Ya inició marzo de 2021 y la vulneración hacia la mujer sigue, tristemente, presente. Una situación lamentable que, a pesar del progreso y avance de nuestras sociedades, no se ha podido erradicar. Sin embargo, los feminismos se han instalado en nombre de todas nosotras para levantar una agenda política que nada tiene que ver con nuestra defensa. Pero, muy por el contrario, éstas desconocen nuestra propia naturaleza cuando llaman a la deconstrucción de la femineidad y la sexualidad, cancelando, a la vez, a aquellas que cuestionan sus discursos. A pesar de esto, autoridades políticas femeninas insisten que la derecha es compatible con los feminismos actuales.
El 8 de marzo es uno de los días más hipócritas que se puedan conmemorar, porque no busca defender nuestra dignidad como mujeres. Y si nos remontamos a sus orígenes, podemos comprender el por qué. Pero antes de referirme a ello, es necesario volver a recalcar que, en sus inicios, el feminismo no tuvo solo una matriz liberal, porque simultáneamente se desarrolló el “feminismo de la Diferencia”, que fundió la cuestión de la mujer con la lucha de clases. Por ello, el concepto de “olas” con que se ha querido estudiar al feminismo nos conduce errores de aproximación al tema.
Feminismo de la Igualdad ―el de origen liberal― y de la Diferencia ―de matriz comunista― fueron dos miradas a una situación real: las mujeres a finales del siglo XIX no accedían a la educación superior, no participaban en la política ni tampoco tenían independencia económica. Pero sus interpretaciones del porqué ocurría esto eran totalmente antagónicas.
Mientras que las primeras demandaron igualarse a las condiciones civiles y políticas masculinas, como fue el acceso al sufragio, las segundas han buscado “emanciparse” de una situación de “opresión”. Estas se oponían a las sufragistas por ser, según ellas, un movimiento burgués. Su posición fue subversiva, proponían liberarse del orden social capitalista. Recordemos que sus distintas teóricas han señalado que para lograr este propósito se debe desplazar la familia tradicional, la heterosexualidad, la monogamia, la femineidad e incluso la posibilidad de ser madres con eufemismos como los “derechos reproductivos” (esto es matar a la persona que está por nacer).
Dicho esto, las feministas de la Diferencia ―mujeres socialistas, marxistas y anarquistas como Clara Zetkin, Alexandra Kollontai y Rosa Luxemburgo― a través de la Internacional de Mujeres Socialista impulsaron conmemorar un día de la mujer trabajadora como símbolo de una lucha por la “emancipación”, lo que permitiría una “mujer nueva”, en palabras de Kollontai. Posteriormente, el Club de Mujeres de Chicago, que estaba aliado con el Partido Socialista estadounidense, buscó celebrar el “Woman’s Day” el 03 de mayo de 1908. Para el año siguiente se celebró el 28 de febrero, considerándose oficialmente el primero en este país, que si bien demandaba el acceso al voto al igual que las Feministas de la Igualdad, también llamaban a “abolir la esclavitud sexual”.
Pero el primer día internacional de la mujer se realizó el 19 de marzo en 1911, conmemorado en varios países europeos. Posteriormente ocurrió el incendio en la fábrica textil Triangle en Nueva York, el 25 de marzo de ese mismo año, donde fallecieron más de 100 mujeres. Pero no es hasta después de la Segunda Guerra Mundial que el 08 de marzo se establece como la fecha a destacar en los países del eje comunista, día adoptado en 1975 por la UNESCO. Por ello, todos sus países miembros conmemoran hoy el 8M.
A propósito de lo anterior, la directora general de la UNESCO para el 8M de este año señaló que “en 2021, mientras la pandemia de COVID-19 sigue ensanchando todas las brechas de nuestro mundo, en especial las relativas a la desigualdad de género, es más importante que nunca que el 8 de marzo sea un día de unidad y movilización”.
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se erige en matrices comunistas, pues ve que la lucha feminista es parte de la lucha socialista, como dijo Shulamith Firestone. Funde una situación real con la lucha de clases, despreciando, como se ha señalado ya, a los movimientos sufragistas por burgués y reproducir las categorías capitalistas que tanto desean erradicar. Por ello, el 8M es un día ideológico y no busca representar a la mujer.
