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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La reforma de la Ley de Violencia de Género: Más desigualdad

En lo que llevamos de 2017 ya son 17 las mujeres que han sido asesinadas por parte de sus parejas o exparejas. Esta terrible lacra ha llevado a la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados a trabajar en un pacto de Estado para modificar la Ley de Violencia de Género e intentar así reducir el número de mujeres asesinadas.

Las muertes que se han producido son sólo la punta del iceberg, ya que al año se presentaron más de 130.000 denuncias por violencia de género. Además, hay que tener en cuenta que muchas mujeres todavía no se atreven a denunciar por miedo o vergüenza, por lo que el número de víctimas es mucho mayor en realidad. 

Actualmente, si interpretamos la definición de “violencia de género” que plantea la propia Ley podríamos entenderla como “violencia dirigida contra las mujeres por el hecho de ser mujeres”, y esto es algo completamente erróneo.

Ahora la Comisión de Igualdad está buscando un nuevo enfoque, que ampare todos aquellos casos en los que se agreda a una mujer sin la necesidad de que exista o haya existido una relación sentimental entre agresor y víctima. Esta ampliación supondría, por ejemplo, que una mujer que sea agredida por un compañero de trabajo, pasaría a ser una víctima de violencia de género. 

¿Por qué? Porque la ley entiende que el hombre agrede por puro machismo y no por otra causa, cuando en muchos de los casos agrede porque ella es “su” mujer y no “una” mujer.

Por supuesto, la reforma de esta Ley es totalmente necesaria, dado que además ha demostrado que no está funcionando, pero no para incluir estos nuevos supuestos, que harían que la norma siguiera partiendo de una base equivocada.

Creo que los feminicidios y la violencia en la pareja tienen más que ver con la forma en que se concibe la relación entre las dos personas que con la sumisión machista. Si todo lo reducimos a eso, estamos cayendo en un grave error.

Los cambios han de realizarse desde la raíz, modificando mucho más allá de la estética y sin dar por hechos ciertos presupuestos, convirtiéndola en una norma ambiciosa pero, por encima de todo, efectiva.

Quizás este sería un buen momento, por ejemplo, para contemplar que otras personas que también son víctimas de violencia en el hogar, como hombres maltratados o personas homosexuales, tengan los mismos derechos e idéntico respaldo que las mujeres. 

Y es que, aunque el 90% de los asesinatos que se producen son por parte de un hombre a su pareja o expareja, no debemos olvidar que el 9% de los homicidios por violencia en el hogar los comete una mujer hacia su marido y 1% se produce en matrimonios homosexuales. 

Por Víctor Martínez-Patón, de Patón&Asociados

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