Decía Ronald Reagan que la expresión más terrible del idioma (inglés, en su caso) es: “Soy del Gobierno y estoy aquí para ayudarle”. La casa del inglés hace tiempo que no es su castillo, pero el estadounidense todavía mantenía restos de desconfianza hacia las autoridades y la idea de que el domicilio es inviolable.
Biden quiere acabar también con eso, y la excusa es la vacuna contra el covid, que por lo demás avanza a un ritmo excelente en el país. Pero no se han alcanzado las cifras previstas en el Plan para la fiesta nacional, el 4 de julio (un 70% de vacunados), y ahora el presunto presidente quiere hacer de ella, como sucede en todo Occidente, el pretexto para acabar con la libertad y la privacidad de un solo golpe.
En una rueda de prensa dada en la Casa Blanca para informar sobre los avances en el plan de vacunación, el presidente declaró que «tenemos que ir comunidad por comunidad, barrio por barrio, y a menudo puerta por puerta, llamando a la puerta” para que los ciudadanos se vacunen. Imaginen el cuadro: usted no espera a nadie, llaman a su puerta y no son una pareja de mormones que quieren hablarle del ángel Moroni, sino algo igual de intrusivo pero más peligroso: agentes del Gobierno, quizá acompañados por una enfermera con una jeringuilla preparada.
Y no es, por una vez, que al anciano inquilino de la Casa Blanca se le haya ido de nuevo la cabeza: su portavoz, la imperturbable Jen Psaki, repitió por la tarde casi literalmente la misma amenaza.
No se entiende muy bien la prisa, por lo demás: al menos el 67% de los estadounidenses han recibido ya al menos la primera dosis.
La prioridad de la Administración ahora es la población adolescente, entre 12 y 18 años, para tenerlos vacunados antes de empezar el periodo escolar, a pesar de que es una franja de población prácticamente inmune a los efectos más virulentos del coronavirus, con un número casi imperceptible de muertes u hospitalizaciones salvo en caso de comorbilidad, y superando la vacuna la tasa de efectos secundarios habituales en estos tratamientos.
