«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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LÓPEZ LLEGÓ A MADRID PARA REUNIRSE CON SU FAMILIA

El realismo mágico de Leopoldo López

Veo las noticias en la televisión española y una de las informaciones bomba que abre la ronda de titulares es que “el líder opositor” Leopoldo López ha salido intempestivamente de Venezuela y ha pasado su primera noche reunido con su familia en territorio español.

Para la gran prensa, esa que no tiene tiempo de reparar en muchos detalles y debe atender al sentido de la brevedad y la urgencia, lo de López es eso: un reencuentro con su esposa Lilian y sus hijos Manuela, Federica y Leopoldo. A la vez, los periodistas proyectan como un hecho novelesco el que el coordinador del partido Voluntad Popular (VP) se le escapó a Maduro, sorteando rocambolescas dificultades y desafiando abiertamente a la tiranía chavista.

Podemos quedarnos con el titular impactante. Podemos echar mano de la épica para decir que Leopoldo López es la mismísima reencarnación de Simón Bolívar y ahora le corresponderá dar pie a la segunda independencia de Venezuela. Podemos decir que ahora Maduro tiembla y por eso ha puesto presas a 7 personas luego de que López saliera de la residencia del Embajador español en Caracas. Podemos decir que Leopoldo es un líder completamente distinto al conjunto de los dirigentes opositores al chavismo que hacen vida dentro y fuera de Venezuela y que –con él libre– sí hay esperanza de que entremos en la fase definitiva de liquidación del proceso comunista que sojuzga a los venezolanos. Podemos, en fin, inventarnos muchas historias. De todo color y para todos los gustos.

En cambio, para mí lo lógico es alegrarnos porque un hombre que ha pasado casi 7 años privado de su libertad –entre cárceles y arrestos domiciliarios– pudo nuevamente reunirse con los suyos. Eso es lo humano. Pero al mismo tiempo, la razón y la historia reciente nos compelen a no sobredimensionar nuestras expectativas sobre lo que pueda hacer o no López por la liberación de Venezuela. Al fin y al cabo la satrapía chavista es un problema complejo, cuya resolución no depende exclusivamente de que tengamos a un ungido que “ahora sí, va a poner las cosas en orden”. No funciona así.

En 2014 Leopoldo López, junto a María Corina Machado y Antonio Ledezma, encabezaron un movimiento de insurrección popular a través de protestas de calle llamado “La Salida”. Así, a secas.

Además de ser un método de combate contra el chavismo, “La Salida” era fundamentalmente un desafío a una gruesa parte de la oposición venezolana que había claudicado en la idea de desplazar al chavismo del poder, costara lo que costara. Esa oposición blandita que encabezaban entonces Henrique Capriles, Julio Borges, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales, Henri Falcón, entre otros. Luego de que la insurrección fracasase –por distintos motivos que hoy no vienen a cuento– Leopoldo fue puesto preso por el régimen chavista.

El partido de López comenzó un largo camino en la transmutación política, abandonando la línea abiertamente insurreccional que le caracterizó en los días de oro de su alianza con Machado y Ledezma.

Así, progresivamente VP se convirtió en un partido que por la mañana hacía unas declaraciones estridentes, pero en la tarde se acogía a la política que determinaba el statu quo de la oposición venezolana capitaneada por un septuagenario Henry Ramos Allup, por ejemplo.

Durante todo este tiempo la formación política de López no escatimó en esfuerzos para ir en contra de sus antiguos aliados del bando “radical” de la oposición, al tiempo que buscaba asimilarse cada vez más al submundo de la oposición “moderada”, con los de siempre.

Sin embargo, el 30 de abril de 2019, con el intento de la toma de la base aérea La Carlota, López y VP volvían a intentar una jugada de desafío franco y abierto al régimen chavista, incluso buscando apoyos dentro del mundo militar para ello. Aquello simplemente nunca cristalizó. Prácticamente nadie salió a la calle a protestar y la cúpula militar siguió haciendo el papel de alcahuete de Maduro. Tal parece que hacer carambolas entre la moderación y el radicalismo de manera intermitente no rinde frutos. Una lástima.

¿Es acaso esa intermitencia un reflejo del condicionamiento cruel al que debe haber estado sometido López en su prisión durante todos estos años? Es probable.

Ahora bien, Leopoldo, aunque preso durante todo este largo tiempo, nunca ha dejado de tener control efectivo sobre su partido. Voluntad Popular solo puede ser visto como un gran “lo que pudo ser”, pero que terminó convirtiéndose en un realista “no fue, y ya”.

Esta es, de fondo, mi gran diferencia política con López. Conjuga la impotencia por una expectativa frustrada con un sentimiento de culpa por juzgar a alguien que creyó que su prisión iba a levantar a un país entero contra Maduro, pero que al final del cuento solo perdió 7 años de su vida mientras el chavismo sigue allí aposentado, implacable, ruin y destructivo. 

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