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En Venezuela no se eligen representantes, sino que se reparten representaciones...

El fraudulento sistema electoral venezolano engaña a la prensa internacional: el chavismo no tiene ‘cuna’, sino cunetas

El tirano venezolano Nicolás Maduro junto a su esposa, Cilia Flores. Europa Press

Por obra y gracia de la cortedad de miras del conglomerado mediático que encapsula y vende noticias enlatadas, han dado una buena cantidad de titulares los resultados que el sistema electoral del chavismo ha anunciado en Barinas, una región centro occidental venezolana.  El pasado domingo 9 de enero de 2022, el Consejo Nacional Electoral manejado por el chavismo, con el sistema electoral más fraudulento de la historia política mundial, le anunció al país que por primera vez desde 1998 había ganado la gobernación de la entidad un candidato que no solamente no es chavista sino que tampoco lleva el apellido Chávez ni se relaciona con dicha familia de ninguna manera.

Para mayor delicia de los creadores de titulares de la medianía periodística, el sistema electoral chavista anunció al país que había sido derrotado Jorge Arreaza, exvicepresidente, exministro de Exteriores y exesposo de Rosa Virginia Chávez (hija mayor del difunto). El ganador, Sergio Garrido, es un anodino dirigente de una facción del partido socialdemócrata Acción Democrática, inmerso en una pelea interna por el control de sus siglas. Datos de importancia, porque a dos días de la elección que lo hizo gobernador, nadie sabe quién demonios es el supuestamente electo.

Pero ha sido fácil hacer titulares, pues es el estado donde nació Hugo Chávez. Es el estado en el cual gobernó durante 8 años el padre Hugo de los Reyes, luego el hermano mayor Adán y luego el menor Argenis Chávez. Así, presentan la facilidad de la noticia que hasta un practicante captaría: El chavismo ve en su propia cuna la derrota de los Chávez. O algo así.

Nada es lo que parece, como siempre en Venezuela

En primer lugar, las elecciones no fueron elecciones. Hace más de dos décadas que Venezuela cayó en manos de una banda delictiva que, en su afán por no abandonar jamás el poder, se construyó un sistema electoral probadamente fraudulento. Sistema electoral que fortalece además ese entramado delictivo que conforman el régimen y la oposición que se mandó a hacer a su medida, a lo Stalin. Así, en Venezuela no se eligen representantes sino que se reparten representaciones, en función de las necesidades del sistema. Si se necesita dar una imagen de apertura, se le da el control del parlamento a la oposición falsaria. Si se requiere ponerle freno a las apetencias que se desatan, se le recortan las alas al mismo parlamento, a través de la magistratura controlada por el chavismo. Y si se necesita detener la iniciativa de EE.UU conocida como “Gobierno interino”, pues se reparte un nuevo parlamento donde solo tengan cabida los que acepten desmontar el parlamento de Guaidó.

Y así, se llega a unas elecciones regionales en la que el reparto estaba cantado desde la primera luz del día. El 23 de noviembre de 2021 una parte de la oposición falsaria decidió participar y otra también, pero disimulando. Fue el caso de Juan Guaidó, que desconoce la convocatoria a elecciones pero inscribió candidatos en todo el país a través de su partido Voluntad Popular. Y aquí, llegamos a Barinas: el candidato de Guaidó a la gobernación resulta a las primeras de cambio adjudicado por el CNE del régimen, pero el Tribunal Supremo anula el triunfo alegando que el candidato estaba inhabilitado. A pesar de que el candidato de la familia Chávez contaba con todo el respaldo del chavismo, pues no fue adjudicado al final y debió hacerse a un lado, permitiendo que el antiguo yerno de su difunto hermano fuese el abanderado.

Todo es truculento. Y nada de eso está en los titulares. Ha sido más fácil hablar de “la cuna” y no de la mano que la mece. Pero hay más.

La verdadera cuna del chavismo

No es verdad que por haber n acido Chávez en Barinas, sea esta región “la cuna del chavismo”. El chavismo no ha sido, no es ni será un fenómeno regional. Y si nació algún día, si pudiese determinarse la cuna en la que se meció, hay que determinar que la misma está en las rejas del palacio presidencial que aquel 4 de febrero de 1992 Hugo Chávez mando a atacar con tanques y fuego de mortero para asesinar a Carlos Andrés Pérez, presidente de la época, quien derrotó esa intentona y la siguiente que el eterno fallido golpista acometió el 27 de noviembre del mismo año.

El chavismo podría tener cuna en uno de esos tanques. O quizás, podría tener su cuna en el mismo sitio donde han depositado lo que se cree son los restos del golpista, el antiguo Museo Histórico Militar, renombrado luego del sepulcro como “Cuartel de la Montaña”. Ahí, aquel fatídico día del golpe, el entonces Comandante militar se acuarteló a ver por binoculares los movimientos que había ordenado. No disparó ni un tiro personalmente, como haría cualquier cobarde. Ahí nació su fama, ahí parece descansar también.

Pero poco importa la cuna. Lo que de verdad importa es la cuneta en la que Chávez y Maduro echaron los cadáveres de los miles de venezolanos asesinados desde aquel 4 de febrero de 1992. Las cunetas del chavismo tienen además a los muertos del 27 de noviembre de 1992, a los del 11 de abril de 2002, a los cadávees de los muchachos ametrallados en las protestas de 2014 y 2017. En esas cunetas están los cadávertes de Evangelina Carrizo, asesinada en 2004 mientras reclamaba el fraude electoral del revocatorio de ese año. Está el cadáver del mártir Oscar Pérez y su grupo de combatientes, ejecutados después de rendirse el 15 de enero de 2018. Está el cadáver del concejal Fernando Albán, lanzado desde el piso diez del edificio del Servicio Bolivariano de Inteligencia luego de ser detenido ilegalmente y torturado, como acostumbran.

En esas cunetas está el cadáver del capitán Acosta Arévalo, torturado vilmente y dejado al borde de la muerte frente a la juez que con tranquilidad pasmosa lo vio morir sentado en el banquillo.

Son miles, si suman a todos los que murieron por la inexistencia de salud pública y medicamentos luego de la destrucción del sistema sanitario ejecutado por el socialismo chavista. Miles más si suman a los que mueren a diario a manos de la delincuencia que secuestra, roba y mata. Miles más si sumamos a los que han muerto escapando a pie del país.

Miles de muertos en las cunetas del chavismo, frente a la inercia mundial, que parece tener que esperar que los miles sean millones para de verdad ocuparse en acciones reales. Acciones reales que detengan genocidios silenciosos que los hacedores de titulares siempre ignoran hasta que se convierten en el escenario perfecto para un reportaje vivencial o una foto desgarradora que permita llegarle al Pulitzer.

Mientras se llenan las cunetas de cadáveres, el concierto periodístico mundial prefiere imaginarse cunas y pesebres. Como acostumbran.

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