Ya en pleno siglo XXI, los feminismos llaman al 8M a la “huelga general”, concepto que Rosa Luxemburgo impulsó. La polaca-alemana entiende que es un método de lucha, pues “en la atmósfera cargada de la etapa revolucionaria cada pequeño conflicto parcial entre el capital y el trabajo puede transformarse en una explosión general”.
No obstante, es factible ver cómo los feminismos de la Diferencia desplazaron totalmente a los de la Igualdad, en parte porque la mayoría de las demandas de ese grupo ya fueron logradas. Junto con lo anterior, estos feminismos se han radicalizado y aquellos vigentes son en su mayoría posestructuralistas, es decir, que impulsan la deconstrucción como una forma de subvertir el sistema político y nuestras identidades.
Desde los noventas se impulsó el enfoque de género (que deconstruye los dos sexos) que logró desplazar a la mujer como su sujeto político. Dicho de otro modo, son las sexualidades “disidentes” a ―lo que llama― la “héteronorma” las nuevas identidades que articulan conflictos artificiales. Por ello, pensadoras como Judith Butler o Paul Beatriz Preciado sostienen que la lucha feminista incluye también a mujeres transexuales, es decir, hombres que se perciben mujeres.
Por eso es posible encontrar en los espacios universitarios o en redes sociales a distintos colectivos que llaman a “deconstruir la femineidad”, pero ojo, también llaman a “deconstruir la masculinidad”, porque los hombres heterosexuales serían inherentemente opresores.
En el caso chileno, la Coordinadora Feminista 8M (CF8M) invita a una Huelga General Feminista, que sería interseccional en las luchas, por eso el 8 de marzo es el día “contra el patriarcado y el terrorismo de Estado”. Pero no solo es feminista, también es antirracista, anticapitalista, transfeminista, lesbofeminista, disidente, plurinacional, anticarcelaria, migrante, transfronteriza, antinegacionista, antiextractivista, antifascista, transgeneracional e inclusiva (sí, todos calificativos utilizados).
A pesar de lo expuesto anteriormente, mujeres de la derecha siguen insistiendo que el feminismo también les pertenece o que no tiene partido político como señaló la ministra de la mujer chilena. Y si bien tiene razón que no hay partidos políticos, entendiéndolas como instituciones verticales, si hay una clara ideología política detrás de estos colectivos horizontales.
Sin embargo, parece que no conciben que los fundamentos antropológicos de las derechas también proponen soluciones sin adoptar las matrices del comunismo. Si se adoptaran políticas públicas que se sustenten en que las personas nacemos libres e iguales en dignidad y en derecho sería un gran paso. O medidas que entiendan y solucionen males como la drogadicción, el alcoholismo, los problemas mentales, para prevenir situaciones de violencia. También mejorar la educación sexual basada en datos científicos, sin caer en ideologías que nos desvían de la causa real de situaciones no deseadas.
Pero también es dable señalar que las amenazas a la familia han generado sociedades fracturadas y líquidas. No hay noción de persona, ni marcos comunes mínimos que nos permitan dialogar. Y los feminismos contemporáneos han profundizado esta situación, alejándonos de sociedades libres y sanas, porque se han impuesto como totalitarismos ideológicos. Nos dictan cómo hablar, vestir, pensar, hacer, e incluso nos señalan qué actos sexuales serían feministas y cuáles no, porque reproducen la opresión patriarcal.
La dignidad humana es una condición intrínseca a cada persona por lo que las mujeres no necesitamos a los feminismos para que sea así. Porque al contrario, apuntan a que nos desintegremos como personas y mujeres, para que estemos realmente vulnerables a caprichos ideológicos en sociedades donde la familia se ha visto fuertemente debilitada. El 8 de marzo no nos representa a todas, porque desde sus bases se ha sostenido de tal manera. Margina a las mujeres católicas, a las de derecha, a las policías, e incluso a aquellas de buena situación económica. Por eso, una mujer de derecha ―independientemente de la vertiente que se sienta representada― no debería hacer ningún guiño a este día.