«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cristiano High Fidelity; Simeone, una de Almodóvar

21 de noviembre de 2016

 

Ya me había recuperado de ver a Luis Enrique llorando al árbitro tras el golpe de Tassotti, cuando ahora lo tengo que ver compareciendo ante los periodistas. Lo peor. Desde el sábado, lo peor ya es Del Bosque deseándome Felices Fiestas y cortando turrón en ese anuncio. El horror. Lo que me faltaba con la Navidad. Hasta el 7 de enero he dejado el cartelito de “He salido, ahora vuelvo”. Otro cartelito habrá colgado el Atlético de Madrid. El sábado soñaba con homenajearse en su último derbi en el Calderón. Está claro que todos adornamos nuestros recuerdos. Los de Simeone quisieron desgranar algunos recuerdos como gotas del mejor toreo, que algo de eso habrán almacenado a lo largo de esa larga vida. Pero fue de cara a la galería, sus caras cantaban un querer arrancar ya pensando que en dos horas sería de noche, como decía Belmonte antes de la corrida. Ya lo dijo Mark Twain, menos hay para justificar una costumbre, más difícil es deshacerse de ella. Y la historia ya se repite para los del Manzanares demasiado. Como definió Juan Rulfo a Pedro Páramo, un rencor vivo. A Simeone, a estas alturas de la película, los miedos le sacuden. Creo que todos los días retumba en su cabeza ese arrebato de adiós sin valentía tras la última derrota en Champions frente al Real Madrid (ojo, que vienen curvas). El sábado para encontrar a los pupilos del Cholo sobre el terreno de juego había que llevar a un zahorí del brazo. Y cada acción sobre el césped era un momento chusco, sucio y pelaje de lo que hay que evitar. La tarde se les estaba poniendo idéntica a cuando estabas ante la taquilla del cine y veías el cartel de la ‘peli’ de Miguel Albaladejo ‘Nacidas para sufrir’. El bufff te salía del alma. Mira, entra tú. El Atlético de Madrid tragó ricino. Y es que la nostalgia no es siempre tan piadosa a la hora de traernos los recuerdos en la despedida. Sobre todo si enfrente hay alguien que te abre los ojos. Un Cristiano Ronaldo peleón e inconformista (por fin) al que daban ganas de arrancarle los machos. A piezas, como reliquias. Qué espectáculo entre Cristiano, Nacho, Kovacic, Marcelo y el partidazo de Isco (no, no es el título de una serie). Cada pase, como en la mejor tarde de Las Ventas, se paladeaba, extasiaba. Cristiano volvió con otro hat trick y marchó mientras los atléticos echaban bilis. Sólo un grande como él puede generar tanta pelotera. Confirmando la normalidad de lo extraordinario. Vous êtes le personnage. Leí una vez que Fernando Fernán-Gómez afirmaba que, “contra lo que suele creerse, el pecado nacional de los españoles no es la envidia, sino el desprecio; o, mejor dicho, el desprecio de la excelencia: quien envidia desearía escribir las 1.200 páginas del Quijote, quien desprecia es el que dice: “Pues, chico, yo he leído 30 páginas del Quijote y no es para tanto”. Con Zidane ya rizaron el rizo: “Ha hecho una buena alineación, un buen partido, gracias a las bajas que tenía”. Échale guindas al pavo, que cantaba Miguel Ligero, a los periodistas deportivos españoles. La cuota de mentecatez. Cuando oigo tanto botarate me acuerdo de aquello que dijo Enric González en Jot Down: “Lo que busca un periódico deportivo es masturbar al lector”. Zidane, mientras, sonríe. Con autoridad. Y trae el storytelling a lo Descartes, “lo que se concibe claramente se enuncia claramente”. El arte de contarlo bonito. El domingo, un amigo del Atleti me invitó a desayunar. El planazo era peor que quedar con Morata para que te cuente lo que sufrió cuando lo dejó su novia. Pobriño atlético, un no parar de remover el café con la cucharilla. Sin levantar cabeza. Cada enfrentamiento contra los madridistas lo sufre como Ferguson cuando le preguntaron si había visto los últimos seis mundiales, “es mejor ir al dentista”. Si cuando Ramón Mendoza opinaba que ser presidente del Real Madrid era más importante que ser ministro…

Dos horas antes, los de Luis Enrique hacían aguas por todos los flancos. Las ausencias de Messi y Suárez certificaban aquello de Bill Shankly, que el fútbol no era una cuestión de vida o muerte, era más importante. Frente al Málaga, el caos contra la portería de Kameni. Como entrar y salir de una puerta a otra del 13 Rue del Percebe. Hasta el ¡minuto 98! Kameni casi suelta  -¡en el minuto 98!-  “¡dejad ya de joder con la pelota!”, a lo Serrat. No vivía tanto suspense con cada balón suspendido en el aire desde la última de Stephen King. Sólo faltó que sonara de fondo Taquicardia, de las Vainica Doble. 

El fútbol, amigos, es ‘bigger than life’.

 

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