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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El problema de los retornados

Por Salvador Burguet
Leía el pasado martes un artículo en la prestigiosa revista The New Yorker sobre los retornados, ese fenómeno del que muchas veces parece que todo el mundo se olvida y que, para desgracia de Europa y de medio mundo, existe y está comenzando a crecer.
Con las derrotas de Estado Islámico en Irak y Siria, muchos de esos combatientes que hace tiempo hicieron la Hijra para adherirse al Gran Califato virtual creado por un individuo llamado Abu Bakr al-Baghdadi, están buscando la forma y manera de volver a sus países de origen. Y muchos de esos mismos combatientes tienen ese país de origen en Europa.
Decíamos en AICS en un Informe de Inteligencia que vio la luz el pasado jueves 19 de octubre, que en ese regreso de los llamados foreign-fighters, España puede jugar un papel crucial, por cuanto es la zona natural de paso hacia Europa central. De hecho, si antes, hace cuatro años, la forma más cómoda (porque lo era) de entrar en Siria era desde Turquía, y poderosas razones económicas había para ello, ahora la salida por la patria del difunto Ataturk es más que difícil, por no decir imposible. Esto me trae a la memoria otro Informe que emitimos hace casi tres años en el que se hablaba del triángulo negro, una zona del norte de Marruecos que bautizamos de esa guisa por ser donde más islamistas (yihadistas para algunos) se acumulaban, muchos de ellos procedentes de Europa y con ello de España. Por cierto, ese informe nos costó un ataque más o menos duro de ciertos medios marroquíes demasiado próximos a Rabat-Sale. Pero, teníamos razón. Diferencia entre Inteligencia (con mayúsculas) y dar opiniones. Posteriormente, hablamos de la famosa ruta española, otro bautismo made in AICS, para definir la vía que utilizaban los voluntarios desde Europa Central para alcanzar el norte de África (y ese triángulo negro). Esa ruta, discurría a lo largo de la costa mediterránea hasta llegar a los puertos del sur de Andalucía desde donde hacer el salto hacia Marruecos o Argelia. Y por último, el año pasado, salió un tercer Informe en el que se mencionaba el rol de las mezquitas ilegales en España en el proceso de radicalización, señalamiento y captación de voluntarios. Cito estos tres documentos no por publicidad, sino porque ahora van a volver a ponerse encima de la mesa. Y veremos por qué.
Menciona la articulista de la revista norteamericana, Robin Wright, que uno de los destinos potenciales de esos combatientes es Filipinas, y no le falta razón. El archipiélago que otrora fuese parte contratante del Reino de España, está haciendo muchos esfuerzos por convertirse en el próximo escenario del islamismo radical, y el nuevo campo de batalla para los que necesitan de la adrenalina de la guerra en nombre de Allah. Sin embargo, para nosotros los Europeos, el problema no es el de los necesitados de guerrear, sino el de los que deciden dejar de hacerlo (al menos de forma abierta).
Cuando comenzó el éxodo masivo de voluntarios, atraídos por las bondades que ofrecía ese nuevo Estado conocido como Gran Califato del Estado islámico, y que básicamente era gran parte de siria y el norte de Irak, desde Europa se tardó en reaccionar. Durante muchos meses, casi un año, los países del viejo continente vieron, cual espectadores de lujo, como la filas de la mayor amenaza terrorista desde la al-Qaeda de principios de siglo, crecían y crecían con individuos que hablaban francés, inglés, alemán, ruso y hasta español. No sería hasta los atentados de París de noviembre de 2015, cuando se planteó de manera sería acabar con ese flujo. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que, lo que parecía un conflicto regional, eufemístico término de llamar a algo que ocurre más allá de nuestras
fronteras y que creemos no nos afecta, era también nuestro problema. Entonces no se supo dar la importancia que el hecho tenía, tanto la guerra en Siria, la aparición de Estado Islámico, su propaganda tan activa y tan bien diseñada, o los miles de individuos que decidían dejarlo todo por irse a la guerrear. Este fracaso predictivo, analítico y de seguridad permanecerá en el haber de la historia, por mucho que nos pese, y algún día será analizado en profundidad en eso tan manido de las “lessons learned” (la forma anglosajona de decir “en qué hemos fallado”). Ahora no podemos cometer el mismo error.
Pues bueno, todo apunta a que podríamos hacerlo.
Decía antes de la existencia del triángulo negro. Pues sigue existiendo. Cierto es que Marruecos, más por necesidad que por clara convicción, más por vender imagen que por deseo de hacerlo, ha actuado con razonable firmeza durante los últimos dos años contra los elementos radicales afincados en su suelo. Tardó, pero lo hizo. Y tardó porque, en el fondo, lo que menos quería Rabat, aunque quizá sería más oportuno decir Rabat-Sale (donde se ubica el Palacio Real), era hacerse notar entre los radicales como el país musulmán que luchaba contra ellos influenciado por Occidente. Bueno, puede ser una política criticable y hasta inaceptable para Europa, pero siendo objetivo el Rey Mohamed VI sabía muy bien lo que hacía y no le salió mal del todo. Recuerdo que cuando decidió incrementar las medidas de seguridad alrededor de la pequeña localidad de Saidia, en la costa mediterránea y centro de atracción turístico por sus innumerables resorts frecuentados por españoles, fue por un documento generado por AICS en el que se hablaba del potencial peligro que se corría en la zona. Otra crítica más. Pero, como decía, el triángulo sigue existiendo. Y ahora puede ser muy determinante.
Para aquellos que quieren alcanzar Europa de nuevo, básicamente solo les queda un camino y ese pasa por el norte de África. La primera posibilidad de “saltar” la barrera natural del Mediterráneo está en Libia, ya que el tráfico de emigrantes centroafricanos desde las costas de Trípoli o Sirte da mucho juego para ello, pero no se valora que sea la mejor opción por razones que aquí no voy a exponer. Dicho esto, solo quedan en la recamara dos posibilidades, Argelia y Marruecos, y en ambas el destino es España.
Y aquí es donde entran a jugar las mezquitas ilegales que aún siguen existiendo en nuestro país. Y es que, esos que regresan van a necesitar de lugares donde “hospedarse”, donde esconderse y donde descansar y esperar a que las condiciones de seguridad sean las apropiadas para reemprender el viaje. Y serán esos corpúsculos radicales los que, muy posiblemente, les proporcionen ese apoyo logístico. Ya lo hicieron en su momento hace dos años cuando el sentido del viaje era al contrario, y se espera que ahora lo hagan de nuevo. Si nos preguntamos por qué, la respuesta es sencilla: porque las mafias que viven de estos viajes son las mismas. Estos grupos organizados son los mismos que facilitaron la Hijra, los mismos que durante este tiempo de “vacas flacas” sean dedicado al contrabando de armas, uniformes, y cualquier cosa susceptible de ser vendida en Oriente Medio (algunos de ellos felizmente desarticulados por nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado), y que ahora ven florecer de nuevo su negocio con esta Hijra inversa.
En España se ha trabajo mucho y muy bien contra este entramado mafioso y contra los que les apoyan, pero aún queda mucho por hacer y dentro de poco el tiempo va a correr en nuestra contra.
Y por último, y como consecuencia lógica de lo anterior, aparece sobre el tapete la ruta española. Es el viaje lógico, el natural y quizá más seguro, o que lo era hasta hace poco.
Los atentados de Barcelona y Cambrils del pasado agosto pueden haber influido en la estabilidad (de seguridad) de esa ruta española. Las medidas de seguridad desde aquel fatídico 17 de agosto se han incrementado en Cataluña, a la sazón una de las “áreas de servicio” más importantes para los movimientos humanos de islamistas en España. Pero lo que sin duda pude haber hecho más daño a esta “autopista” del radicalismo es la situación actual en la Comunidad Autónoma catalana. La presencia de un numerosísimo contingente de miembros del Cuerpo Nacional de Policía y de Guaria Civil, aunque por otros menesteres más graves para nuestro país, son un problema para este trasiego previsible de combatientes que regresan a “casa”.

