«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster
(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster

Las últimas palabras de Rebolledo

4 de noviembre de 2013

Al borde de la muerte, José Manuel Rebolledo, un galguero toledano, tuvo un último estremecimiento. Con el postrero suspiro, Rebolledo se incorporó, puso la mano izquierda en el hombro de su hijo Jeremías y le susurró: “Como sea verdad lo de la reencarnación estoy…”.

Rebolledo no dijo más. Sus ojos se quedaron fijos y cayó despacio sobre la cama. Su hijo le recolocó las manos sobre el pecho, suspiró y salió de la habitación. Afuera, al fondo del pasillo, Jeremías Rebolledo vio la figura de don Venancio que se acercaba a pasitos cortos y gastados. A media voz, Rebolledo hijo extendió las manos y dijo: “No corra, que ya ha muerto”. El cura preguntó, sofocado: “¿Ha sido ahora mismo?”. Jeremías Rebolledo asintió con la cabeza. El cura apretó el paso: “Hombre, hombre… Pues hay que darse prisa”.

El sacerdote entró en la habitación, se inclinó sobre el cuerpo de José Manuel Rebolledo, le susurró algo en el oído, sacó una carterita de cuero con unos aceites, mojó el dedo pulgar en el óleo e hizo la señal de la cruz en la frente del muerto. Luego, el cura se volvió hacia Jeremías Rebolledo: “¿Ha dicho algo antes de morir? ¿Algo piadoso?”. Jeremías torció la boca: “Ha dicho que como sea verdad lo de la reencarnación, que estaba…”. El cura abrió mucho los ojos: “¿Que estaba qué?”. Jeremías Rebolledo rebotó los hombros: “Que estaba… No ha dicho más”. El sacerdote se volvió hacia el difunto: “¡Madre de Dios, Madre de Dios…! Va a haber que decir muchas misas por este hombre”.

Casi dos años después, Jeremías Rebolledo salió de la casa, se acercó a la perrera, sacó al Pitu, un galgo de 22 meses, se lo llevó a un encinar cercano, pasó un cable por el cuello de aquel perro que no cazaba bien, lo ató al tronco, pasó el cable por una rama alta y levanto al galgo en el aire como le había enseñado su padre. Después, Jeremías Rebolledo se volvió y mientras se alejaba de allí, creyó oír al perro decir: “… jodido”.

 

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