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les convierte en una pequeña potencia

Helicópteros Black Hawk, rifles, bombas… el moderno y letal arsenal que EEUU ha regalado a los talibán

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una comparecencia pública. Reuters

Renovarse o morir. Cualquier lector de cierta edad que haya estado siguiendo la caída de Kabul y la conversión en tiempo récord del país en República Islámica y haya visto fotos y vídeos habrá observado que estos no son los talibán de nuestra juventud. Lejos quedan esos pastores de las montañas vestidos a la vieja usanza y blandiendo añosos AK-47 de factura soviética.

Los de ahora son de ‘fusión’, un ‘look’ a medio camino entre lo tribal y lo yanqui: gafas de sol, Nike, la ocasional camiseta y, ¿por qué no?, incluso uniformes de camuflaje del enemigo. Y buena parte de ese novedoso ajuar no lo han encargado por Amazon, sino que es cortesía del contribuyente norteamericano.

Desgraciadamente, no es lo único que Washington ha regalado a sus enemigos. En 21 años, Estados Unidos ha gastado una cantidad ingente en Afganistán. El coste directo estimado hasta 2020 era, redondeando, de dos billones de dólares. De los nuestros, millones de millones.

Ahí va de todo, desde armamento y entrenamiento hasta infraestructuras o cursos de género y programas de empoderamiento femenino. Pero no creemos que los dueños del poder ahora en Kabul valoren ningún regalo del Tío Sam tanto como esas armas, las más modernas y letales del mundo, de las que está sembrado el país. Según algunos cálculos, los talibanes son ya dueños de varios helicópteros Black Hawk y otros aviones militares de Estados Unidos, además de una veintena de aviones de ataque A-29 Tucano, incontables rifles M16, vehículos militares y hasta gafas de visión nocturna.

Esto es solo contando lo que los norteamericanos cedieron al glorioso y leal ejército nacional de Afganistán, que solo entre 2017 y 2019 recibió de su ocupante/aliado 7.035 ametralladoras, 4.702 vehículos Humvee, 20.040 granadas de mano, 2.520 bombas y 1.394 lanzagranadas. Eso, a sumar a lo regalado entre 2003 y 2016: 75.898 vehículos, 599.690 armas, 162.643 equipos de comunicaciones, 208 aviones y 16.191 piezas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento a las fuerzas afganas, de acuerdo a un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de 2017.

Los analistas más optimistas señalan que una cosa es poseer ese tesoro de armamento de alta tecnología y otra muy distinta que sean capaz de usarlos, siendo aparatos muy sofisticados y de alta tecnología que requieren un equipo mecánico y un mantenimiento acorde. El Black Hawk, por ejemplo. Los talibanes han mostrado vídeos en los que consiguen poner en el aire helicópteros de factura rusa, pero el aparato norteamericano es mucho más complejo.

Desgraciadamente, es abrumadoramente probable que el nuevo gobierno pueda echar mano de los pilotos del ejército afgano -ahora suyo- entrenados por los propios norteamericanos para hacer funcionar esos cacharros.

Los medievales pastores pastún se han encontrado de golpe y porrazo con un arsenal que envidiarían muchos de sus vecinos y que les convierte en una pequeña potencia. En cuanto al material que les sobre, al que no puedan dar uso o que por cualquier razón les sobre, se nos ocurren muchos países y organizaciones terroristas dispuestas a pagar el precio justo por cada cacharro yanqui.

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