¿Cuál es la solución?

Pues se ofrecen varias, aunque la que más fuerza toma es la vía central, una alternativa a la ruta española “clásica” y que pasaría por el centro del país, por Madrid, para discurrir hacia el norte y llegar a los pasos fronterizos del País Vasco.
Es un terreno sin explorar y quizá es prematuro aventurar esta posibilidad, pero lo que sí es cierto es que el apoyo logístico está asegurado por cuanto que la presencia de elementos radicales es un hecho.
Hace cuatro años hablábamos en AICS de esto mismo pero al revés. Entonces, algunos nos criticaron, sobretodo desde fuera de nuestra fronteras, y otros no tomaron en serio nuestra Inteligencia (información analizada y contextualizada en tiempo y espacio es eso, Inteligencia). Esperemos que ahora no ocurra lo mismo. En España hemos aprendido mucho desde entonces. Nuestras Fuerzas de Seguridad, a base de constancia, trabajo duro y tropezar muchas veces en la misma piedra, cada vez conocen mejor la amenaza, cómo opera y qué se puede esperar.
En España atravesamos momentos difíciles, muy críticos diría yo. La cuasi demencia de algunos está haciendo que el país entero esté pendiente de unos cuantos que viven su sueño, o su quimera, y que olvidemos otras cosas. Sin embargo, esas otras cosas se alimentan de esas situaciones para hacer bueno ese refrán que dice, “a río revuelto ganancia de pescadores”.

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