria histórica» hasta el «bienestar animal» o las leyes «de género». No es un problema sólo español. Este viene siendo el proceso general de Occidente en el siglo XXI y a los mandos encontramos tanto a la derecha como a la izquierda clásicas. En el caso de España, el proceso se hace especialmente visible por un intenso programa de desmantelamiento de la conciencia nacional. El periodo de Sánchez ha acelerado los acontecimientos, pero la cosa viene de antes. El Partido Popular no ha sido ajeno a ello. La pregunta es si lo hizo de forma consciente o no. Y la pregunta subsiguiente es si un líder como Núñez Feijoo posee los órganos intelectuales adecuados para entenderlo.

Pocos días antes de las últimas elecciones, José María Aznar, ese hombre que suele comprender los problemas cuando ya no tienen remedio, denunció muy alarmado el proceso de «desconstrucción constitucional» que está viviendo España. ¿»Constitucional»? Parece que en el PP permanece viva esa alergia a la palabra «nacional», sistemáticamente sustituida por sinónimos que en realidad son eufemismos o, más bien, vías de escape. Una Constitución puede desconstruirse y no pasa absolutamente nada, porque la realidad no se subordina al texto. Nuestro problema no es que la Constitución flaquee, sino que el sujeto constituyente se borre, y ese sujeto constituyente no es otro que la nación española.

Ahora el Gran Desconstructor, que es Pedro Sánchez, envida y emplaza a los españoles a una suerte de plebiscito sobre nuestro propio suicidio colectivo. Habrá millones dispuestos a empuñar la daga contra sí mismos. De lo que se trata es de que, en el otro lado, sean más los que griten «¡detente, insensato!».

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